lizzz es un tío ocupado. Cuando llego al hotel Only You de Atocha lo encuentro al móvil ultimando temas de promoción y preparando las próximas sesiones de estudio. Ha venido a Madrid para hacer entrevistas presenciales durante el día; esa misma noche, unas horas después de citarse conmigo (y con tantos otros periodistas), cogerá el tren de vuelta a Barcelona y el coche de vuelta a su Castelldefels natal, donde sigue viviendo pese a que su normalidad pase ahora por vacilar en un coche con C. Tangana sobre llegar tarde a recoger los tres Grammys que les ha valido “El Madrileño” (2021). Mientras mi compañera Sharon lo fotografía con el fondo industrial de la estación de Atocha, Cristian Quirante habla de la pereza que le dan los aeropuertos, de haberse quedado atrapado en alguno por alguna mala conexión o por algún retraso teniendo que hacer escalas. De “Castefa” a Miami pueden surgir bastantes imprevistos y complicaciones, como han aparecido en la trayectoria misma de Alizzz, que siempre ha conseguido bandearlos con notable o sobresaliente. “Tiene que haber algo más” (Whoa!-Warner, 2021) es, aparte de un disco redondo y cohesionado, la respuesta a una búsqueda siempre constante de ese pellizco de endorfinas que nutre la inspiración del catalán. El rey Midas de la nueva forma de entender el pop en castellano se sienta con nosotros para comentarlo.
¿Qué tal fue la salida del disco?
Tenía la sensación de que estaba muy redondo, así que estuve bastante tranquilo. No sabía qué tal iba a ir de números, pero los singles habían funcionado muy bien. El concepto yo creo que estaba bastante cerrado también… que sea lo que Dios quiera. Mi idea, o mi sensación, era que el disco funcionase en su conjunto, y creo que está siendo así, que la gente lo está escuchando como un todo. Me llegan muchos comentarios sobre el disco como tal, no tanto sobre canciones concretas. Y también a nivel de cifras lo estoy viendo, tío. Es una puta enfermedad lo del Spotify For Artists: demasiadas cifras. ¿Lo has visto alguna vez, quieres que te lo enseñe?
Sí lo he visto, sí, pero seguro que no con tus cifras…
Está muy bien hecho para enganchar. Es una locura, tío, la de cosas que puedes saber de cómo está pasando todo en tiempo real y además dándote siempre como tu descarga de serotonina live (En la pantalla de su móvil, los números no paran de subir, se cruzan tendencias y se aprecia un pico tremendo coincidente con la salida del disco…). Es un poco droga todo esto…
Eso te iba a decir. ¿No te obsesiona? ¿No hay un momento en que dices “voy a dejar esto porque me estoy volviendo loco”?
Ese momento pasa, claro, pero no quita todos los momentos previos en los que estás ahí enganchado, que siempre puedes mirar una nueva gráfica, cotillear algún aspecto nuevo… Hay que separarse un poco porque sí que es un poco enfermizo.
Además del público, que está claro que lo tienes detrás, ¿no te ha sorprendido el impacto en la prensa? Ya no te digo en prensa más especializada, también en prensa generalista… Y dentro de la prensa que está más desconectada de la escena urbana o es más recelosa con ella también estás teniendo buenos comentarios…
Pues no sé. La verdad es que cuando empecé el proyecto lo hice sin ninguna pretensión de llegar lejos, fue simplemente una necesidad personal. Con el tiempo sí fui viendo que el concepto era sólido, que estaba encontrando un camino más “mío” que nunca había recorrido y que el repertorio estaba tomando mucha identidad. Todo eso al final te deja con muy buenas sensaciones sobre cómo lo va a recibir el público y la crítica. Pero, bueno, sí estoy sorprendido en general. Está siendo un disco que se está entendiendo desde muchos lados diferentes, tanto desde el rollo urbano, con gente más joven que está familiarizada de forma natural con esta clase de pop, como desde otros rollos más clásicos: lo están entendiendo fans de Los Planetas, del rock más noventero… Incluso la gente que está más fuera de las tendencias y de la actualidad musical, porque creo que es un disco bastante pop: asequible, directo, redondito.
¿Cómo llegas a esta fórmula, que al final es una forma evolucionada de tu propio sonido?
Pues todo pasa de manera medio casual, o esa es la sensación que tengo yo al principio. Hacía muchísimo que no me ponía a componer música con la guitarra, la tenía totalmente abandonada…
Tenías un grupo, ¿no?
Sí, sí. O sea, yo he tocado la guitarra toda la vida. Lo que pasa es que cuando empecé con la producción la dejé de lado porque me defendía muy bien con el ordenador, era más fresco porque las guitarras estaban un poco olvidadas. Y, de repente, al volver a coger la guitarra me empezaron a salir otro tipo de canciones, otro tipo de melodías, de armonías… Me sentía fresco, que es algo que había perdido un poco. No encontraba un camino que me resultara lo suficientemente interesante, ¿sabes?
Para ti, entiendo.
Bueno, me refiero a una sensación general, a mi carrera como artista, que estaba abandonada del todo. No sé, al volver a componer con la guitarra, algo más cercano al pop-rock, que es la música que me ha acompañado a mí más como oyente y que tenía completamente olvidada como productor y como compositor, de repente vi que tenía sentido seguir hacia delante. Parece casual pero no lo es, porque de alguna manera yo sentía la necesidad de ir hacia esos géneros, hacia la música que me movía. Si ya estaba un poco quemado haciendo otras cosas, volver a eso me abría otra vez la inspiración, las ganas, la frescura. Además, vi que mi voz tenía sentido con ese sonido, que las letras que me salían también tenían sentido con mi voz y con la música… Ya te digo, todo parece casual, pero en realidad estás predestinado a hacerlo: si es la música que te gusta es porque tu identidad se corresponde con la forma en que eso identifica y decodifica la vida. Al principio creía que era cosa de azar; hasta que lo digieres y te das cuenta de que es necesidad. Luego, llevarlo a cabo ya es otro tema, no termino de saber muy bien qué me ha llevado a ir con todo y que no se quedara en un aprendizaje personal.
Ya, que además no es que tengas precisamente tiempo libre… Salvo por la pandemia y eso…
De hecho, esto fue antes de la pandemia.
No tengo muy clara la cronología de los acontecimiento, pero ¿cómo has ido encajando la producción de tu disco con la de “El Madrileño”?
Pues como he podido, la verdad. No sé muy bien cómo he conseguido hacerlo todo a la vez, pero, bueno, sí que la pandemia ha ayudado bastante al no tener que girar, que es una de las cosas que más energía y más tiempo te quitan. En definitiva, buscando tiempo para todo e intentando no hacer todo a la vez. Dedicando un par de semanas al disco de Tangana, luego una semana a mi disco… También aprendiendo a dejarlos un poco de lado para hacer otras cosas. Si es que además he estado produciendo el disco de Amaia; no solo han sido esos dos discos.
Madre mía.
Sí, sí. Estábamos terminando el disco de Tangana, empezando el de Amaia y por el medio estaba el mío.
El de Amaia y el tuyo pueden tener un mood más semejante, pero el de Tangana obliga a algo totalmente diferente…
Al final tiras un poco de desdoblamiento de personalidad. A veces es jodido encontrar el equilibrio entre meter tu visión, tu manera de currar, tus clichés… todas esas cosas que sé que me funcionan, con intentar que cada proyecto mantenga su identidad propia, que es algo básico para mí. A veces hay cosas que digo “esto lo metería en lo mío”, pero es tan de Amaia que no me siento cómodo introduciéndolo del todo. O con cosas del disco de Tangana, como los vocoders, que son muy marca “El Madrileño” y que los he metido en “Tiene que haber algo más”, pero cortándome. No quiero que dé la sensación de que echo meadas territoriales en los proyectos en los que curro.
A nivel lírico, el mood es un poco de “resaca triste”, que es un tópico transversal a toda la música moderna, pero que también está de moda en la música actual.
Yo no estoy triste exactamente. Me siento más eufórico, nostálgico, enfadado… pero triste-triste no acabo de estar. No conecto tanto con la tristeza, necesito más capas, más matices. Me molaba más la idea de la euforia. Rigoberta Bandini dijo hace poco algo así como que confundía euforia con felicidad, y me sentí muy identificado. Porque encuentras en la euforia un espacio seguro, donde disfrutas y te sientes a gusto, pero puede confundirte.
La euforia tiene bajón, ¿no?
Sí, algo así, matices.
También se está hablando de “nuevo pop” para describir el sonido de “Tiene que haber algo más”, pero me parece una etiqueta vacía. Creo que es más interesante preguntarte por el concepto de “actualización” y cómo de importante es para la música que tú haces y produces.
Siempre estoy buscando estímulos nuevos que me hagan sentir que merece la pena seguir explorando, haciendo canciones, viviendo, saliendo de fiesta. Necesito cosas que me lleven a esos estados, probando cosas nuevas e intentando darle la vuelta a cosas que me gustan. Creo que es bueno asentarse muchas veces, no ser tan cambiante, porque invitas a la gente a que haga pie, ¿sabes?
Pero al final, pese al cambio, hay una identidad, digamos, constante, en la que se puede ir viendo una evolución.
Sí, pero a veces es una evolución muy rápida. Yo ya tengo claro que el próximo disco va a sonar a otra cosa, y que la gente puede decir “joder, ¿pero tú no hacías…?”.
¿Indie pop?
(Ríe) No sé, a lo mejor me da por la música orquestal.
El nuevo Woodkid.
No sé, a ver qué hago con el siguiente.
¿Ya tienes ganas de ponerte a ello?
Sí, estoy componiendo. Tengo un par de temas nuevos y tal. Los tenía ya al terminar el disco, pero no me acababan de encajar del todo y decidí dejarlos fuera. Que maceren, a ver qué pasa.
Hablando de Amaia, ¿la colaboración de tu disco surge antes o después? ¿A raíz de eso vino lo de producir su disco? ¿Cómo encajan las piezas?
Lo primero de todo fue esta colaboración. Yo tenía cuatro o cinco canciones de “Tiene que haber algo más” y una de ellas era “El encuentro”, que era como el tema que a mí me parecía más fuerte de todos lo que había hecho, y entonces escribí por Instagram a Amaia, a quien no conocía, para decirle que tenía un proyecto nuevo y que se lo quería enseñar. Le dije que si se venía al estudio... y se pasó al día siguiente. Le expliqué toda la peli, le encantó, le enseñé un par de temas por si quería cantar y eligió este. Grabamos más o menos todo ese día y conectamos a nivel personal; nos llevamos guay, tenemos referentes más o menos parecidos, nos gusta música similar, tenemos una manera de entender nuestras carreras que es particular (yo la respeto muchísimo como artista)… y nada, le dije “vamos a hacer más música, que creo que pueden salir cosas”.
¡Ah! O sea que la idea salió de ti.
Sí, porque yo vi claro que con ella podía hacer algo guapo. Mucho antes de que saliese la canción.
Es curioso porque además ella tuvo un proceso algo difícil para encontrar el sonido de su primer disco.
Yo creo que también le pasa un poco a todos los que salen de este tipo de programas rollo “Operación Triunfo”, que te pone con un éxito fulgurante pero te deja vendido si necesitas más tiempo de la cuenta para encontrar quién eres artísticamente, que es algo completamente normal. Ella se ha tomado su tiempo, y a mí me parecía entender cuáles eran sus inquietudes, cuál era el tipo de estética sonora que le podía cuadrar… Nos pusimos y salieron un par de temas muy guapos. Como “Yo invito”, que es el primer tema que hicimos y quedó guapísimo. Es una reacción en cadena. Empiezas por un par de temas chulos, vas entrando y al final te plantas con un disco. Luego fue cuestión de convencer a Universal y a ver qué pasa.
La colaboración con Little Jesus me llama la atención porque es como tu primera incursión en el funk, con esas guitarras tan Parcels… También me recordó mucho a la época Phoenix…
Sí, sí, ese sonido funk americano pero llevado al pop suave, muy europeizado. Total. Es un sonido que me flipa, la verdad. Mi proyecto de electrónica tenía mucho de R&B y alguna cosa de funk, utilizando sobre todo sintes de funk que siempre me han molado mucho. No es un género que me guste demasiado en estado puro, me gusta siempre fusionado con cosas, más llevado al groove. Si es que además creo que cuando alguien, desde fuera, intenta asirse a las raíces de algo… yo que sé, soul. Pero soul-soul, ¿sabes? Como D’Angelo… y no está fusionado con algo genuinamente suyo, no me suena. Hay muchas personas que han vivido esa cultura y que lo van a hacer siempre millones de veces mejor. Por eso yo también conecto un poco más cuando está más filtrado.
Otro tema que me interesa mucho es el del éxito. Tenéis “Ya no vales”, con C. Tangana, que yo creo que es como una autoparodia para recordaros a vosotros mismos que el éxito es algo efímero. Me interesa saber qué es para ti el éxito, un éxito que también se puede entender, digo yo, como el reconocimiento a un buen curro.
Buf, es algo difícil de definir. Para mí, mi gran éxito fue decir “hostia, pues yo al final era artista”.
“Tenía razón”.
Un poco. Y no solo eso. También cuando dejé de trabajar y me pude dedicar solo a hacer música. Ese es el éxito. Luego han venido otras cosas, como cuando llegaba mi cumpleaños, pedía un deseo y era “que me den un Grammy”. Yo eso lo he deseado muchas veces.
¿Has deseado el Grammy?
Muchas, muchas veces. Porque era algo que se me resistía mazo y decía “joder, ¿por qué no tengo un puto Grammy?”.
“Quiero mi puto Grammy”…
Sí, tío, y es que habíamos hecho cosas interesantes con Pucho y era como “joder, a ver si este año cae una nominación aunque sea”, y nunca nos nominaron a nada. Ya estaba empezando a abandonar el sueño, pero mira...
Querías uno, pues toma tres.
Para mí eso también es un éxito. O que me esté yendo tan bien con el disco, pero tener una carrera a día de hoy sólida y tener la tranquilidad de sentir que vas a ser artista toda la vida, que esa es tu profesión, es un éxito que te cagas. Han sido muchos los momentos en los que he dado completamente por perdida una carrera musical. Me he visto programando, o montándome un negocio de arreglar frenos, como mis viejos.
¿Asusta un poco el poder perderlo?
Pues claro, sí, asusta. A mí me asusta sobre todo sentarme delante del ordenador o pillar la guitarra y que no me salga nada. Eso me ralla, porque asocio bastante mi felicidad a estar inspirado. Y estar inspirado es hacer buenas canciones. Vivo un poco en ese círculo y salirme de ahí significa que mi felicidad se va a resentir; eso va a hacer que no me salgan buenas canciones y viceversa. Así que perder la inspiración, que sé que es una cosa que en algún momento u otro me va a pasar, porque es normal y voy a tener que aprender a lidiar con ello, sí que me provoca… no sé si miedo como tal, pero sí le doy vueltas. Y de ahí salen canciones como “Ya no vales”, claro.
¿Ha sido difícil entrar en ese disco, en ese mood, en ese rebuscar y probar cosas y estilos? Porque representa un poco el imaginario que hemos mamado todos pero en el que quizá no hemos entrado en profundidad…
A ver, hay cosas de “El Madrileño” que igual no he mamado tanto. No sé, pues la parte más de los boleros, a lo mejor, o la parte más tradicional latina, pero sí que he escuchado muchísimo a Ketama, a Antonio Vega, a Kiko Veneno, la rumba… Hay muchas cosas en “El Madrileño” que estaban latentes en nosotros, que nos habían marcado sin ser del todo conscientes de la marca y que con el tiempo hemos ido recuperando también sin darnos cuenta. Pero sí, como te he dicho también hay una parte importante de cosas que he ido aprendiendo, porque a Pucho le gustaban mucho o por la forma de trabajar de Víctor (Martínez), el músico con el que hemos grabado. Él estaba mucho más familiarizado con el tipo de patrón con que se graba la percusión en un guaguancó, qué instrumentación va en una bachata o qué tempo se usa en un bolero. Luego también está la parte electrónica, rollo “Demasiadas mujeres”, que está plagada de sintes que yo he usado toda mi vida, rollo sintes de brass. Ese tipo de sonido lo he utilizado yo desde siempre, pero aquí se adapta a otras cosas, le das otro sentido, el bombo es a negras… O los arpegios de “Nunca estoy”, que son más de electrónica.
Yo creo que toda esa mezcla surge de verdad de algo espontáneo, no de algo rebuscado. Es volcar todo lo que nos gusta y ver si funciona. Si no, pues a otra cosa. Y así ha salido, de verdad, fue algo muy sencillo. Si fuese complicado no hubiese salido así. Cuando algo es muy conceptual, se nota el proceso y si se está forzando. Esto ha sido más de acción que de pensamiento: hacer, hacer, hacer hasta que de repente ves que eso va hacia algún lado. No estoy hablando de cómo se conceptualiza todo al final para sacarlo, sino de cómo se va construyendo. O sea, hemos hecho tres temas de R&B o de rap, tenemos un reguetón y mientras tanto hemos hecho unos temas raros que parece que tienen sentido en conjunto. Empezamos con “Un veneno”, luego fue “Para repartir” (editada como single en 2019 y no incluida en el álbum), y eso se va haciendo grande. De repente te ves utilizando otras técnicas para producir, empapándote de otros sonidos, de otros ritmos, de otros géneros… y te ves a gusto y superfresco otra vez haciendo música. No es ese bucle de “venga, otro reguetón, otro más”.
¿Por eso habéis parado de hacer, y producir tú en concreto, tanto hip hop y cosas más enfocadas a lo puramente urbano?
Claro, llega un punto en que se hace repetitivo. Y también da miedo, porque te sientes un poco sin el toque ese especial, sin ese olfato para hacer hits, ¿sabes? Hacer sesiones de estas rápidas de irte tres días a Miami. Ahora mismo he perdido ese tren. No sé si lo he perdido, pero por lo menos lo he dejado pasar. Y ahora mismo lo único que me llena es trabajar para mi proyecto y seguir haciendo cosas del tipo de “El Madrileño”, porque Pucho y yo seguimos currando en material enmarcado dentro de ese concepto…
Estarás en los directos, supongo.
No, no. Voy a hacer alguno, pero como algo especial, no voy a hacer la gira porque a día de hoy no puedo, es demasiado exigente. No puedo hacer todo a la vez. Es una decisión heavy porque me lo paso que te cagas, pero tengo que focalizar los esfuerzos. Pero sí, alguno sí que haré. Los que pueda. ∎