Tras el viraje sintético de “SPARK” (2022), no tan bien recibido como ellos esperaban, Whitney vuelven un poco al principio, al country-folk-soul de mimbres acústicos, pero con la sabiduría que dan diez años ya de carrera. Aunque tenga pequeños desvíos a lo inesperado, “Small Talk” suena sobre todo a depuración madura de su estilo más canónico.
Si en el disco se respira, a pesar de los dramas contados, mucha tranquilidad, quizá sea porque la banda ha trabajado más relajadamente que nunca, a su ritmo, sin un productor externo –hacen ellos mismos el trabajo con su amigo y ocasional guitarrista rítmico Ziyad Asrar–, sin la presión de tener que romper con lo anterior, tan solo con la voluntad de rompernos el corazón.
Y lo hacen, a menudo lo hacen. Por ejemplo, con la inicial “Silent Exchange”, en la que Julien Ehrlich canta desde un funeral: “Me muerdo la lengua cuando me preguntan cómo he estado / Porque no puedo hablar sin llorar otra vez”. De nuevo exhibe ese falsete suyo tan característico, producto de una escucha obsesiva de Marvin Gaye en sus días de instituto. La influencia soul resuena en esas letras tan simples y, a la vez, tan dolorosas. Todo parece indicar que se llora al abuelo del guitarrista Max Kakacek, antiguo luchador de lucha libre al que se rinde homenaje, además, en un corte titular cantado desde la óptica de su esposa.
No es más alegre el contenido lírico de “Won’t You Speak Your Mind”, sobre las dificultades de una relación a distancia, pero los siempre sutiles Whitney se sueltan el pelo y se ponen casi yacht rock en uno de sus cortes más bailables hasta la fecha. Difícil no cabecear un poco con esa guitarra escalonada del estribillo. Debe ser el tema más sorprendente del lote, seguido de cerca por “Evangeline”, impelida por una épica inesperada (esos platillos orquestales en el estribillo) y construida como un diálogo (al otro lado, Madison Cunningham) entre dos personas que se decepcionaron mutuamente y no saben si decir (o cómo decir) “lo siento”.
Por lo general, Whitney se dedican a su estilo de canción más conocido, ese de melodías a la vez tristes y felices y arreglos tan dulcemente calculados: cuerdas bien dosificadas, virutas de viento-metal. Como en el revelador “Light Upon The Lake” (2016), Ehrlich y Kakacek se dejan inspirar por la ruptura con sus respectivas novias: el protagonista de “Dandelions”, un tipo del Medio Oeste que recorre el país para vivir con su chica en una gran ciudad y acaba volviendo a casa con la cabeza gacha, está inspirado en sus propias experiencias de hace dos años. “Puede llevarme un año coger el aliento / Quitarme esto de encima / Encontrar una nueva dirección / Enamorarme otra vez de la hora estándar del centro”.
También la final “Darling” empieza como triste tema de ruptura (“pensé que todos nuestros problemas estaban justificados / mis mejores amigos me decían lo contrario”), pero en cierto punto el ritmo se impone, el sol vuelve a salir y la música dibuja ante nosotros una fantástica carretera por recorrer. ∎