Hay discos que buscan abrir un camino y otros que, directamente, lo asfaltan, lo iluminan con LEDS y te suben a un coche sin frenos. “NEVER ENOUGH” es esto último. El cuarto álbum de Turnstile –la banda de Baltimore que pasó del DIY hardcore a las portadas de revistas y los sets en Coachella– no pretende demostrar nada, porque ya lo hizo todo con “GLOW ON” (2021). Lo que hace ahora es quedarse con el control del volante y pisar a fondo.
Desde que irrumpieron en 2015 con “Nonstop Feeling”, Turnstile fue esa anomalía encantadora: punk sin mala leche, energía sin nihilismo, riffs gordos con alma abierta. En “Time & Space” (2018) ya coqueteaban con otros lenguajes –que no pertenecen al hardcore ortodoxo–, pero fue “GLOW ON” el disco que los disparó al mainstream sin perder el respeto de los suyos. Ahora, sin el guitarrista fundador Brady Ebert, con Meg Mills sumándose al equipo posteriormente y grabando en la misma villa de Laurel Canyon donde los Red Hot Chili Peppers hicieron historia con “Blood Sugar Sex Magik” (1991), vuelven con un álbum que lo quiere todo. Y que, la mayoría del tiempo, lo consigue.
Desde el inicio, con “NEVER ENOUGH”, dejan claro que el hardcore ya no es un corsé, sino un punto de partida para hacer lo que les dé la gana. Fue el primer adelanto, y se nota: sintetizadores brillantes, una batería que entra como cuchilla caliente y Brendan Yates cantando como si quisiera abrazar al oyente en medio de una tormenta. Eso sí, repiten tanto “never enough” que por momentos parece que están intentando convencerse a sí mismos. “SEEIN’ STARS” fue otro de los vídeos lanzados como doble sencillo junto con “BIRDS”, y funcionó como resumen perfecto del equilibrio Turnstile 2025. La primera se deja llevar por una cadencia funk de club suave, donde el bajo de Franz Lyons se desliza más que golpear. Hay delay, hay eco, hay atmósfera. La segunda lo revienta todo: Daniel Fang entra a matar con una batería sucia, directa, animal. Es uno de los pocos momentos donde Turnstile se permiten sonar solo hardcore, y te lo agradecen dejándote sin aire.
El tercer adelanto fue “LOOK OUT FOR ME”, y no es casual que ocupe el centro emocional del disco. Empieza con guitarras amplias y melódicas, con un ritmo que se estira como goma caliente, y un estribillo que se repite hasta hacerse un lema obsesivo: “Now my heart is hanging by a thread”. En el último tramo, el tema muta hacia una base electrónica con aire de club, y ahí aparece la frase más devastadora: “We’re standing in a line to disappear / It’s unfair”. Es el corte más ambicioso del disco, y probablemente el más logrado: no tiene miedo de estirarse, romperse y volver a recomponerse.
“I CARE” abraza el pop ochentero sin pudor: baterías con reverb, guitarras brillantes y un bajo que parece guiado por el espíritu de The Police. La melodía entra fácil y se queda. En el otro extremo está “DULL”, que mezcla riffs pesados con efectos glitch y un fraseo casi balbuceante, como si Yates cantara a través de una interferencia emocional. Y entre ambos extremos, Turnstile construye un disco que se permite estallar (“SOLE”), arder, flotar (“SUNSHOWER”) y evaporarse (“MAGIC MAN”) sin dejar de sonar a ellos mismos.
Puede que “NEVER ENOUGH” no tenga el factor sorpresa de “GLOW ON”, pero tampoco lo necesita. Es un disco menos inmediato y más atmosférico, que gana con escuchas y no teme sonar enorme, melancólico o directamente raro. Donde otros habrían hecho una copia segura del éxito anterior, Turnstile se suelta el cinturón, pisa el pedal y, por el camino, redibuja qué puede ser una banda de hardcore en 2025. Y lo mejor es que parece que acaban de arrancar. ∎