Cuando Villano Antillano emergió de las profundidades a lomos de la “Bzrp Music Sessions, Vol. 51” (2022), su presencia fue percibida como un soplo de aire fresco en un entorno masculinizado. La puertorriqueña dominaba los códigos, los modelos de conducta, el fraseo y el sesgo lírico, pero vestía aquello con un traje político que rara vez se había visto desde antes del trap. En el período comprendido entre 2018 y la actualidad, no se podía decir de muchos artistas que su discurso fuese explícita y activamente ideológico: Trueno hacía lo suyo en Argentina, y en España tuvimos un pequeño momento de gloria con IRA o Free Sis’ Mafia, pero nada que traspasase las fronteras de lo underground. Por supuesto que PXXR GVNG representaban en sus canciones una línea de pensamiento concreto, pero esa no era una intención premeditada. Antillano se posicionaba, en un entorno tibio, como anticolonialista, antirracista y antifascista: “you know who tf if this, the girl that is not cis”, reza su biografía (“sabes quién coño es, la chica que no es cis”), y el uso de la partícula “the” en lugar de “a” implica que, efectivamente, es la única.
Por tanto, resulta extraño el viraje de 180 grados que la artista ha dado en su segundo LP. “Miss Misogyny” no busca, en ningún momento, romper las reglas del juego, sino adaptarse a aquel para quizá, con un poco de esperanza y el paso del tiempo, cambiarlo desde dentro. La intención más subversiva de la puertorriqueña se encuentra en el propio título: el trabajo es un homenaje a las mujeres raperas más rebeldes, afirma la Villana. “Esto es para las cínicas y las chamacas con problemas de actitud; tú siempre estuviste clara y ellos no saben un carajo, beba”, explica en su nota de prensa. Así, con “Miss Misogyny” realiza una campaña de visibilización tras años de ignorancia al 50% de la escena hip hop: las mujeres. El mensaje inmediato, sin embargo, parece reivindicar que no reivindicar nada también es lícito. Que por ser una persona disidente y/o pertenecer a comunidades en los márgenes no tiene la obligación de politizar su creatividad.
El concepto está claro desde el minuto uno. En su portada, rodeada de flores, la rapera acaba de ganar Miss Universo, o un concurso de belleza similar. En el interior del trabajo, punchlines durísimos, agresivos y nada propios de una dama. El contraste es la clave, pero tanto dentro como fuera la frivolidad es similar. Escrito por Villano Antillano y coproducido junto a Young Martino, este segundo álbum en solitario es una colección de trap al uso, con recitados agilísimos pero no tan audaces. El tipo de trap que hace diez años escandalizaba a tus padres y a la prensa, pero la sobrexposición le otorga inmunidad a cualquiera: es una propuesta que ya no asusta a nadie. Villano fantasea con su propio OnlyFans en “CamGirl >.<!!!” (“Yo me toco, ellos pagan por verlo, bendecida porque sé moverlo”), con otras manifestaciones sexuales explícitas y verbalmente violentas –“Y yo sé demasiado es un peligro lo confieso, nada más de verme el hueso se le pone tieso” en “Títeres” (con Nesi), o “Me mete más duro pa’ que no me olvide, marca territorio al estilo reptiles” en “Vicio” (con Mala Rodríguez)– y, por supuesto, con las drogas (“¿Dónde está tu jevo el que vendía cristal? ¿No es ese que viene? Mira, ¡baja el cristal!” en “1-800-CRISTAL” o “Me mеti una pepa, me puse clonazepamela, kame kame kame ha, no pueden decirme na’” en “Clonazepamela”).
Hi-hats atresillados, bajos 808, modo menor o cajas en el tercer tiempo del compás yuxtapuestas a temáticas de drogas, noche, sexo y hoes. Antillano rapea magníficamente, y eso es lo más reseñable del trabajo. A excepción del fraseo, nada que La Zowi no hubiese podido publicar en 2017. Pero estamos en 2024, y Yung Beef hablaba, hace apenas una semana, de su proceso en un centro de desintoxicación. ∎