Álbum

Roc Marciano

MarciologyPimpire-Marci Enterprises, 2024

Roc Marciano lanzó su debut, “Marcberg”, en 2010, en un momento en el que el hip hop aún atravesaba una fase transicional, diluido entre el continuismo y la nostalgia, la vanguardia electrónica, el neosoul, el drill y el trap, las nuevas corrientes alternativas… y quizá no fue lo suficientemente comprendido. Él venía al rebufo de la era dorada del rap neoyorquino, había abandonado en el cambio de milenio la Flipmode Squad de Busta Rhymes, fue apadrinado por Pete Rock y declaró devoción estilística desde el minuto uno por Wu-Tang Clan. Y, claro, se le comparó entonces con Raekwon, RZA o Ghostface Killa, no sin falta de razón. Pero lo de Marci, nacido Rahkeim Calief Meyer en 1978, era algo diferente, que habría que relacionar más bien con otras extrañas vías derivadas del drumless, con trabajos en una línea más abstracta de billy woods, Ka, Aesop Rock, Kool Keith… pero sin llegar a la deliberada revolución sónica de artistas del interior como Jay Electronica, Lupe Fiasco o luego Danny Brown, que sí se alejaban sistemáticamente del hardcore y del boom bap.

Para entender su sonido quizá fue necesaria la aparición posterior de colectivos como Griselda y, sobre todo, de un productor como The Alchemist, con quien Marciano contó precisamente como productor adicional para “Reloaded”, de algún modo su confirmación de 2012, y de quien no se ha separado desde entonces. El curro de Griselda y otros colectivos no se entendería sin Marciano, pero son ellos los que han ido allanando el terreno para una verdadera revitalización del boom bap desde un lado psicodélico y abstracto que ha permitido que hoy, catorce años y doce discos después, el rapero de Long Island pueda ofrecer este “Marciology” que representa como muy pocos otros la inmersión del estilo en esa siniestra fiebre introspectiva.

De hecho, el trabajo parece suceder entre cabezadas, durmiéndose en un sofá, ante una televisión intemporal que pasa en bucle cine gore, terror de serie B, giallo y true crimes con algún que otro comercial. Todas esas voces, junto a pitidos, desconexiones, aullidos, restos de bandas sonoras o crujidos de vinilo se diluyen en bajos profundos con una intención claramente monocromática, a través de una producción choppeada y ritmos renqueantes construidos en torno a loops muy repetitivos, dando esa impresión de tránsito entre vigilia y un sueño ligero, nunca REM, consciente en cierta medida aunque incontrolable: la apertura con la homónima “Marciology” parece casi un flujo de conciencia reflexivo en el que Marci repasa su carrera como quien repasa el día que acaba de terminarse; “Floxxx” cierra el trabajo en un pasillo infinito hacia algún abismo, y un Marci lejano y distorsionado nos recuerda que “No matter how the shit go, you know I’m having my way”.

Son solo unos pocos momentos de realismo –tirando a lo mágico– en un álbum que prefiere siempre alucinarse, fantasear entre realidad y ficción, pasado y presente: ese blaxploitation a cámara lenta que es “Goyard God” o la épica doliente de “Tapeworm” –demostrando el excelente estado de forma de Animoss como productor–, ese extraño wéstern rocoso de la espectacular “Killin’ Spree”, el recuerdo al primer Beck en “BeBe’s Kids”, el casi bassless pianístico de “Gold Crossbow”, los aires jazzísticos de “Larry Bird”… ese dub asfixiante de “True Love”, mientras el loop vocal ocupa el primer plano de la mezcla y Marci serpentea con su rap como los fremen por las dunas. Estructuras y trucos sonoros ponen casi siempre la rima y lo formal por encima del mensaje, y aún así el rapero es capaz de detallar la vida gánster con profundidad lírica, con detalle de orfebre, y en todas las canciones ofrece fintas y flips, como un jugador de baloncesto que se luce con verdaderas burradas sin aparente esfuerzo. Y es curioso cómo, de algún modo, y sin dejar de resultar brumosas, triposas y psicodélicas –una más misteriosa y mazmorrera,“Bad JuJu”; la otra, “Higher Self”, casi jamesbondiana–, las dos producciones de The Alchemist logran emerger de la nieve televisiva en la que todo “Marciology” está sumido. Cuestión de alquimia, supongo. ∎

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