El auténtico cisma, el punto de no retorno, fue “Vagabon” (2019), disco con el que Lætitia Tamko dio esquinazo al ardor eléctrico de “Infinite Worlds” (2017) y empezó a coquetear con la electrónica vaporosa y el R&B abstracto con injertos de pop mutante. El cambio fue notable, pero no acabó ahí la cosa, ya que en “Sorry I Haven’t Called”, su tercer disco, la camerunesa vuelve a mudar la piel para renacer como gaseosa diva electropop.
Gestado poco después de la muerte de su amigo y colaborador Eric Littmann, lo normal es que a Tamko le hubiese salido un disco de canciones fúnebres y desoladas. Con esa idea en mente, de hecho, se borró del mapa, apagó el móvil y se instaló en un pueblecito alemán en el que lo único que podía hacer era penar y escribir. Llorar y componer. La sorpresa fue descubrir que el duelo era en realidad libertad pura. “Encuentras algo tan insoportable que te destroza por completo. Te conviertes en un recién nacido”, explicaba Tamko en una entrevista reciente.
Le bastó con tropezarse con una cita de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust (“si hay algo tan ruidoso como el sufrimiento es el placer”) para convencerse de que el exorcismo pasaba por rendirse a la euforia, a la alegría. “Esperaba que me salieran canciones realmente tristes, pero sucedió todo lo contrario”, le contó a la revista ‘DIY’. Es así como el notable y aventurero “Sorry I Haven’t Called” enreda amor y desamor, humor y despecho, mientras Tamko se abre camino con ligereza a través del pop líquido salpicado de beats y, con la ayuda del ex Vampire Weekend Rostam Batmanglij, lo filtra todo por un tamiz de electrónica juguetona y desvergonzada.
La sedosa y burbujeante “Can I Talk My Shit?”, confesión inaugural y chapoteo de versos como “I’am way too high for this, riding on a wave too low”, marca el tono de un disco que suena a amanecer balear y a dulce resaca asomando por la esquina. A euforia fundiéndose poco a poco con la melancolía y a grabación perdida de The Beta Band. Con el dance-pop como base de operaciones, Tamko picotea del dream pop, la electrónica de club, el drum’n’bass, el R&B futurista y los balearic beats, de Arlo Parks, Everything But The Girl y el trip hop de los noventa, para firmar su mejor trabajo hasta la fecha y hacer acopio de protohimnos gracias a la retorcida “It’s A Crisis” y al trote irresistible de “Carpenter”. “Lo último que quiero es la guerra para nosotros”, canta a modo de despedida en “Anti-Fuck”, espartano himno al desamor romántico hecho de guitarra y distorsión que parece cerrar definitivamente la puerta a la Vagabon de “Infinite Worlds”. Después de esto, viene a decir, ya no hay vuelta atrás. ∎