Tras transformarse en artista synthpop de pleno derecho en “After Hours” (2020), Abel Tesfaye certifica ese giro estilístico hasta casi completarlo (ya hay menciones de que estamos en el proceso de una segunda trilogía) en “Dawn FM”, un trabajo con coartada conceptual que muchos han comparado con cierto desdén con opus de la black music contemporánea como el “Lemonade” (2016) de Beyoncé o el “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” (2010) de Kanye West. Palabras sagradas, sí, y más viniendo de un artista que determinados círculos “entendidos” han considerado no apto para conseguir la verificación arty que tanto ansía recuperar desde que la perdió al desviarse de la estética de su primera trilogía.
Y, la verdad, es que el álbum tiene una grandeza mayor de la que le quieren ver: más allá de los melocotonazos disco, pop, funk, electro, boogie y new wave para llenar esas discotecas que se cerraron en la era “After Hours” y para musicar infinidad de TikToks, “Dawn FM” se aprovecha de la visión cinematográfica de Tesfaye para sonar como si de una película se tratase. Esto es una experiencia 360 de retropop que se alimenta esencialmente de una acertada temática, la de una emisora de radio de los 80 con una cierta pátina distópica y sectaria; lo que escuchas mientras te encuentras atrapado en un atasco en un túnel con una luz al final que representa la muerte. Al final ese túnel resulta ser el purgatorio, ese lugar en el que la humanidad lleva atascada casi dos años.
Es un concepto que muchos recordarán haber escuchado en el último álbum de Oneohtrix Point Never, en el que Testaye ejerció de productor ejecutivo. Pero mientras que “Magic Oneohtrix Point Never” (2020) no dejaba de ser música experimental con comentarios sobre el pop radiofónico, “Dawn FM” es la otra cara de la moneda. Un disco desinhibidamente pop con todas las rarezas que se permiten The Weeknd y su nuevo mejor amigo, Daniel Lopatin. Hace no demasiado ni se nos pasaba por la cabeza que el mejor productor de electrónica experimental se sentase con el rey midas del pop, Max Martin, pero así de raruno está el mainstream hoy en día.
Dan ‘OPN’ Lopatin y Martin son polos opuestos, pero aquí en lugar de repelerse se atraen. Entre todos consiguen que suenen las últimas ocurrencias que esperarías en un disco de mainstream que presumiblemente será el más vendido del año aunque sus ediciones físicas aún no estén en las tiendas. Entre pelotazo y pelotazo, The Weeknd invita a su bacanal electro a insólitos aliados: su actual vecino y compañero de confinamiento Jim Carrey ejerce de maestro de ceremonias de 103.5 Dawn FM, prometiendo una hora de “música comercial liberadora” entre anuncios paródicos narrados por el propio Tesfaye y Josh Safdie, que ya lo dirigió en “Diamantes en bruto” (2019).
Pero en “Dawn FM” pasan millones de cosas maravillosas y extrañísimas, como que el adorador/imitador de Michael Jackson Abel Tesfaye recupere a Quincy Jones no para producir algún hit a lo “Off The Wall” (1979), sino para que contribuya en un interludio con un discurso en el que recuerda una experiencia traumática que le marcó en toda su vida adulta. O que explote en “Out Of Time” un potencial revival de city pop gracias al sample que el canadiense usa del clásico japonés de Tomoko Aran. Antes, The Weeknd también abandona momentáneamente el falsete que le ha pagado la mansión de Bel Air de 70 millones de dólares que compró el pasado verano para recitar al poeta Rilke y para cambiar su registro vocal en “Sacrifice” –una canción muy Depeche Mode, como sacada de una mazmorra gótica–con una entonación más impávida y sorprendentemente british. Y, por si todo esto no fuera poco, en la misma canción Tyler, The Creator tira de swag justo antes de que aparezca Bruce Johnston (The Beach Boys).
Pero hablemos de música y canciones, porque aquí también hay algunas maravillas y algún que otro tropiezo (la producción de “I Heard You’re Married” de Calvin Harris no nos hace soñar con una continuación de “Funk Wav Bounces Vol. 1” tanto como pensábamos). “How Do I Make You Love Me?” es ese tipo de ultrakitsch que demuestra que Abel ha estado estudiando del mismo manual de estilo retro que la Gaga de “Chromatica” (2020). La ya conocida “Take My Breath”, inicialmente un single para nada a la altura de los “Blinding Lights” y “Save Your Tears” de turno, ahora se crece con una extended version ya no tan deudora de Giorgio Moroder y quizá más influenciada por sus admirados Daft Punk. Inmediatamente después, y también gracias al increíble flow entre las canciones, irrumpe una “Sacrifice” que lucha contra “Gasoline” para erigirse como el gran hit del álbum gracias a un groove durísimo y una estética french house que se emparenta más con Thomas Bangalter y toda la escuela Roulé.
Todo esto en una primera mitad irredenta y que se nutre de la habitual sordidez de Tesfaye, que se frena con la no menos maravillosa balada citada anteriormente “Out Of Time”. En el tramo central, más calmado, busca convertir todos sus remordimientos en redención, con canciones sobre la friendzone y liarse con tías casadas, pero también con otras en las que recupera el romanticismo inocente y la afición por la monogamia. En general, y sin venirnos arriba demasiado (que aquí sigue habiendo algo de desamor tóxico), podríamos decir que el canadinese está haciendo progresos en sus sesiones de psicoterapia a 400 dólares la hora en un casoplón de Baldwin Hills (Los Ángeles).
The Weeknd ya ha demostrado en el pasado que gusta de guardar algunas de sus mejores cartas para el final de los álbumes. Ya lo hizo en “After Hours”, con esa dupla formada por el muy Chromatics tema titular –que mereció tener mejor suerte en la radio– y “Until I Bleed Out”, una outro donde mejor lució un Lopatin entonces aún secundario. “Dawn FM” se cierra con una “Less Than Zero” más Bret Easton Ellis que Elvis Costello. Otro número de synthpop hiperactivo que entre teclados saltarines y lo que parecen coros infantiles se acerca a terrenos de Clap Your Hands Say Yeah y todo ese indie eufórico de los dosmiles (no debería sorprender a los que vieron en “Hardest To Love” un rollo puro Postal Service). Y lo que hace Jim Carrey con el spoken word de “Phantom Regret” ya son palabras mayores. Tres minutos de soliloquio existencialista sobre la aceptación y el entendimiento de uno mismo, sin duda influenciado por su afición a la meditación trascendental que encapsula toda la filosofía del álbum. ∎