“Silver Haze” llega catalogado como primer álbum de SQÜRL, lo que no es del todo cierto considerando que el director de cine Jim Jarmusch –básicamente, voz y guitarras– y el multinstrumentista Carter Logan, el productor de sus películas y colaborador del antiguo miembro de Del Byzanteens desde “Broken Flowers” (2005), hace mucho tiempo que vienen publicando música propia para sus proyectos cinematográficos, primero como Bad Rabbit en “The Limits Of Control” (2009) y ya como SQÜRL a partir de “Only Lovers Left Alive” (2014). Además, la unidad conceptual –y visual– de “Silver Haze” será siempre más caprichosa que la provocada por un guión de cine –Jarmusch hace mixtapes temáticas a medida que los escribe–, más aún con un título tan intencionadamente disperso como “neblina plateada”. Pero Randall Dunn (productor de Stephen O’Malley, Marissa Nadler, Sun City Girls…) ha dado coherencia a su nueva colección de canciones.
Todo encaja en “Silver Haze”, empezando por la abstracción de su portada, muy de Sacred Bones, que a su vez sigue la escuela de sellos como 4AD, en sintonía con las pinceladas de rock drone metalizado que trazan SQÜRL. Pero hay más razones para enamorarse de la singularidad de Jarmusch, como su aversión al Auto-Tune o al rock basado en el blues. Ni rastro de estos elementos en cortes como la paródica “She Don’t Wanna Talk About It”, cantada junto a Anika en plan pareja disfuncional, un poco como Anita Lane y Nick Cave. La sedosa Charlotte Gainsbourg recita en “John Ashbery Takes a Walk” dos bellos textos de este poeta, “Le Livre est sur la table” y “Some Trees”, ambos de 1956, sobre una base de guitarras atmosféricas. También aparece Marc Ribot, viejo compinche de Jarmusch y tercera estrella de su nueva constelación underground. Improvisa con la guitarra en temas como “Garden Of Glass Flowers”, un corte de electricidad orientalizante que evoca a Florian Fricke (Popol Vuh), o “Il deserto rosso”, que se situaría entre Neil Young y Sunn O)))… O entre Philippe Garrel y Dario Argento…
Desde su pequeño estudio en Nueva York y al igual que colegas como John Carpenter, Jarmusch disfruta de la inmediatez de la música como forma de expresión en contraste con los largos procesos del cine. Jim Jarmusch no canta como Lou Reed y “Silver Haze” no será el nuevo “Metal Machine Music” (1975) –es mucho más accesible y divertido–, pero sus ocho piezas, la mayoría con letra, gozan de una gran cohesión sonora y harán volar tu imaginación. El doom fúnebre de “Berlin ‘87”, con vídeo a cargo de Jem Cohen –Jarmusch tampoco ha intervenido en el clip del tema con Gainsbourg–, único corte instrumental junto al propio “Silver Haze”, que da cuenta final del disco en clave electro-post-rock; un guiño al Ennio Morricone más fúnebre y wéstern de “Queen Elisabeth”; o “The End Of The World”, viñeta protagonizada por adolescentes apocalípticos bajo la narración de un irónico y ominoso Jarmusch, funcionan como estimulantes microguiones musicalizados de –solo aparente– cocción rápida. O eso es lo queremos creer viniendo de donde vienen. ∎