A su voz y su guitarra, los productores han añadido unos arreglos imaginativos y coloristas –teclados, trompeta, melódica, armónica, los coros de Anna St. Louis y Haley Fohr...– que consiguen rememorar ligeros ecos de grandes clásicos (Neil Young, Lou Reed, The Rolling Stones, Townes Van Zandt) desde una perspectiva como de estar por casa, casi accidental.
Los tres primeros temas del álbum son demoledores:
“That’s Just The Way That I Feel”, “All My Happiness Is Gone” y
“Darkness And Cold” están entre las mejores composiciones jamás firmadas por Berman, y a nivel lírico ponen el nudo en la garganta:
“I mean, things have not been going well / This time I think I finally fucked myself”;
“Much of my faith has been destroyed”;
“Friends are warmer than gold when you’re old / And keeping them is harder than you might suppose”;
“The light of my life is going out tonight / Without a flicker of regret”... Imposible no ver/oír/leer en estas canciones descarnadas notas de despedida.
Pero la pluma de Berman no solo hurga en sus infiernos particulares; también es capaz de modelar delicadas estampas sobre un Nueva York helado (
“Snow Is Falling In Manhattan”), construir un
hit casi pop sobre la pérdida de la fe religiosa (
“Margaritas At The Mall”) o redactar conmovedoras cartas de amor maternal (
“I Loved Being My Mother’s Son”).
En el último corte del disco (“Maybe I’m The Only One For Me”), el autor parece asumir el peso de la soledad (
“Yeah, I’m starting to suspect / Though I hope I’m incorrect / That maybe I’m the only one for me”), antes de reflexionar sobre el hecho de narrar en
“Storyline Fever”, con otra frase para el recuerdo:
“On occasion, we all do battle with motivational paralysis / Unable to perform some simple task”. Afortunadamente, su parálisis emocional no le impidió completar este extraordinario álbum, uno de esos discos que dejan cicatrices para siempre. Eterno. ∎