Álbum

Sabine McCalla

Don’t Call Me BabyGar Hole, 2025

Antes que de la música, podemos hablar de la portada del álbum de debut de Sabine McCalla, ya que la cantautora afincada en Nueva Orleans tuvo claro que esta fotografía lo sería antes de tener completado el contenido del disco. Y la imagen tiene su historia. Resulta que la fotógrafa Meg Turner, especializada en fotograbado, estaba haciendo una residencia en el New Orleans Pharmacy Museum y Sabine McCalla se ofreció como modelo para una de sus sesiones; un retrato en ferrotipo, una técnica del siglo XIX en la que la imagen se fija en una placa metálica. Es un positivo directo empleado como soporte para una emulsión de colodión que permite obtener una imagen en un tiempo de exposición relativamente breve.

Durante este proceso artesanal, Sabine recibió un mensaje de texto decepcionante y no pudo evitar una expresión, entre la molestia y el disgusto, que queda expuesta en la fotografía. Aun así, sin salir favorecida, decidió usarla, ya que el momento congelado tiene un encanto, que no es el de una pose, que exhibe su decepción de manera muy natural. Y además, reconoce, que la influyó para intentar que todas las canciones se identifiquen, de alguna manera, con esta imagen. Al respecto afirma: “El álbum refleja mi decepción con los hombres y también con la soledad. Intento a la vez transformar lo negativo en algo que me dé amor propio”.

El disco se abre con “Sunshine Kisses”, lo más parecido a un hit, con una melodía que se incrusta y te acompaña hasta decir basta. Es a la vez una conmovedora canción sobre el sentimiento de abandono y de cómo afrontar las consecuencias refugiada en un profundo aislamiento (la compuso durante la pandemia). Así, el título enseña de manera irónica el contraste entre una soleada metáfora y la cruda realidad de la situación. El teléfono suena y no me lo coges… Solo le faltaría añadir “cabronazo”, pero da igual, al final el sol brilla y la vida sigue, tal como muestra el sencillo y estético vídeo oficial de una canción a la que se le puede encontrar también cierta conexión con lo brasileño.

Para grabar el disco se rodeó de numerosos músicos, amigos y colaboradores. Entre ellos aparece Eli “Paperboy” Reed, que se encarga de tocar la guitarra, hacer coros y producir “I Went To The Leeve”, rescatado de su EP de debut “Folk” (2018), y remozado para la ocasión con nuevos arreglos de matiz soul sin dejar de mantener el tono del descarnado blues a capela original, en el que va repitiendo “Ooh, it’s a terrible feeling / Ooh, to wonder what a life we’re leading”, en una canción que refleja la pobreza, la desigualdad y la violencia de Nueva Orleans. Eli asume igual protagonismo en el single previo, “Could You Be Love”, no incluido en el álbum, cuyo vídeo oficial la presenta cual cantante de la era doo-wop, arropada por determinantes coros femeninos y envolvente órgano, en un solitario y destartalado bar.

Destaca la contribución de Dan Auerbach, coautor de un par de temas: Louisiana Hound Dog”, un efectivo cruce entre soul, rhythm’n’blues y rock’n’roll convertido en el momento más histriónico del lote; y especialmente en “Anything Without You”, uno de los singles con vídeo incluido en el que se vuelve a mostrar vulnerable y adictiva con su candorosa voz, que también sabe volverse tersa, y esa facilidad para elaborar estribillos desarmantes. Entre las mejores canciones figura igualmente “Two Of Hearts”, con un primoroso trabajo de trémulas guitarras y mullidos teclados para acompañar una voz que acaricia y a la vez se eleva hacia cotas ensoñadoras, rubricadas con oportunos gorgoritos.

No podía faltar su hermana mayor Leyla McCalla, toda una autoridad de la música roots, que aparece en la versión de “Deep River”, un espiritual de origen afroamericano en el que aprovechan para mostrar la conexión folk con una sencilla guitarra acústica y unas maravillosas armonías vocales. Otras invitadas son el dúo femenino The Lostines –responsables del notable álbum “Meet The Lostines” (2024) en su mismo sello Gar Hole–, que la ayudan a insuflar cadencia misteriosa a un “Lovely Lonely” que seguro gustaría a David Lynch.

Más invitados aparecen en “Tall Lonesome Cowboy”, en especial Riley Downing (The Deslondes), encargado de la taciturna spoken poetry que sirve para coronar la tristeza que rezuma un fracaso amoroso. Peor aún es la historia de “Baby, Please Don’t Go” –nada que ver con el clásico del blues–, que empieza con estos versos para ponernos en situación: “I’ve met some bad men / do you know what i mean? / they’ve told me some good lies / some lies i believed”, de nuevo con el determinante y lacrimógeno órgano que toca Sam Doores rellenando los resquicios, junto a los arreglos de metal proporcionados por Craig Flory, en un humeante blues-soul en el que parece que te puedan llegar a morder los alligators del lago Pontchartrain de los que habla la letra como metáfora de las malas compañías. ∎

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