Álbum

Thalia Zedek Band

The Boat Outside Your WindowThrill Jockey, 2025

“Give me one reason that we should believe in eternity / Give me one reason that we should believe in anything”, canta Thalia Zedek, 63 años y un fondo de armario de fracturas y cicatrices, de dramas íntimos y decepciones políticas que cada poco se alinean en forma de disco desgarrado y nervudo. De canciones abigarradas, guitarras lacerantes y, claro, razones para seguir creyendo. ¿En qué? Fácil. En ella, en su artesanía compositiva y en ese ardor rock cada vez más depurado y, daño colateral, también devastado.

En esta ocasión, el lapso ha sido algo superior y hemos tenido que esperar cuatro años entre “Perfect Vision” (2021) y “The Boat Outside Your Window”, pero el resultado es el mismo. O casi, porque por el camino Zedek ha perdido al pianista Mel Lederman y al violinista Dave Curry y ha enrolado en sus filas a la multinstrumentista Karen Sarkisian, especialmente hábil en el manejo del pedal steel. Un cambio de alineación que se traduce en un sonido menos comprimido y asfixiante, cercano a ratos a una suerte de country alternativo infectado por el virus de Slint, y en unas canciones que lo mismo evocan el espíritu herrumbroso de “In Utero” (al arranque de “Tsunami” es puro “Serve The Servants”) que se dejan arrastrar por el ímpetu de Karate o el eco cada vez más lejano de Come.

Como canta en “Dissolve”, la estadounidense se deja llevar y se acaba disolviendo en unas canciones más robustas y directas que de costumbre. Es lo que ocurre con “Pin” o “Disarm”, vibrantes ejercicios de rock en crudo, de electricidad a duras penas domeñada, por los que la voz de Zedek avanza entre embestidas, repartiendo cornadas y exprimiendo juegos de palabras (“when your hands are tied / by the lies that bind”, canta en “Disarm”).

La pena y el duelo siguen ahí, goteando sobre la tragedia a cámara lenta de “Aliyah” y alimentando el bucle de descontento de “Boat”, pero en este disco de crisis existenciales y terminología acuática, Zedek parece querer echarse a la mar para contemplar con mejor perspectiva el colapso civilizatorio. Suena, en fin, como lo haría PJ Harvey si hubiese seguido cavando en el agujero de “Rid Of Me” (1993) en lugar de abrir nuevas zanjas e investigar trincheras abandonadas.

La tensión nunca decae, las melodías ganan vigor y corpulencia y la de Washington DC emite su diagnóstico (“I don’t know how to live in a liquid world / but I’m trying, I’m drinking like a drowning man”, vocea en “Tsunami”) justo antes de impugnar a las Who para lamentar que los chicos ya no está bien. Ni los chicos ni nadie, en realidad. ∎

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