Álbum

The Chills

ScatterbrainFire-Popstock!, 2021

El retorno de The Chills con “Silver Bullets” en 2015 y “Snow Bound” en 2018, tras casi dos décadas de silencio tras la bajada de telón en 1996 con “Sunrbunrt” (que ya era un disco acreditado a Martin Phillipps & The Chills y podría haber ido solo a nombre de Martin), se pareció más el reencuentro casual con un viejo conocido que a la recuperación del contacto con un amigo tras una larga ausencia. Como si nadie les hubiera echado de menos. Como si el legado de los neozelandeses estuviera perdido en la bruma del (buen) recuerdo. Volvieron, pues, este emblema del sonido Dunedin y fue entonces cuando hicimos memoria: “The Chills, claro, ahora caigo. Parecían unos R.E.M. de las antípodas. Merecieron más éxito con ‘Heavenly Pop Hit’, que podía haber sido masiva. Qué buenos eran ‘Kaleidoscope World’ (1986), ‘Submarine Bells’ (1990) y ‘Soft Bomb’ (1992). Pop en serio. Guitarras jangle de las que te hacen caminar más erguido y feliz por la calle”.

Mientras estas impresiones vuelven a definir sus contornos en nuestra memoria, empieza ahora “Scatterbrain” con el fade in de “Monolith” y la impresión de estar presentes ante un arte perdido que viene de lejos (el de la canción pop-rock artesana de guitarras) pasa de ser un recuerdo más o menos vivido a una realidad. Esta es una música que viene de lejos, en la que un órgano certero te hace añorar los tiempos en los que en estudio de grabación no siempre se buscaba el brillo por el brillo.

Martin Phillipps (57 años) es un compositor muy consciente de su estatura. Es un hacedor de canciones honesto. Conoce sus fortalezas y debilidades: muy hábil armando canciones que tienden a la redondez, pero sin el plus de atrevimiento formal o temático que lo acercarían a la genialidad. No tiene que ser esta una cualidad negativa, ojo, sino todo lo contrario. Phillipps se mira al espejo antes de hacer música, lo cual siempre es de agradecer. Y si la imagen le devuelve canas, no las esconde en sus partituras. Por eso todo “Scatterbrain” es un ejercicio de pop adulto tan noble y tan sincero (similar, según como, a los trabajos de los últimos The Go-Betweens): porque ni tiene complejos peterpanescos ni busca la jovialidad del jangle pop que acunó a The Chills. Sería ridículo treinta y pico años después. Pero sí abraza la dignidad de quien sabe que sus creaciones quizá son medianas, pero nunca medianías.

Sin colores vivos, de tempo relajado y arquitectura acústica, como quien pasea parándose a mirar el paisaje o quien se pone a hablar sin temer a la digresión, “Scatterbrain” es un álbum lúcido, que se sabe mortal. También las letras verbalizan este autoanálisis y aceptación tan de músico en el otoño de su vida. Calladamente van pasando los temas y, sin grandes alharacas, The Chills vuelven a convertirse en aquel conocido de otros tiempos que tras haberte topado casualmente con él piensas “qué bien ha envejecido”. ∎

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