Después de la tormenta siempre llega la calma… excepto si tu nombre es Mark Zuckerberg y estás al mando de una compañía que en un tiempo récord más ha hecho por degradar el mundo tal y como lo conocemos. El nuevo chaparrón que está cayendo sobre Facebook es una lluvia de cientos de artículos coordinados, que toman como base los documentos filtrados de la empresa y exponen su mala praxis. Para resguardarse de la tormenta, la compañía ha optado por un paraguas singular: un cambio de rumbo hacia el metaverso. Sin romperse mucho la cabeza, ahora la compañía, que engloba también plataformas como Instagram o WhatsApp, se llamará Meta.
En los últimos meses, hemos podido leer distintas definiciones de la idea del metaverso, cada una de ellas distinta a la anterior (incluida aquella que sacó el propio Facebook, que consistía en una reunión de equipo en Zoom 3D). @Zuck ha hecho un videoavance en el que define su nueva propuesta como un espacio en el que la realidad virtual/realidad aumentada posibilitarán estar con nuestros amigos, hacer ejercicio (algo que nos trae flashbacks de las guerras en “Wii Fit”), tener avatares y customizarlos… Las comparaciones con la fallecida “Second Life” no tardan en salir. ¿Se convertirá Meta también en un espacio donde señores con crisis de los 40 fantasean con tener una segunda vida a espaldas de su matrimonio? Zuckerberg subraya la economía de creadores en su anuncio para hacernos creer que no, que esta vez las cosas serán diferentes. Youtubers, gamers y todo tipo de creadores de contenido serán un pilar fundamental para Meta, y quizá por fin los NFTs, o un primo lejano de lo que ahora conocemos como NFTs, tengan sentido como activo social.
La tecnología basada en evitar el mundo real es verdaderamente aterradora. No es de extrañar que la mayoría de respuestas especializadas a este primer anuncio serio del metaverso (cuyo nombre viene de la novela de 1992 “Snow Crash”, de Neal Stephenson, que despliega un imaginario ciberpunk, distópico y tardocapitalista) sean negativas.
Me gusta pensar en “Habbo Hotel” como precursor del metaverso. La historia tiende a repetirse, y uno puede aprender bastante de un mundo que acabó siendo tierra de timadores, ladrones y especuladores de muebles de 8 bits.
Mientras más personajes queridos e instituciones deciden activamente decepcionar a su fanbase metiéndose en mundo de los NFTs (esta semana ha sido David Lynch, asociado con Interpol, y NO PUEDO MÁS), el mundo crypto se parece cada vez más al Habbo Hotel del presente. Los diferentes tokens blockchain (especialmente los NFTs) aún no son totalmente user-friendly, y la adopción en masa por neocryptobros que se creen más listos que el resto no está ayudando a la causa. Esta semana hemos visto Bored Apes (una de las colecciones de NFTs más famosas, con 10.000 monos diferentes) robados en timos que parecen sacados del mismo manual que el del rey africano que te escribe un e-mail, NFTs que desaparecen en OpenSea (el mercado de NFTs más grande del momento) y una criptomoneda de “El juego del calamar” (2021) que, una vez lanzada al mercado, ha servido para que sus creadores huyan con 3,3 millones de dólares.
Más malas noticias para los que quieren hacerse millonarios rápido en internet: cada vez está más complicado el sueño “niñorratero” de marcar “ser streamer” como elección profesional. El pasado mes de octubre se filtraba un documento que, tras años de especulaciones, dejaba las ganancias del top 10.000 de los streamers de la plataforma Twitch al descubierto. De este grupo de élite, que representan el 0,1% de los 9,2 millones de streamers totales, el 25% no llegaba al sueldo mínimo.
No es por mandar a la gente a Andorra, pero las cosas se van a poner aún peor para los streamers españoles. A falta de la revisión del Congreso, se ha aprobado el decreto ley conocido como “Ley Iceta”, que planea, entre otras cosas, hacer que las plataformas se responsabilicen de los contenidos con derechos de autor que muestran en ellas. ¿El problema? La brocha gorda que se emplea en su definición y la falta de herramientas por parte de las plataformas para gestionar las infracciones de copyright en censura por un tubo. Los streamers van a ser los primeros afectados. Twitch no tiene otra forma de eliminar contenidos con copyright de un stream que parando la retransmisión entera, en el más suave de los casos.
Debido a las inabarcables cantidades de streams simultáneos que hay, esta censura será llevada a cabo por algoritmos. Lo que en la teoría puede sonar como una ley para dar retribución a artistas y creadores originales de obras en la práctica se traduce en una pesca de arrastre que se llevará todo por delante intentando proteger a niños mayores como Netflix o La Liga.
Aunque Zuckerberg, los cryptobros y las leyes nos digan que el futuro está dentro de la red, hay cosas que se escapan de la red hacia fuera. QAnon ya no es una conspiración de Reddit ni una fuga de energía para boomers que se pasan demasiado tiempo en grupos de Facebook: los que asaltaban el Capitolio en enero ya se están ganando la medallita de “secta”. De ella ha quedado un esqueleto esperpéntico, un demasiadas-relecturas-de-la-Biblia-meets-Fox-News. Sin ir más lejos, el pasado fin de semana cientos de personas se reunían en Dallas siguiendo sus posts sagrados, y esperando la aparición de John F. Kennedy Jr. –que lleva muerto desde 1999–. Según los creyentes, volverá para ayudar al “Rey de Reyes”, aka Donald Trump, a regresar a la presidencia (o a relevarlo en ella, según la traducción de los santos manuscritos 4chaneros que leas). El asunto se ha ido tanto de las manos que Telegram se ha visto forzado a intervenir, poniendo un icono de “FAKE” en un perfil que se hacía pasar por JFK Jr. y que amasaba ya 40.000 seguidores.
Cada cultura celebra el Día de todos los Santos a su manera. ∎