Álbum

Santigold

Spirituals Little Jerk-Popstock!, 2022

Santigold –nacida Santi White en Filadelfia– se hizo un hueco en la industria musical en la estela de la explosión del sonido Diplo, un poco entre todo ese totum revolutum de sonidos afrófilos que se produjo en el sonido anglosajón desde mediados de los 2000, que comandaron desde facciones diferentes M.I.A., Four Tet y Animal Collective y del que incluso salieron grupos más “indies” como Vampire Weekend. Pero ella, que venía del punk –más concretamente de una banda llamada Stiffed cuyo debut fue producido por el bajista de Bad Brains–, nunca renunció a esas sonoridades más extremas y a ese sentido revolucionario y reivindicativo que tiñó desde el principio “Santogold” (2008) y que se reprodujo en su máxima expresión en “99¢” (2015).

Y ahora, con “Spirituals” y tras algunos años de inconsistencia creativa, vuelve a esa hoja de ruta que puede situarla en el ecuador entre M.I.A. y los Yeah Yeah Yeahs. Pero por fin hay una intención real de actualizar el sonido y ofrecer nuevas formas de entender los mismos géneros que hicieron brillar “Master Of My Make-Believe” (2012): si aquel fue su intento fallido de convertirse en una popstar, con este parece asumir que es más adecuado aprovechar su posición de culto en lo alternativo y acercarse, aunque tímidamente, a productores más experimentales como Psymun –que, entre otros, ha colaborado con FKA twigs–, Ryan Olson de Poliça y SBTRKT. Vuelve a juntarse con viejos colaboradores como Dre Skull, P2J o Ricky Blaze –que han ayudado a conformar el sonido global de Popcaan, Burna Boy y hasta Bad Gyal–, pero se acerca también a las maquinarias de The Weeknd –Doc McKinney, Illangelo– o Halsey –Lido–, abriéndole a su música nuevos horizontes y convocando una energía que seguramente hará que disfrutemos más de este disco en directo.

Todo ello sirve para canalizar un discurso muy comunitario inspirado según la propia Santigold en las protestas del Black Lives Matter: la norteamericana invoca a un batallón formado por todos los caídos en la lucha contra el sistema o víctimas de él para tomar las calles y unir a los vivos, desde los márgenes, en la conquista de un mundo mejor. El góspel y su influencia en la cultura universal –vía rock, vía pop, vía electrónica– sirven para vehicularlo, pero White se nutre también de dancehall, de R&B, de punk rock, de hip hop y de ritmos caribeños, recordándonos que la revolución no tiene fronteras. Y también alude a otros proyectos recientes de mujeres afroamericanas construyendo su futuro –y el de su cultura– a través de su pasado, de Solange a Beyoncé y pasando por Jamila Woods, Janelle Monáe, Little Simz o Sudan Archives.

Y aunque hay momentos de empoderamiento personal en “Spirituals” –“Nothing”, la más pop del disco aun queriendo rodearse de un aura de R&B experimental; el dancehall pop à la M.I.A. de “My Horror”, producido por Rostam, o el escarceo hyperpop de “Witness”–, en general es un trabajo apelativo que aspira al empoderamiento comunitario. “Shake”, así, ejerce una fuerza central en “Spirituals” invocando el espíritu revolucionario y liberador que el baile –y la música en general– adquiere en el contexto afroamericano durante la época de la esclavitud sobre un tan errático como infeccioso ritmo de SBTRKT, entre funky e industrial. “The Lasty” vuelve a incidir en esa idea de comunidad en forma de balada rock, con su piano de cola, sus cuerdas épicas y su sutil solo de guitarra eléctrica. “High Priestess”, que al principio solo parece un disparo de dance-punk, se lo lleva en brazos de los sintetizadores al terreno del afrofuturismo, incluyendo toda esa imaginería entre elementalista, caballeresca y cósmica (“Hey pretty / Aw, you really want my thunder / I guard the gates here / Guard the secrets while you wonder”). Y “Ushers Of The New World” funciona como una especie de himno góspel pop con un puntito reggae sobre lo difícil y necesario que es levantarse contra el capitalismo e introduce un tema que se repetirá varias veces a lo largo del disco: la responsabilidad individual.

No Paradise”, por ejemplo, llama a la acción (“Anyway the future is here now / Waiting for us finally to see / It for all it’s possibility now / Covered in it’s dirt and it’s blood / Like a baby, we wrap it in love”) a través de un pegadizo reggae-pop, casi dub, ambientado en paisajes sintéticos. “Ain’t Ready”, de nuevo haciendo uso de algunos tropos del afrofuturismo (“Takin’ the reigns, third eye / Everything I see comin’ to me”), habla sobre el inmovilismo y esa tendencia conservadora a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor y que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer sobre un bass apocalíptico y telúrico y una percusión distorsionada y cibernética. Y por todo lo alto cierra “Fall First”, un trallazo de punk rock deudor de la energía de Stereolab y de las producciones más industriales de John Congleton, confirmando un regreso que satisface con mucho las pocas expectativas. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados