Álbum

Throwing Muses

Moonlight ConcessionsFire-Popstock!, 2025

El poético título del nuevo álbum de las Musas de Rhode Island hace alusión, en realidad, a un lugar concreto: una concesión –algo parecido a un camping– en la playa de Moonlight, en Encinitas, unos pocos kilómetros al norte de San Diego, California. Allí pasó un tiempo con su hijo en una caravana, en un período sin casa propia, con otras personas en la misma situación. En ese ambiente de fogatas nocturnas y compartir experiencias compuso Kristin Hersh estas canciones. Artista de sensaciones y ferviente creyente en la inspiración –el nombre del grupo quizá no sea tan de broma–, se llevó los temas a su estudio favorito en Rhode Island, situado en un antiguo establo de caballos, donde las grabó con su grupo y con la coproducción de Steve Rizzo. Y algo de ese ambiente mágico y esotérico ha impregnado los surcos de este álbum, undécimo en la cuenta de Throwing Muses, tras más de cuarenta años de historia.

Mantener activa una banda durante un período tan largo es, en algunos casos, una excusa para seguir haciendo caja y alimentar el maltrecho ego en conciertos que apelan a los buenos tiempos. Los del grupo en cuestión y los del fan primigenio; recuerdos del pelo largo. Nada que ver con Throwing Muses. Kristin Hersh, absoluta líder del combo, lleva tantos discos en solitario, a su nombre, como con su banda principal. Hay que añadir dos más, de su tercer proyecto 50 Foot Wave. Con una personalidad tan marcada como la de ella, no siempre es fácil delimitar el espíritu de cada encarnación de su arte. La primera diferencia la establecen sus músicos acompañantes, aquí los fieles Bernard Georges al bajo y David Narcizo a la batería, y no es un reconocimiento desde la buena educación: los tres juntos generan una dinámica palpable, que se hace sentir. Aunque Kristin ha apostado esta vez por un sonido acústico, el sentido rítmico de sus nuevas canciones contrasta con la quietud íntima de las de su último álbum en solitario, “Clear Pond Road” (2023). El sonido orgánico, misterioso, onírico y amenazante puede encontrar parangón en la perturbadora tela de araña que teje PJ Harvey cuando reduce voltaje eléctrico.

La singular voz rasposa de Hersh no disimula el paso del tiempo y suena como la de una vieja hechicera que lo ha vivido todo y combina sorna y advertencia para con el recién llegado. En la sinuosa “Summer Of Love” celebra las dificultades de su temporada sin casa como las de la vida tal como debería ser, indirectamente un alegato anti pop star. En “South Coast”, que le sentaría como un guante a Mark Lanegan de seguir entre nosotros, apela desafiante a las personas en la comodidad de su hogar; lo suyo tendrá el mismo final en la Tierra. El cuarto miembro del grupo en esta grabación, el violonchelista Pete Harvey, que aporta un toque distintivo a lo largo del álbum, brilla tanto en la calma de “Theremini” como en la poderosa rítmica de “Albatross” y la dulzura de “Sally’s Beauty”, la más cercana a su arte en solitario.

Alternando esa especie de exorcismo blues, rasgando la acústica con fuerza, enseñando dientes, cicatrizando heridas, con la majestuosa paz meditabunda de la titular “Moonlight Concessions”, cierra un álbum con nueve canciones que han recibido el mismo salitre y el mismo sol, y que la conexión de Kristin con ese espacio superior regentado por las musas –nada de arte trabajado en oficina de 9 a 5– nos las sirve como fragmentos de ese algo inasible tan ausente en este mundo moderno. ∎

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