Repion, las tenaces y férreas hermanas Iñesta Moreno, ocupan ya una posición de peso en el panorama actual y, como es habitual, toda esta expectación antes de enfrentarnos a su nuevo trabajo, “201”, generaba cierta aprensión con solo dos sencillos de adelanto. Al final, lo que todos deseamos es volver a sentir la magia de esa primera vez con artistas capaces de crear una identidad propia. Y buenas noticias, camaradas: no es imposible, cumplen las expectativas y todo está bien. De hecho, muy bien.
El dúo lleva más de una década construyendo una progresión brillante: debutaron oficialmente con “La lágrima y la naranja” (2014), crecieron a golpe de escenarios y autoproducción y consolidaron su identidad definitiva con “Repion” (2023), ya en Mushroom Pillow. A modo de aperitivo, nos brindaron su versión acústica, “Repion” (Acústico)” (2025), y los EPs “Entre todas lo arreglamos” –dos volúmenes, 2024 y 2025–. Mientras tanto, Marina afinaba oficio sumando cuerdas y coros en la banda de Mikel Erentxun, y Teresa desdoblaba su imaginario en Aiko el grupo o como batería de Yawners. Además, se han convertido en una banda con la que todos quieren tocar: Tulsa, Rufus T. Firefly, Triángulo de Amor Bizarro, LA M.O.D.A., entre muchos más, y cada uno de ellos tiene ya su colaboración de oro.
La magia está en la frescura, y en “201” (la salida de autovía que conduce directamente a Camargo, Cantabria) esa perseverancia desemboca ahora en un lugar más directo, más desnudo, afinando las estructuras hasta quedarse solo con lo esencial. Hay distintos impulsos en sus letras que van desde un gesto a un día torcido, pero son todas situaciones en las que nos hemos visto reflejados de una forma u otra. Marina sigue asumiendo principalmente voces, guitarras y teclas, y Teresa se encarga de la batería, guitarras también, coros y percusión. Santi Garcia aporta las líneas de bajo y sintetizadores, además de producir, grabar y mezclar en Ultramarinos Costa Brava.
La apertura descarga “Otro día será”, llamada a abrir los conciertos: una canción que habla de rendir cuentas con la vida, un pop-rock melódico sostenido por esos solos eléctricos tan luminosos y una batería que sabe exactamente cuándo abrirse o apisonar. Seguidamente llega “El sueño dura una semana” con una intención explícita: retratar la exageración, la fragilidad y la torpeza de ese enamoramiento que se vive más en la imaginación que en la realidad. Por cada verso y batería punzante, hay una respuesta igual de brillante en la guitarra. Y este corte posee una de las letras más pegadizas del álbum: “Si sueño contigo despierto enamorada, ya me ha pasado otras veces, el sueño dura una semana”. “Cerrar los ojos” habla de una vida vivida en piloto automático y comienza con un piano que llama a detenerse unos segundos y luego acelera el ritmo, dando forma al tema. La interpretación captura perfectamente una mezcla de insatisfacción y ansiedad suave que definen tantos días de nuestra vida adulta.
En el bloque central, “Tus fotos” tiene un rock más fronterizo, como un himno de hermandad, y habla de ese recuerdo que se queda pegado después de una ruptura. Continúan con “Me sabe a poco”, la más delicada, melancólica y rasgada del disco, con las voces cortándose por encima de la melodía y ese don que tienen para soltarte una frase inesperada: “Allí paran los pájaros / y yo paro contigo”. Luego despegan con “X”, uno de los adelantos, y ese verso –“no te acostumbres a que hablen de ti”– que proyecta el narcisismo del contrario, sostenido por un pulso rockero que nace más del nervio que de la pirotecnia. La batería, frontal, va al grano, y los riffs de guitarra y bajo repetitivos entran como martillazos. A continuación, “Columnas” se presenta como una declaración de principios, con el corazón de la pista en la imposibilidad de fingir: “Nunca tuve el talento de reír por compromiso”.
Las tres últimas cierran el álbum con aún más cercanía, si cabe. “Uñas de amarillo” es una pieza poética y preciosista, casi cinematográfica, armada con fragmentos de un paseo: aire entre las piernas, uñas de amarillo, un coche rojo de segunda mano, chocar con un ombligo… Una escena que podría leerse como una película nouvelle vague con acento cántabro y energía pura. “Quiero más” es un auténtico desahogo: esa mezcla de rabia, cansancio y necesidad de moverse. Y por último, “Atocha” baja la persiana con un gesto sencillo, casi como si estuvieras viendo llegar a alguien al andén. Predominan la guitarra y la voz, pero al final una batería con energía marcial marca un latido común que despide la entrega.
Con “201”, Repion afianzan la idea de que están llamadas a jugar en otra liga. Este disco confirma lo que ya sabíamos: son fuertes, técnicamente talentosas y capaces de removernos. Ambas siguen funcionando con una conexión casi telepática, un cerebro a dos bandas o, puestos a hablar en clave de cine, un “Pluribus” compartido. ∎