Aunque en sus orígenes These New Puritans exhibían una pegada contundente y derivada de un post-punk más cercano a lo industrial y abierta a cierta disonancia electrónica y rítmicas más agresivas del hip hop hardcore de los noventa, su carrera más bien se ha definido por una aproximación ceremonial a la música, mucho más contemplativa, y por incorporar paulatinamente el espectro neoclásico según iban dejando entrar influencias de Bark Psychosis o del último Scott Walker. A medida que se iban despojando del pulso, reinventándose a cada trabajo, se refugiaban más y más en la incomplacencia, convirtiéndose en una especie de isla atemporal y fuera de cualquier escena, y dejaban más y más atrás la idea de aprovechar el relativo éxito comercial que acompañó a “We Want War”, sencillo de “Hidden” (2009) que llegó contra todo pronóstico a la banda sonora del videojuego mainstream “Assassin’s Creed. Brotherhood”. Su quinto álbum queda, en cierto sentido, entre aquel “Hidden” al que muchos fans se resisten a desasirse y la orgánica neoclásica de “Field Of Reeds” (2013), pero enfocado con la digresión pop de unos Talk Talk y prorrogando en cierto sentido las preocupaciones espirituales y elementales de su predecesor –“Inside The Rose” (2019), primera entrega tras relocalizarse el dúo en Berlín–; es un disco ancestral y simbólico, ominoso en su instrumentación, pero al mismo tiempo uno terrenal y corpóreo, adherido a impulsos y formas físicas y conectado con la trascendencia religiosa, pero también con lo profano, lo pagano, lo material. Y sobre todo, es el primer trabajo en el que los británicos no se reinventan de forma radical sino que profundizan en sus inquietudes más recientes.
Con Graham Sutton, precisamente de Bark Psychosis, como coproductor y tercer miembro a todos los efectos de These New Puritans tras la salida de Thomas Hein, y después de adentrarse los hermanos Barnett en terrenos sinfónicos y camerísticos de la mano de la orquesta mixta s t a r g a z e de André de Ridder en “The Cut 2016-2019” (2020), “Crooked Wing” balancea excepcionalmente –sobre todo en su primera mitad– la intensidad y la intimidad, la megalomanía y la circunspección, la pegada física y la abstracción, y ofrece algunos de los momentos más adictivos de su carrera, al mismo tiempo que deja ver una persecución de la belleza naturalista entendida de una forma más concreta que en “Field Of Reeds”. La minimalista “Bells” juega con los patrones repetitivos de Steve Reich, pero la voz de Jack Barnett, como sucede en “The Old World”, lleva inscrita la hondura emocional de un Matt Berninger que es capaz de ver la luz, empujando la canción lejos de toda extrañeza o inaccesibilidad, y “I’m Already Here” arranca completamente en los territorios ancestrales, espirituales pero al mismo tiempo aferrados a la tierra, de Sigur Rós.
La intensidad vuelve por tanto a un trabajo de These New Puritans, y lo hace con fuerza. “Crooked Wing” es como esa fuerza ancestral y poderosa que espera durmiente bajo la tierra en la apertura que es “Waiting”, y que sigue ahí, cristalizada, en el reprise final de “Return”: un álbum completamente grimdark, sombrío y cruento, atormentado por cánticos oscuros e insidiosos y campanas demoníacas, colapsos industriales y el humor siniestro de un órgano, hostigado por tambores de guerra, y tocado por magia de hadas y coros sagrados que buscan ofrecer algo de salvación. La voz feérica de Caroline Polachek alivia la opresión percutora de “Wild Fields”, sostenida sobre un drone analógico y espacial que recuerda al “Sexy Boy” de Air con atmósferas depechemodianas; y algo parecido sucede en “A Season In Hell” –desde ya entre los temas más certeros y directos de la discografía de These New Puritans– ante un arpegio organístico y una percusión crispante: las prisiones imaginarias de Piranesi en las que Jack Barnett ha reconocido inspirarse podrían ser también como los pozos de nacimiento en los que Saruman crea bajo Isengard a los Uruk-hai, pero la voz de la angelina llega como el agua purificadora después de que los Ents liberen la presa. En “Industrial Love Song” los dos cantan a dueto sobre dos grúas enamoradas, “higher than the setting sun, made of metal, we are made of stone”, pero perfectamente podrían ser dos seres de alta fantasía, “dos peregrinos de la niebla”, embarcándose en su última aventura.
Lo mejor de todos los discos de These New Puritans, en cualquier caso, es que siempre esconden guiños que invitan a pensar en una nueva dirección, y ese honor queda reservado en esta ocasión a “Goodnight”: una balada a piano con reminiscencias, de nuevo, de The National a la que se suman unas preciosas flautas y, sobre la mitad, modula hacia territorios misteriosos mecida por una melancólica trompeta jazz –y el increíble contrabajo de Chris Laurence– mientras un coro de extrañas criaturas olvidadas canta murmullos apenas perceptibles. La lengua perdida de algún pasado futuro es el idioma en el que los New Puritans mejor parecen comunicarse. ∎