El fotógrafo Chalkie Davis inmortalizó, entre otros, a los primeros Pretenders. En las imágenes históricas de los debutantes vemos a Chrissie Hynde con la memorable chupa de cuero roja y con mitones de encaje. Hynde estaba a punto de comenzar un recorrido en el rock’n’roll que, un tanto alejado de la escena punk británica en la que se curtió, terminaría convirtiéndose en una carrera mainstream, atestada de hits reconocibles y marcada por alineaciones de un proyecto –el de Pretenders– que terminó siendo el de Hynde. Porque si Pretenders fueron una banda única y engrasada e inspirada fue en el bienio 1979-1981, con James Honeyman-Scott (guitarrista), Pete Farndon (bajo), Martin Chambers (batería) y la propia Hynde (guitarrista y cantante) como líder atípica y desafiante con respecto a las convenciones de género. Le costó horrores. En libros como “Rotten. No Irish, No Blacks, No Dogs” (Acuarela, 2007), de John Lydon, o en las propias memorias de la de Akron se explica con detalle. No fue fácil encontrar a estos tres tipos... pero es que –ay, la vida drogada– sería mucho más sencillo perderlos. Dos sobredosis mediando menos de un año. “Así es el rock’n’roll”, reconoció Hynde en 2005 al ingresar en el Rock And Roll Hall Of Fame, donde, lejos de reivindicarse, explicó que eran los desaparecidos Honeyman-Scott y Farndon quienes hubieran debido estar allí, en lugar de ella y Chambers (miembro intermitente de la banda desde entonces).
Rhino acaba de publicar los dos primeros álbumes –“Pretenders” (1980) y “Pretenders II” (1981)– en ediciones deluxe. Aunque ha habido reediciones anteriores, volver a escuchar a tope de volumen canciones como “The Wait”, “Precious” o “The Adultress”, en especial si se trata de público desconocedor de los Pretenders originales, puede ser un ejercicio formidable de reapreciación de aquella alianza atlántica entre la yanqui Hynde y tres británicos en los estertores del punk, que lo habrían mamado desde dentro –en especial ella–, para recoger parte de su urgencia, chulería y descaro, asimilándolo a la pujante new wave y con el desprejuiciado acercamiento a otros géneros como el reggae. Todo ello sin evitar el encanto del pop (“Kid” es un buen ejemplo), que desde el principio les dotaría para el estrellato (“Brass In Pocket”).
La reedición en CD (aunque en formato LP) de ambos títulos funciona como una trilogía donde se iría de la grabación canónica, remasterizada (disco 1), al disco 2, donde se alternan grabaciones en directo con descartes y demos, además de versiones alternativas de las canciones –como en la versión guitarrera de “I Go To Sleep”, en “Pretenders II”–, y maquetas también remasterizadas muy recientemente: es el caso del cover Kinks “Stop Your Sobbing”, que en su versión primitiva empieza, quizá deliberadamente, con un pequeñísimo guiño californiano (atención al acorde inicial). Nada de extraño, dado el placer culpable de la propia Chrissie en esa época (“I loved flower power” es una frase suya).
Entre los directos están las siempre estimulantes BBC Live Sessions, en el debut, así como los shows estadounidenses (Central Park, en 1980; Santa Mónica, 1981), ya en la época de la segunda entrega, con trepidantes registros de “Precious”, “Tattooed Love Boys” y “Porcelain”, donde Hynde exhibe carisma vocal sin parangón (“córtate el pelo, consigue un trabajo”), eso sí, secundada por la mejor versión de sí mismos que podían representar Pretenders en “su” momento. Destaca en esta publicación el aporte visual, con fotografías de la época que, dado el carácter pintón de Hynde y los suyos, han envejecido divinamente. ∎