Hace unas semanas, afirmábamos que Felipe de Edimburgo era para siempre: fuimos engañados. La cámara congeladora que guardaba al Príncipe parece haberse averiado, o algo similar, ya que la Casa Real inglesa lo ha dado por fallecido. Y mientras uno de sus reinados se acaba, su otro reinado (el de internet) sigue su curso: no ha podido evitar dejarnos memes hasta en su partida.
Lana Del Rey ha aprovechado este momento para llevarse los memes a su terreno, posteando en Instagram sobre la idílica relación entre Prince Philip y la Reina Isabel con un “I’ve always loved the way they loved”, ignorando por completo el hecho de que fueran primos (terceros). No sabemos si Lana se ha puesto a abrazar la cultura redneck, con todo lo que eso conlleva, o qué, pero ser seguidor suyo es una tarea mal pagada. Hay días en los que la artista parece haber cogido el testigo de Kanye West en lo referente al “experimento social” consistente en comprobar hasta cuándo una puede tocar las narices a sus fans mientras sigue sacando buenos discos. El año de la pandemia ha sido especialmente difícil para seguirla en las redes, en el que ha ido saltando de polémica en polémica: desde el día que fue a una presentación con fans con una mascarilla de redecilla al día que se defendió de haber hecho una declaración racista con un clásico cómo-voy-a-ser-racista-si diciendo “My best friends are rappers, my boyfriends have been rappers”. Una unidad de asistente de relaciones públicas es lo único que te pedimos, Lana.
Mientras tanto, todo internet nacional está volcado en el Endgame de streamers que está siendo “Marbella Vice”. Al servidor de “Grand Theft Auto” modeado para parecerse a Marbella que idearon Ibai y Jacky han entrado alrededor de 150 streamers y personalidades varias (futbolistas, raperos, Laura Escanes…) a rolear. Ibai y Jacky ya habían jugado juntos en el “Forasteros” roleplay el pasado verano, en esta versión online del GTA donde cada uno se crea un personaje y sus propias narrativas, pero nunca a esta escala. Los hay mejores roleadores y peores, y los hay terribles, como el usuario wachinanii, a quien le pareció una idea graciosísima ponerse a rolear en el papel de un pedófilo. Poner a 150 jóvenes acostumbrados a tener fans que les alaben 24/7 de par en par con gente que está a su mismo nivel –o que es mucho más famosa que ellos- suena a una historia de origen de villano perfecta.
Seguir a streamers y hacer tiktoks no es lo único que define a la generación Z. Hay más matices que vamos descubriendo mientras esta generación empieza a tener una presencia más autoelegida en la red, como la espiritualidad new age que está en auge gracias a ellos. Y no solo la obsesión por el horóscopo. Una de las caras más visibles de esto es la cuenta de Instagram afffirmations, que publica frases inspiradoras (en formato para repetirse a uno mismo: “yo soy, yo soy, yo soy”) condensadas hasta el nivel de convertirse en humor gen-Z: desde cosas más normales como “Big changes are coming” a maravillas más experimentales y relacionadas con la vida online como “my portfolio is CHUNKY”. El concepto está muy atado a las manifestaciones; no las de las calles, sino a la práctica en la que uno manifiesta sus deseos para que se hagan realidad. Suena a brujería de la ‘SuperPop’, pero decirte a ti mismo que vas a conseguir lo que te propones es una internet sensation desde hace un par de años. Tiene diferentes variantes (todas registradas en how-to’s de TikTok), que se resumen en tener que decirte tus objetivos o apuntarlos un número determinado de veces todos los días. Mi compañera de piso, perteneciente a esta generación, me describe la lógica detrás de esto “si yo creo que soy Boss Baby, ¿qué me impide ser Boss Baby?”. En un mar de pesimismo en las noticias, la nueva generación crea su propia realidad como le da la gana en la red.
Lo que sí hará que cambie la realidad digital con la que interactuamos son los FLoC de Google, que están causando drama en la comunidad de la privacidad de internet (sí, existe). El Federated Learning Of Cohorts es la nueva forma en la que Google recogerá tu información y la pondrá a disposición de vendedores para que te salgan anuncios. Hasta ahora, funcionábamos con cookies de terceros (qué pena que esta palabra no se haya españolizado, ojalá poder estar hablando de “galletas”), colocadas en nuestros dispositivos cuando entrábamos en webs de compradores o mostrábamos intereses en búsquedas. Mientras que antes las cookies rastreaban al propio usuario, los FLoC nos categorizan por grupos de gente con mismos intereses y nos ponen anuncios dependiendo de esos intereses. El pitch de Google es que esto hará un mundo mejor, ya que tus datos no estarán disponibles, sino que se disiparán en un mar de anonimato. Pero lo cierto es que el discurso de teletienda de una de las mayores compañías del mundo tampoco es que nos convenza mucho. Google genera gran parte de sus beneficios a través de Google Ads, que cada vez permitía a las empresas acercarse y perseguir más de cerca cada aliento de sus compradores, muy The Police. Esto supone un paso más hacia tener el control de este negocio multimillonario. Si aceptamos que las cookies fueron un error –y lo fueron–, los peligros de una herramienta mal planteada desde un principio pueden tener efectos durante años. Y los FLoCs tienen errores de planteamiento, como el hecho de que no deje elegir qué partes de tu comportamiento/identidad online muestras a los anunciantes, o que no es tan privado como parece una vez clicas el botón “Log In With Google” en una página web. Como me lo describía un amigo ingeniero bioinformático, “pasamos de un psicópata a un psicópata con gorro de fiesta y gafas de sol”. ∎