Hay un momento, justo antes de que la vida empiece a atropellarte, en el que te paras un segundo porque te hace falta aire. Ahí es donde encaja mejor la música de
The New Raemon, ese alias que Ramón Rodríguez lleva manejando desde hace dos décadas. Su narrativa, directa, captura lo real en bruto, con la lucidez justa para reconfortarte y, si se tercia, incomodarte un poco. Todo a la vez. Y sí, antes fue Madee, y entre una etapa y otra se ha ido marcando discos en plural como
“El problema de los tres cuerpos” (2011) junto a Francisco Nixon y Ricardo Vicente,
“Convergència i Unió” (2013) con Maria Rodés y Martí Sales o
“Nuevos bosques” (2024) con McEnroe, por mencionar solo algunos. Ahora,
“Ocurrimos lejos” aparece con un centro de gravedad distinto: es un disco breve, concentrado, en su estado más puro, levantado alrededor del tiempo, de la aceptación y de ese “estar presente” que él mismo fue entendiendo mientras acompañaba los últimos meses de su padre. La fragilidad está ahí, claro, pero aparece sin subrayado, como una continuación natural de
“Postales de invierno” (2023).
En lo musical, esta propuesta funciona con un equipo mínimo. Ricky Lavado (Standstill, Egon Soda, La Joya) se encarga de toda la batería, y la conexión entre ellos, que viene de lejos, le devuelve al álbum ese pulso tan suyo de los primeros años. Leia Destruye, su hija y miembro de Mourn, aporta coros en momentos puntuales, creando una dinámica familiar que recuerda a la de familias como los Wainwright, padre e hija artistas. El resto lo hace Ramón: guitarras, bajos, texturas y buena parte de la producción junto a Jordi Solans. Grabado entre Estudios Nautilus y una casa del Maresme, el LP encaja con esta etapa suya cada vez más
do it yourself.
Aunque no hay temas capitales que sobresalgan sobre el resto, el disco abre acertadamente con
“Laberinto” y una guitarra limpia, casi despojada. Los versos ya dejan claras las coordenadas: perderse, tropezar, preguntarse quién eres después de muchos silencios acumulados. Habla de sentirse ratón de laboratorio, de dispararse en el pie por pura duda, de flores que caen y vuelven a nacer, de olas que seguirán golpeando cuando el otro se va. E inmediatamente, en
“Sentados sobre el trueno”,
esa lógica se desplaza a un terreno más interior. La batería de Ricky Lavado sostiene el tema con una sensibilidad íntima y expansiva, rompiendo lo previsible con pequeños gestos que apuntalan el clima. La letra remata cediendo protagonismo al tiempo que nos cambia,
“crezco y me marchito”, y las palabras nunca dichas,
“encanece mi barba con cada palabra que no fue pronunciada”.
“Ocurrimos lejos” es una de las canciones más bonitas de este trabajo: ese momento en el que uno entiende quién es y dónde está. Si pensamos en artistas que han optado recientemente por música de cámara con arreglos orquestales (Jens Lekman, Micah P. Hinson o The Mountain Goats), llama la atención cómo, sin tirar de nada de eso, The New Raemon consigue una solemnidad parecida, casi litúrgica.
“Tiempo” suena aún más a sí mismo, inevitable a estas alturas, pero los coros de Leia le dan un matiz distinto. Recupera los veranos que pasó en Irlanda estudiando inglés y mira al tiempo como ese lugar al que vuelves cuando necesitas recolocarte. Y desde ahí, aceptar que madurar también es juntar muchos años en un golpe es lo que activa
“Diez años en un día”,
una canción sostenida por
samples discretos. El tramo central se completa con
“Frente a la bahía”,
el corte más cinematográfico del conjunto, resumido en esa línea que ya es casi un lema
: “Hay quien quiere seguir viviendo, hay quien quiere matar muriendo”.
En la recta final,
“Una vez vi al viento” se construye alrededor de esa intuición que aparece cuando empiezas a percibir cosas que antes no veías, con versos como
“buscando rayos de luz dentro de la nada”. Luego,
“Un poco de otoño” recoge un desgaste tranquilo donde amor y dolor van juntos. Y, finalmente,
“Una piedra en el río” cierra la grabación con una tensión casi táctil, con un ritmo que parece deshacerse y un fraseo escondido:
“No se conocen las cosas hasta que se viven o se pierden”. Aquí es donde esta obra termina de explicar su propio título, apuntando al momento en el que por fin sabes donde te colocas.
No cabe duda de que estamos ante uno de los mejores letristas del país, capaz de capturar una emoción precisa con una frase exacta. Así transcurren los 27 minutos de esta nueva entrega de The New Raemon: pidiendo calma, silencio y una sensibilidad despierta. Su escritura condensa lo real, la conexión con la naturaleza y el entorno, y la batería de Ricky Lavado le añade ese halo de misterio, de tensión calmada, de contemplación y de amenaza. Pero aquí lo importante es que nosotros también “ocurrimos lejos” cuando suenan estas canciones, aunque por fuera parezca que no nos hemos movido ni un milímetro. ∎