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La vida que amo. Un homenaje a Rafael BerrioWarner, 2022

Rafael Berrio (1963-2020) era un músico de músicos. Es decir, un artista que generaba un consenso casi abrumador entre compañeros de profesión mientras el gran público (sea lo que sea eso) lo desconocía. Este álbum de homenaje bien podría servir para que su música, casi siempre henchida por una dimensión filosófica poco común, presta a un existencialismo poético, se proyecte a audiencias algo mayores de las que frecuentó: ya sabemos que si algo hacemos estupendamente en este país es morirnos, y casi siempre hay que esperar a que alguien ya no esté para que su estatura creativa quede en cierto modo restaurada en el imaginario popular tal y como merece.

“La vida que amo. Un homenaje a Rafael Berrio” es un sentido y cariñoso tributo en forma de disco que llega tras los tres homenajes que se le dispensaron al irrepetible creador donostiarra: sendos conciertos colectivos en la Filmoteca Española en Madrid (en 2020) y en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián (en 2021) y la exposición en el Centro Cultural Ernest Lluch de San Sebastián (también en 2021). El músico murciano RAÚL BERNAL lo ideó desde Granada, y lo cierto es que la diversidad geográfica y estilista de quienes aquí se implican muestra a las claras la amplia onda expansiva del discurso del homenajeado: un puñado de músicos de Madrid, de Canarias, de Andalucía, de Mallorca, de Segovia o de (obviamente) Euskadi adscritos al pop, al rock o a la canción de autor –con todos los matices que se quieran– volcados en la reivindicación del corpus de Berrio desde la admiración, el respeto y, cómo no, la reverencia, ya que aquí tendría poco sentido la pleitesía desde la transgresión o la desfiguración de los originales. Son once canciones en vinilo y trece en CD: “Mis ayeres muertos” a cargo de TONI BRUNET y “No pienso bajar más al centro” por JAIRO MARTÍN son las que se quedan fuera del plástico.

Lo más curioso es constatar que prima la relectura del último tramo de su obra (especialmente de su último álbum, “Niño futuro”, de 2019, con cuatro cortes, por delante de “1971” –de 2010– y “Diarios” –de 2013–, que son las dos cumbres que siempre generaron mayor consenso crítico), algo plenamente achacable a la elección libre de todos los implicados, y también que la mayoría de ellos acaban prácticamente sonando más a Berrio que el propio Berrio. Me explico: en una clave de cantautor clásico aún más acusada que en las composiciones originales, ya que generalmente impera la contención, la depuración de estilo y la eliminación de capas instrumentales. Es lo que ocurre con “Dame la vida que amo” a cargo de SANTI CAMPOS, “Considerando” por QUIQUE GONZÁLEZ, “Simulacro” por FINO OYONARTE, “No solo de amor” por DIEGO VASALLO o “Mi álbum de nubes del cielo” por LUIS ARRONTE, esta última desprovista de la clásica dicción dylaniana de Berrio. Son JOSÉ IGNACIO LAPIDO (“Abolir el alma”), Jairo Martín (“No pienso bajar más al centro”) y CHENCHO FERNÁNDEZ (“Tu nombre”) quienes añaden exuberancia y mayor octanaje de rock recio a un repertorio que, en cualquier caso, cobra aquí coloraciones inéditas sin necesidad de tachonar el libro de estilo, quizá sugiriendo lo mucho que tanta gente se estaba perdiendo por desconocimiento o prejuicio. ∎

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