Michael Jordan vs. LeBron James.
Michael Jordan vs. LeBron James.

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Con LeBron en los talones

Los pies de Michael Jordan parecían tener alas. El hoy mandamás de los Hornets ya no vuela y, desde su despacho, siente el retumbar de una persecución: LeBron James en pos de su trono. Ese robocop clarividente, comprometido dentro y fuera de la cancha, versus el que es aún para muchos el más grande.

Un pacto en 2011 con el anterior dueño, Robert Johnson, sin blues ni cruce de caminos, convirtió a Michael Jordan en propietario único de los Charlotte Hornets. Aunque factótum ya lo era, y como tal se ha decidido a firmar a Gordon Hayward por cuatro años y 120 millones de dólares. No sorprende: otro movimiento dudoso (sobrepagar a un jugador perseguido por las lesiones) en una trayectoria como ejecutivo ajena a la infalibilidad. Lejos queda aquella “perfección” del Jordan estrella de los Bulls, entre 1991 y 1998 sobre todo: seis anillos de la NBA en las seis temporadas completas que disputó. Una excelencia recordada recientemente en el documental “El último baile” (Netflix, 2020) y perseguida primero por Kobe Bryant (cinco anillos) y hoy por LeBron James (cuatro), aspirante al trono del GOAT (Greatest Of All Time), pese a que este siempre dependerá de gustos ligados a lo generacional.

LeBron observa ahora complacido como sus Lakers se fortalecen (Dennis Schröder, Montrezl Harrell, Marc Gasol) para revalidar el título mientras le renuevan tanto a él (hasta 2023) como a Anthony Davis (2025). Y siempre ha dicho que un futuro estatus como propietario le apetecería solo si se mantuviera al margen de la gestión deportiva, quizá para no chocar con astros venideros a los que él habrá contribuido a empoderar. La actual etapa de superestrellas que se alían para compartir equipo sorteando el tradicional concepto del jugador-mercancía le debe mucho, sin duda, a la personalidad de James. De hecho, el hijo predilecto de Akron, la localidad de Ohio donde también nació Stephen Curry y de la que provienen The Black Keys o Devo, ya se compinchó con sus amigos jugones para militar en un mismo instituto: aquel St. Vincent-St. Mary rodeado de cámaras desde que LeBron fue designado el Elegido.

El reconocimiento tardó en su día algo más para el neoyorquino Michael Jeffrey Jordan, relegado por su corta estatura al segundo equipo de su high school en Carolina del Norte, donde se había mudado con sus padres, una empleada bancaria y un responsable de mantenimiento. Luego llegarían el estirón y el paso triunfal por el campus de Chapel Hill, a pesar de que esa no era la North Carolina de sus sueños: él quería imitar de crío al espectacular David Thompson, líder de un rival estatal, North Carolina State. Jordan jugó en la universidad a las órdenes del pope Dean Smith, besó el santo como novato con su tiro decisivo ante Georgetown y, después de tres años, era indiscutible objeto de deseo en el draft de la NBA. ¿Indiscutible? No para Houston Rockets (escogieron al gran Olajuwon) ni para Portland Trail Blazers (a Sam Bowie). Un tercer lugar para Michael (Chicago Bulls) a la larga inaudito pero justificado: los pívots eran lo más entonces y los Blazers ya tenían en su posición a un clon de élite, Clyde Drexler.

LeBron-Cavs: historia de amor en dos etapas.
LeBron-Cavs: historia de amor en dos etapas.

Con el nº 1 del draft sin discusión y sin pasar por la universidad, LeBron aterrizó en 2003 en los Cleveland Cavaliers, la franquicia de su estado natal. Y más que con el picorcillo del séptimo año terminó allí con el de la frustración: no tenía ayuda suficiente para ganar la NBA. Lo comprobó ya en 2007 cuando logró meter a sus Cavs en la final tras una exhibición de leyenda ante los Pistons: 29 de los últimos 30 puntos de su equipo y la canasta ganadora en un choque clave. Tanto esfuerzo para que después les barrieran los Spurs, conocedores de su talón de Aquiles: había que impedirle penetrar para que se prodigara desde lejos. Ese insuficiente tiro exterior, más tarde mejorado, lo había padecido de forma más radical Michael Jordan en sus primeros años. La menor importancia del triple entonces y los muelles de Air Jordan, convertidos en imagen de marca en los concursos de mates, compensaban carencias. El escolta de los Bulls se fracturó un pie en su segunda campaña, pero las lesiones le respetaron el resto de andadura en Chicago. Igual que a LeBron, otro ironman, que no había sufrido ningún percance serio hasta su lesión muscular en las navidades de 2019. Dos superdotados.

Jordan fue uno de los críticos con LeBron cuando abandonó Cleveland en 2010 (dos de sus cuatro MVP ya en el zurrón; Michael atesora cinco): ¿cómo era posible que desistiera de cargar con todo el peso en el desafío del anillo? Injusto por su parte, porque él sí que había recibido la ayuda desde los despachos de Chicago que le faltó a King James. Se la dio Jerry Krause, el general manager presentado casi como villano en “El último baile” por sus roces con la estrella. Krause orquestó la llegada de Scottie Pippen, a la postre de los mejores jugadores de la historia, y la de Horace Grant. El primero fue el otro gran pilar de la dinastía. En el papel clave del segundo le sucedieron incorporaciones de Krause como Toni Kukoc o Dennis Rodman. Que James buscara la compañía de Dwyane Wade y Chris Bosh en los Miami Heat no parece, pues, pecado mortal. Y lo hizo, por cierto, para jugar con la franquicia que le había retirado en homenaje la camiseta a Jordan sin haberle tenido en sus filas.

En “The Decision”, emitido en verano de 2010, desveló su fuga a Miami.

El problema no fue tanto dejar tirados a los Cavs, sino regodearse aparentemente en ello por la pésima idea de “The Decision” (ESPN, 2010). ¿A quién se le ocurre organizar un programa de televisión para soltar lo de “traslado mis talentos a South Beach”? Un capítulo innecesario y a la vez fundamental en la presente era de empoderamiento, como bien recoge el documental “Backstory: The Decision” (ESPN, 2020), estrenado en España por Movistar+.

Aunque en la selección estadounidense ya se le habían bajado los humos en los Juegos de Pekín (2008), LeBron no maduró de verdad hasta el batacazo inicial con los Heat. Perder en la final de 2011 frente a los veteranos Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki representó un antes y un después. James redobló el trabajo para mejorar su lanzamiento exterior y los movimientos en el poste. Y perseveró en su deseo de ser (como Jordan en 1988) alguna vez el defensor del año: aún no lo ha logrado, pero entre 2009 y 2014 estuvo siempre en el mejor quinteto de dicha faceta. Nueve veces se le incluyó a Jordan, jugador completísimo (máximo anotador de la NBA en diez ocasiones), pese a la imagen ante todo voladora extendida por el marketing. Michael también pasó por un punto de inflexión: tras sus dos años en el béisbol, regresar sin éxito en los playoffs de 1995 le impulsó a ponerse a punto como un ninja para liderar a los Bulls a otros tres anillos.

El arte del retorno: después de cuatro finales y dos títulos con los Heat, LeBron también sintió la necesidad de volver a casa. Si Jordan vio su incursión como bateador como el pago de una deuda con su padre asesinado, el Rey se sentía en débito con los Cavaliers, que habían firmado la peor marca de la NBA en sus cuatro años de ausencia. Y con el deporte profesional en Ohio: 52 años sin obtener un trofeo. Esta vez actuó discretamente: una carta a ‘Sports Illustrated’ para anunciar su fichaje por Cleveland. Todo el mundo aplaudió. Venía a ser como lo de Maradona con Nápoles. El número uno, de orígenes humildes (su madre lo tuvo con 16 años y lo crió en solitario), se unía de nuevo a los desheredados de la fortuna. Y frente a la dinastía que dio el relevo a Chicago, la que superó su récord de 72 victorias, los Golden State Warriors de Stephen Curry, LeBron culminó una hazaña en 2016: llevar al anillo a los Cavs remontando un 3 a 1 en la final. No sin ya haberle metido el miedo en el cuerpo a los californianos un año antes, a pesar de las lesiones de Kevin Love y Kyrie Irving. Luego el fichaje de Kevin Durant hizo a Golden State inaccesible. Tocaba emigrar a Lakerland.

Consiguió su tercer anillo en 2016, en su segunda temporada en Cleveland tras su vuelta a los orígenes.
Consiguió su tercer anillo en 2016, en su segunda temporada en Cleveland tras su vuelta a los orígenes.
LeBron se prepara ahora para ser el base de los angelinos, al igual que en el curso pasado. Lo acabó como líder de asistencias de la NBA, algo en lo que siempre ha destacado más que un killer como Jordan: hacer jugar en ataque a los compañeros. Michael poseía la capacidad pero la practicaba menos. Como a la hora de mojarse. ∎

Activismos diversos

En “Rap Or Go To The League”, padrino de 2 Chainz.En “Rap Or Go To The League”, padrino de 2 Chainz.

Aunque Michael Jordan atiende varias causas filantrópicas, a menudo se le ha achacado cierta tibieza para implicarse a fondo en lo sociopolítico. “Los republicanos también compran zapatillas” es la frase que se le atribuyó en su momento. En junio, en plenas protestas por la muerte de George Floyd, anunció una donación de 100 millones de dólares durante los próximos diez años para entidades que fomenten la equidad racial, la justicia social y mayor acceso a la educación”.

LeBron James, por su parte, lo ha tenido claro: azote de Donald Trump y figura referencial para movimientos como Black Lives Matter. Pese a sus ansias de anillo, solo el consejo de Barack Obama frenó su disposición al boicot a la temporada ya en la burbuja de Orlando. Y mientras se estrena la secuela de “Space Jam” (Joe Pytka, 1996) donde releva a Jordan como protagonista, su concienciación también tiñe otros proyectos: fue productor ejecutivo de “Rap Or Go To The League” (Gamebread-Def Jam, 2019), el penúltimo álbum de 2 Chainz, que pone en solfa en un corte (“NCAA”) las normas amateur del baloncesto universitario. Ese donde LeBron no militó. ∎

Técnicos y amiguetes

Cabe un aparte para comparar la relación con los entrenadores: Jordan siempre fue fiel tanto a aquel con quien no ganó nada, Doug Collins (le dirigió en los Bulls y luego en los Wizards), como a Phil Jackson, el Maestro Zen de los seis anillos. LeBron en cambio estuvo a punto de propiciar la caída del joven Spoelstra en el primer año a sus órdenes en Miami, antes de que este se ganara su confianza, y condujo a la de David Blatt en los Cavs para que lo sustituyera su amigo Tyronn Lue. La contención en el primer caso y el ser tajante en el segundo engordaron su currículo.

James además ha influido para que lo acompañaran amigos (James Jones, JR Smith…) en las plantillas. De joven, Jordan vio sin embargo como Jerry Krause prescindía de su íntimo Charles Oakley para traer al veterano Bill Cartwright, que ejerció de center titular en los tres primeros anillos. Eran otros tiempos. ∎

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