Álbum

Red Hot Chili Peppers

Unlimited LoveWarner, 2022

¿Qué hubiera pasado si los tres protagonistas de la novela “Salvajes” (2010) de Don Winslow (dos años después llevada al cine por Oliver Stone), ellos llamados Ben y Chon, y ella, O., se hubieran mantenido en el bajo perfil del negocio de la marihuana, disfrutando de la vida californiana sin ínfulas comerciales explosivas y desde la hamaca del suave balanceo, desechando la voracidad codiciosa que los llevó a querer comerse el mundo e hizo que el mundo se los comiera? Lo pienso y me imagino que “Unlimited Love”, tan californiano él también, podría haber sido entonces su banda sonora para ese plan B. Porque este disco de regreso (el primero que sacan en seis años) encaja muy bien con ese reto, el de acelerar frenando, que en el caso musical de Red Hot Chili Peppers ha sido el de saber encontrar aquí una cadencia sin luciferes ni trallazos funk-punk, algo agitada, sí, pero solo en la justa medida que ahora les conviene, porque pesan los años cuando pasan tan jadeantes como les han pasado a los pimientos rojos picantes: una cadencia de medios tiempos con la que transmiten su maduro entusiasmo por la vida desde un mondo di mezzo entre los vivos y los muertos, celebrando la amistad y el amor con grooves más sutiles que ostentosos, pero resultones, que Rick Rubin ha producido como suele hacer: estando sin estar, haciendo que fluya.

Cuenta el guitarrista John Frusciante, el hijo pródigo que ha regresado a casa, al parecer porque le tiraba más volver a tocar con Flea que dos carretas, que en la génesis del álbum, cuando empezaron a crear este material, se ponían a versionar canciones de gente como Johnny “Guitar” Watson, The Kinks, New York Dolls y Richie Barrett y que de ahí les iban viniendo ideas y así convertían lo que eran jams sobre lo ajeno en nuevas composiciones propias. Y que lo hicieron logrando que el ambiente de diversión sin esfuerzo que había cuando se liaban a hacer covers se mantuviera cuando se zambullían en sus flamantes temas. A fe que esa es la sensación que va transmitiendo la escucha de las diecisiete piezas del disco (ojo: no todas entran a la primera ni a la segunda, aquí hay capas y para pillarlas mejor darle bien al replay, pues no todas tienen un estribillo tan quedón como el de “Here Ever After” ni el cimbreo de “Aquatic Mouth Dance”, donde Flea se luce especialmente). Habrá quien diga que tanta contención energética, tanta red de seguridad o que incluso hasta cierta autoindulgencia (puede ser el caso de la letra de “Not The One”) les hace parecer domesticados y más pendientes de no equivocarse que de tirarse a la piscina. Habrá quien lo diga, claro, pero no seré yo. Sus componentes tienen uno 60 años (Chad Smith), dos 59 (Anthony Kiedis y Flea) y otro 52 (John Frusciante). Igual es normal que el cuerpo les pidiera este disco. ∎

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