¿Siete meses encerrado con tu pareja en un barquito que surca el Atlántico a menos de diez kilómetros por hora, sin televisión, sin radio y sin teléfono? A ellos les pareció romántico, no preguntéis el motivo, y al terminar el periplo decidieron componer y grabar un disco inspirado en la experiencia, como una especie de cuaderno de bitácora sonoro. Un disco de besitos, mareas altas y una inocencia verdaderamente descomunal. Ellos, por cierto, Patrick Riley y Alaina Moore, son dos graduados en Filosofía, felizmente casados, residentes en Denver, un sitio que por si no lo sabíais está a más de dos mil kilómetros de la costa más cercana.
Las canciones de
Tennis, en general, están bien, y ella canta como una virginal sirena (ejem), y además tienen gracia porque él acertó, o quizá fue cuestión de falta de recursos, al grabar en baja fidelidad. Correcto. Incluso simpático. Tampoco para morirse: es sencillo, amable y efectivo, y podría decirse que hasta valiente por renunciar a arreglitos cucos. Composiciones de pop a lo años cincuenta, algunas melodías idílicas tipo años ochenta, grabadas en plan maqueta, con batería, bajo y guitarra (y su eco: surfera).
El sonido rugoso más que ruidoso recuerda a los noventa, pero también es como una coda del puñado de grupos soleados que se destaparon este verano (Best Coast, Wavves, The Drums…). Claro que, posiblemente, esto mismo grabado en un estudio profesional y visto en
playback en una gala de la tele sería una mierda como una casa. Pero, vamos, no es el caso. ∎