ugería el Marcel Proust de “Contra Sainte-Beuve” (1954) que la literatura es lo que se hace pese al autor, no a propósito de él. La onubense Rocío Márquez también suelta un parecido discurso (lo que ahora se suele llamar relato) sobre la génesis de su nuevo disco, el sobresaliente (ya lo he dicho; cuanto antes, mejor) “Himno vertical” (Delirioyromero, 2025), gestado con la muy estimable colaboración musical del guitarrista Pedro Rojas Ogáyar (y también, para las letras, de la escritora jienense Carmen Camacho; sin olvidar la influencia de la poesía del argentino Roberto Juarroz): que si ha estado atenta para escuchar voces que son de dentro y le dictan cosas, etcétera. Pero que el árbol de su modestia (o de su relato) no nos impida ver su espléndido bosque: sin Rocío no habría surgido este disco, sin ella no sería como es. No he escuchado un mejor disco español en 2025.
La cita para la entrevista es en un bar de la Plaça del Diamant del barcelonés barrio de Gràcia. La ubicación os puede sonar por el libro del mismo título de Mercè Rodoreda. Sesenta y tres años hace ya que se publicó. Nada que ver, lo que se dice nada, aquella plaza con la actual, de bancos duros e inundada de repartidores de Glovo y demás gentrificaciones. Pero, en fin, dicen que mientras tengamos salud...
Rocío no para de hablar, pero se para para hablar. Se toma su tiempo antes de responder cuando se lo tiene que tomar y se frena en los silencios cuando se tiene que frenar. El motivo de la entrevista es su nuevo disco, “Himno vertical”, que se publicó el 22 de mayo. Una especie de (íntimo, místico, delicado) réquiem que utiliza el flamenco como si fuera una brújula polivalente: mitad cartográfica, para marcarnos el terreno con tres dictados, y mitad lensática, para navegar sobre él a través de una canción y siete cantes jondos que Márquez desdibuja con gusto y según le dicta la inspiración. “Salto de mis propias manos, tobogán que me he invertido, inventándome en el plano como un colibrí sin hilo. Dicen que apunto maneras, soy un pajarillo nuevo, cayendo al aire sin freno hasta un fondo inexplorado …”, canta angelical en la guajira “Vuelo”. E inspiración aquí no falta. Es un chorreo que no cesa y por su interior rueda, “más allá de cuanto muera, dando sentido a estas noches que atravesamos en vela”, como escuchamos en la canción “Palabra”.
Para no entreteneros más, aquí van (un poco resumidas, un poco editadas, pero poca cosa, casi como fueron dichas) las respuestas de Rocío a lo que se le iba preguntando o a lo que iba surgiendo en la conversación, que tuvo más de improvisación que de guion, más de dejarse llevar y fluir que de actuar y fingir. Como el disco que nos ocupa.
“No sé la gente cómo vive el duelo, pero yo no lo vivo de una manera expansiva, para mí han sido dos años jodidamente introspectivos. Todo viene de la muerte de mi prima Nuri, que para mí era como una hermana, y de la idea de sostener esa muerte y aceptarla para poder atravesar la vida. De ese círculo que se cierra. Tenemos que dejarnos morir para poder nacer y así una y otra vez. En el arte es también así, es el ejemplo más claro que tengo, más allá del paralelismo con la vida. Ahí es donde nace la idea de los tres dictados del disco, de que sean la génesis del propio proceso creativo, porque justamente para mí un trabajo nuevo, un disco nuevo, equivale a dejarme morir del anterior. Habría sido muy fácil agarrarme al último, a ‘Tercer cielo’, sobre todo porque ha medio funcionado. Es muy fácil identificarte con lo que ya te identifican otros, y si estás cómoda ahí y ya te lo has currado, pues a seguir en esa línea… Pero para mí el reto ahora era dejarme morir y esperar lo que viniese, que además es algo que no creo que lo genere yo, porque pienso que los artistas somos canales y que nos viene lo que tiene que ser cantado y tocado. Aunque aquí ya me estoy poniendo un poco mística…”.
“Pedro y yo nos teníamos fichados y en el radar, hacía ya por lo menos tres años que hablábamos de tomarnos un café y a ver si hacíamos algo. Al final él me pegó un toque por un amigo común, después coincidimos en 2022 en un homenaje a Saramago que dirigió Rafael Villalobos en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, donde participamos, pero cada uno cantando y tocando por su lado, y ahí nos dijimos que teníamos que quedar, pero estábamos muy liados, hasta que al final el verano pasado se dio la ocasión y dijimos ‘vamos a ver qué pasa’. Y cuando de una improvisación sobre una pieza te sale una toma de media hora lo primero que te dices es ‘esto es muy raro, se nos va a tener que dar muy mal todo lo demás para que de aquí no salga algo, porque esto va solo’”.
“Así que ese verano estuvimos divagando a tope, obsesionados con este proyecto, que nada más que hacíamos esto, levantarnos y comer y acostarnos con lo mismo, y hablé con Ernesto, mi mánager, y le dije ‘lo tenemos’ y me dijo que en septiembre nos sentábamos y planificábamos. Y en septiembre hicimos la planificación entera y hasta hoy. Porque yo no es que no me comprometa con los plazos, pero no pongo la obra bajo la presión de ese compromiso. La obra tiene que estar libre, hay que buscar la manera de no atormentarla, de no someter los ritmos del proceso creativo a los de la industria musical porque si no, estamos perdidos. Me gusta dejar la puerta abierta. Llevo ya tres años girando con ‘Tercer cielo’ y tenía un poco las ganas de buscarme y expresarme en otros códigos, de ponerme a dialogar musicalmente con otra fórmula, de conocer otros registros míos, por seguir aprendiendo, por seguir poniéndome un poco en la cuerda floja. Lo intenté en un par de ocasiones, con otros proyectos, y no funcionó, pero en esta tercera sí”.
“Ha sido un proceso de creación bastante natural. Yo no sé improvisar música y letra a la vez, o hago una cosa o hago la otra. En esos días de improvisación yo tenía varios libros que en aquel momento eran los que me estaba leyendo y durante las improvisaciones me apoyaba todo el tiempo en esos textos. Luego, para que esa media hora de improvisación se redujera a un tema de como mucho cinco minutos, ahí el trabajo que hicimos fue darle una escucha, pero no para intentar aprendernos lo que habíamos improvisado, sino para, después de esa escucha, en cinco minutos intentar tocar lo que fuéramos capaces de recordar, que normalmente es lo que más te ha emocionado de esa media hora. Has estado divagando treinta minutos y en esos treinta minutos ha habido como tres picos que dices ‘ostras, esos tres picos me molan’”.
“Las tomas finales de cada tema del disco son tomas enteras. Como mucho hemos mezclado dos tomas, precisamente para que pudiera mantener ese carácter vivo de improvisación, para que todavía respirara ese punto de ‘se está terminando de hacer’ o ‘está vivo todavía’, no está tan encorsetado como una canción fija o un cante fijo. Porque en el momento en que memorizas un poco algo es muy difícil no agarrarte a lo que conoces. Con Jordi Gil, el productor, decidimos grabar tres o cuatro veces cada pieza y de ahí escoger una toma, o si por ejemplo hay una que el principio te ha quedado mejor y el final peor, pues cortas donde hay un cambio de compás o en el sitio que no se note y metes ahí el final de otra toma. Es lo que vamos a intentar hacer en el directo, mantener ese carácter vivo, de algo no encorsetado. Tengo muchas ganas de ver qué forma va cogiendo. En noviembre se estrenará el formato escénico, que lo acabaremos de montar en verano, aunque desde hace un par de meses ya estamos haciendo el formato musical”.
“Que el arte genere incomodidad es maravilloso. Igual que antes he dicho que los tiempos de la industria musical no pueden marcar la obra, porque no sería honesto y ahí nos empezaríamos a desvincular de lo que es el arte, me parece que ocurre lo mismo con el tema de las opiniones y de las críticas. Una de las cosas que tiene que saber sostener un artista son las críticas. Intento no entrar demasiado en lo que se escribe o dice de mí, ni para bien ni para mal. Si no quieres que te afecte lo negativo tampoco te puede afectar lo positivo. No funciona para un lado sí y para el otro no. Tú cantas igual en un mismo bolo y hay una persona que escribe maravillas, que parece que has reencarnado a Pastora, y hay otra persona que escribe que pareciera que fueras el demonio. ¿Y quién lleva razón? Pues seguramente los dos un poco. Yo qué sé. Con mi responsabilidad con el arte, la música y el cante he de intentar ser honesta y que no le pueda tanto a mi ego una crítica. Estar en el centro tiene mucho que ver con desidentificarte, lo que decía cuando hablaba de morir para volver a nacer en un trabajo nuevo. El ego es un animalillo que hay que aprender a llevarlo. Que no esté él mandando todo el día, a veces lo tienes que colocar en un sitio y decirle ahora te vas a quedar aquí tranquilito y vas a ver un poquitito de lo que hay alrededor”.
“Hay muchos tipos de artista comunicando cosas distintas, porque hay mucho público y este es muy diverso. Quien sintonice con lo que estoy diciendo en ‘Himno vertical’ será porque estará atravesando un momento de vida similar o porque le resuena lo que estoy contando, pero habrá otra gente a quien le parecerá una fumada enorme. Siempre, ante un posicionamiento artístico, va a haber maneras muy distintas de entenderlo. Lo que no puede ser es que yo esté continuamente apelando a la libertad y que después no respete la de los demás. Igual que a mí me ha llevado mi tiempo y me sigue requiriendo un trabajo personal darme permiso para partir de lo que me mueve de verdad. Obviamente, si llegase un momento en el que no tengo ningún bolo y estoy pasando hambre, pues ya veré qué hago. Pero gracias a Dios no hemos llegado ahí. Al revés. Y me siento una privilegiada y afortunada de poder vivir de mis proyectos y de poder girar y compartirlos. Lo que me sale es mucha gratitud, no me sale para nada poner el foco en quienes no les guste”.
“Yo le veía mucho sentido. Era consciente de que ‘Dictado 1’ no era el tema más digerible, pero, sinceramente, es que a alguien que esté buscando un tema digerible no le va a gustar el disco, entonces para qué vamos a andar con medias tintas a estas alturas. Una declaración de intenciones desde el minuto uno. A quien le molen ese tipo de frikadas seguramente le guste. Y quien quiera algo tradicional que se ahorre escuchar el disco y así se ahorrará cuarenta minutos de su vida. Me parecía un ejercicio de honestidad. El disco son tres dictados y en medio temas intercalados, cantes intercalados, que hilvanan de alguna manera esos tres dictados. Y el dictado es ese proceso de creación, esa improvisación, esa conexión con lo que venga y que te dé igual lo que venga y que lo quieras compartir. Cualquier recurso que venga, ya sea desgajar una palabra, romper una palabra, quitarle la forma conocida a la palabra, al sonido, a la vocalización. Y cómo eso a mí me puede hacer entrar en un mantra, en una sensación parecida a la técnica esa que hace la gente para dormirse o relajarse, ASMR. Pues a mí me lleva a un estado muy parecido, mola un montón empezar un disco o un concierto así, porque yo lo que quiero es estar relajada para disfrutar”.
“Entiendo que haya gente que rechace algo así. Pero a veces lo que nos molesta es que está reflejando algo de nosotros mismos. Si yo hago algo aquí que a otro le molesta igual es porque no se está permitiendo jugar. Yo estoy ahora mismo en este punto porque hace años tuve crisis artísticas muy gordas por estar en ese punto de exigencia, de no jugar, de solo perfección y perfección. Entonces ¿cómo voy yo a criticar a alguien por algo que a mí me ha pasado mil veces?”.
“Por el flamenco tengo adoración, podría ser el cincuenta por ciento de lo que escucho. Me gusta mucho el antiguo, el de principios del siglo pasado. De 1900 a 1930, Pastora, Vallejo, Tomás, Chacón. En un momento dado me comentaban como si fuera un insulto que era más cantante que cantaora. Esos comentarios venían del mundo del flamenco, claro. Y como que me daba pena. Pero ahora lo pienso y digo “¿pena?”. Es que no creo que nada sea más que nada. Ni que una cantaora sea más que una cantante ni que una cantante sea más que una cantaora. Dónde ponemos el límite de lo que es una cosa o es otra eso es algo superpersonal de cada uno que está escuchando. No voy a entrar en eso. ¿Tú me consideras cantaora? Gloria. ¿Tú me consideras cantante? Me parece perfecto. Porque si al final yo intento poner una etiqueta y defenderla ya estamos otra vez con las limitaciones que se pone una misma. Que he salido desde un entorno flamenco, sí. Que mis bases están ahí puestas, sí. Que conozco esos códigos perfectamente, sí. Que a partir de ahí no quiero que eso sea una limitación, también. Puedo entender distintos razonamientos de por qué podría ser una cosa u otra y me pueden parecer muy bien todos”.
“Desde ‘Tercer cielo’ siento que para mí ahora la voz no es mi única manera de vincularse con el arte, es una herramienta más. Y hay muchas herramientas, muchos más recursos, el juego puede ser mucho más amplio si empiezan a entrar muchas más herramientas, muchos más elementos y yo me pongo a jugar, a aprender de las cosas que vayan surgiendo, a dejarme empapar de lo que a mí me cale, sin preocuparme de si esto es flamenco, esto no es flamenco, esto es baile… Me ha pasado recientemente con una pintora, Silvia Flechoso, que la he descubierto y no paro de ver vídeos y flipo. Está muy conectada con la verdad, con su verdad, con lo que a ella le mueve, con su centro, no con el rollo de estar supeditados a todo lo que está pasando fuera, que al final acabamos siendo unas tristes marionetas”. ∎