Álbum

The Murder Capital

BlindnessHuman Season, 2025

Va a ser difícil que The Murder Capital se desprendan, al menos en un futuro cercano, de las comparaciones con Fontaines D.C. La banda liderada por James McGovern comparte con la de Grian Chatten no solamente origen, generación, sonido y una imagen muy similar. También su visión desencantada y visceral de Dublín, que plasman desde una psicogeografía marcada tanto por la altiva petulancia de una capital de nuevos ricos lastrada por la gentrificación y las desigualdades como por el influjo de sus poetas clásicos. Entre ellos, por supuesto, figura Shane MacGowan, cuyo funeral describen en “Death Of A Giant” con un estilo que recuerda a The Strokes.

Y, al igual también que los autores de “Romance” (2024), el quinteto completado por Damien Tuit y Cathal Roper (guitarras), Gabriel Paschal Blake (bajo) y Diarmuid Brennan (batería) expresa esa visión desde la diáspora. Actualmente, sus componentes viven entre Londres, Berlín y diferentes lugares de Irlanda, lo que ha generado no solo cierta distancia madurativa en las letras, sino, diría, un eclecticismo algo más imprevisible, aunque ahí no han llegado todavía a los niveles de atrevimiento de sus colegas más famosos. En este tercer álbum, The Murder Capital juegan con diversas intensidades y dinámicas, pero sin alejarse demasiado del libro de estilo post-punk. Cuando se van por caminos más juguetones, con aires como de cabaret oscuro (“A Distant Life”), no dejan de seguir, con bastante menos inspiración, las huellas de Nick Cave & The Bad Seeds (a quien, por cierto, telonearon en su aclamada última gira).

Es arriesgado el inicio con la abrasiva “Moonshot”, pues hace pensar que todo el disco va a tener ese nivel de agresión y, en realidad, se trata de la única canción con esas características. Es la segunda, “Words Last Meaning”, la que marca el tono más predominante en el álbum: medios tiempos intensos con algún subidón a contrapelo, como también sucede en “Born Into The Fight” y “That Feeling”. A veces, sin embargo, la dinámica es la inversa, como en el caso de “The Fall”, que, cuando parece que va a provocar un estallido que te lance arriba del todo, acaba por hacer honor a su título (la caída). De entre todas ellas, la más lograda puede ser “Love Of Country”. No lo es tanto por su tono de folk-rock lento y acústico, en el que se recrean durante más de seis minutos, como de su texto. Se trata de una lúcida reflexión sobre el patriotismo, la xenofobia y la violencia que se puede relatar tanto desde sus orígenes irlandeses católicos (otro tema omnipresente en el álbum es la refutación de esa fe culturalmente impuesta) como desde la visión global. De hecho, los beneficios de ese single los van a donar a ayuda médica para Palestina. Al parecer, la letra le salió a James McGovern del tirón y así lo dejó, al igual que muchas interpretaciones vocales le salieron a la primera toma. Hablamos de un cantante con carácter y carisma y, sin duda, el principal activo de esta banda.

Este es, por cierto, el segundo álbum consecutivo que producen con John Congleton, tras “Gigi’s Recovery” (2023), aunque esta vez el proceso fue muy diferente. La banda se quejaba de que el anterior trabajo había sido reescrito, y ahora ha decidido apostar más por lo intuitivo, sin darles demasiadas vueltas a las canciones. Eso no quiere decir que les siente necesariamente bien: algunas de ellas suenan más aplacadas o mustias de lo que deberían, y a menudo me quedo con la sensación de que les falta algo. O, desde luego, de que en directo son mejores. ∎

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