Que Arnold de Boer no llegó a formar parte de The Ex por casualidad es algo que queda de manifiesto en Zea, uno de los tantos proyectos que orbitan alrededor de ese núcleo central insobornable que es The Ex, cosmología plural y aperturista de la ética DIY que, desde hace ya cuatro décadas, no ha dejado de transitar por los pasillos que llevan a toda clase de esferas sonoras abiertas a la reinterpretación o hibridación. El primero de estos casos es el adoptado por De Boer en “Witst noch dat d’r neat wie”, continuación del más que reivindicable “Moarn gean ik dea” (2017).
Para su nueva encarnación en Zea, De Boer se nutre de textos propios y de Bert Schierbeek, Hans Faverey, Anne Wadman y Benjamin Mays en una lección de cómo aprovechar las posibilidades de acentuar el dramatismo proveniente de la dicción vocal surgida del frisón. Para realzar su investigación poética del idioma, la base instrumental es el minimalismo acústico, con toda clase de variables en torno a la base folk, aquí maleada desde el mismo arranque del álbum, con un “Witst noch dat d’r neat wie” que suena a protoblues cavernoso, vigoréxico en silencios y fluido a través de sus dentados retazos de spoken word. En otros momentos, como en “Doch noch” o “Boarne”, la tensión folk de la disonancia acústica define el hambre expresiva de un tipo dotado con la capacidad para conjugar sus diferentes yoes interpretativos en un mosaico estilístico donde no falta el tribalismo catártico de “Fuort” o el spoken word con rieles avant-garde de “Paskamear”. Tampoco debemos olvidar su especie de mutación en Colin Newman neerlandés folk en “Sucht” y el absorbente mantra hilado en “Ik gean nea dea”.
Dentro del caleidoscópico crisol de formas abducidas por De Boer, el momento más estremecedor es su apropiación de “Ne me quitte pas” (“Gean net by my wei”), la canción más desesperada que se ha escrito en torno a una súplica amorosa, obra de Jacques Brel, a quien De Boer reinventa en torno a una interpretación desnuda y brutalmente apasionada.
En todos los cortes aquí reunidos, se imponen las filias multiculturales de De Boer, circunstancia que reconoce a la hora de presentar el álbum: “Muchas de mis letras tienen conexiones con otro idioma o cultura. Así como varios idiomas juegan un papel en mi propia vida diaria”.
De esta necesidad por expandir las conexiones a otras culturas y lenguas también surge un más que pertinente libro de letras traducido en diferentes idiomas, que consolida el concepto general de una obra que equilibra ambiciones con resultados en un todo final que nos adentra en el maelstrom creativo de su autor. ∎