Álbum

The Orielles

TableauHeavenly, 2022

Primera regla posconfinamiento: no dejes para mañana lo que puedas decir hoy, por la que nos pueda caer (otra pandemia, la bancarrota extrema, la bomba nuclear, nuestra extinción como especie). Segunda regla posconfinamiento: no aburras al mundo cantándole tus penas en modo casero mientras no podías salir de tu domicilio: no eras el único/a, era prácticamente la humanidad entera. Parece fácil, ¿no? Son dos normas básicas que quizá nos hubieran ahorrado decenas de trabajos tan plañideros como intrascendentes (alguna vez habrá que abrir ese melón), pero que han seguido a rajatabla The Orielles.

El trío de Halifax (West Yorkshire, Reino Unido) sí que supo ver de verdad en el encierro una oportunidad y cambió por completo su dinámica hasta redondear una de las reformulaciones más interesantes del último pop británico: del jangle pop post-C86 de sus estimables dos primeros trabajos a la fantasía sonora que emana de este tercer disco. Cuarto, si tenemos en cuenta su banda sonora La vita olistica” (2021), crucial para entender este giro. Este es un trabajo doble, imaginativo, desbordante de ideas, presuntamente esquizofrénico en su abrazo a múltiples dictados (un poco en la línea de los últimos black midi), pero marcando una secuencia plenamente consecuente –y fascinante– entre sus 16 cortes. Es para escucharlo así. Yo mismo fui víctima del ordenamiento alfabético de sus pistas por parte de mi reproductor de mp3 (sí, algunos aún utilizamos esa antigualla) y descuadrar de esa forma las piezas del puzle desvirtúa por completo la experiencia. Este disco requiere ser degustado en su orden y de principio a fin, sin interrupciones ni alteraciones. Puro arte pop en la era de las playlists aleatorias.

Fue tanto el afán de experimentación y desafío que embargó a Esmé Hand-Halford (voz y bajo), Sidonie Hand-Halford (batería) y Henry Carlyle-Wade (guitarra) que su coproductor, Joel Anthony Patchett (King Krule, Tim Burgess), los animó a vendarse los ojos y empuñar un instrumento que nunca hubieran pulsado. De ahí salió “Transmission”, uno de los temas más sombríos de un trabajo que si por algo destaca es por su amplitud cromática. Su gran piedra de toque es “Beam/s”, un single previo de casi ocho minutos (hay que echarle arrestos) que empieza a lo Tortoise, continúa a lo Lush y luego muta en pop electrónico con voces fracturadas a lo Fred again.. Una de las mejores canciones del año pasado. Su indiscutible highlight. Bien seguido de cerca por el fulgurante pop stereolábico de “The Room”, otra maravilla. Y es que ya sea siguiendo las estrategias oblicuas de Brian Eno o los libérrimos métodos de grabación del jazzman Wadada Leo Smith (dos influencias confesas), The Orielles extraen luminosa armonía de lo que en manos de otros sería un inmanejable caos.

Disonancias, interferencias y puntos de fuga polucionan canciones como “Airtight”, otro guiño a la saga Stereolab-Broadcast-Vanishing Twin, mientras “Chromo II” enhebra trama shoegaze, “Television” se conjuga en clave art pop, “Darkened Corners” parece tributar a los medios tiempos de Yo La Tengo, “Honfleur Remembered” se sacude a ritmo de R&B en formato easy listening “The Improvisation 001” es eso, un delirio exploratorio de casi nueve minutos que clausura la primera cara del primer vinilo. “Tableau” es un delicioso trip, una travesía sinestésica que reclama foco mediático para sus autores. Y atención por parte del público, que se la han ganado. ∎

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