“Estaba harta de la Ana Tijoux, me tenía hasta las pelotas la Ana Tijoux. Escribir me liberó de ese personaje que una va construyendo aunque una no quiera, personaje que también ayuda a construir la misma industria o hasta el público”, dice la rapera chilena Ana Tijoux al otro lado de la pantalla. Hablamos sobre la creación de “Sacar la voz” (2023), su libro de memorias publicado a través de Lumen. “Escribir para mí fue muy terapéutico. Fue desnudarme desde otro lugar, ponerme en un espacio que no tenía tan explorado y que tiene que ver con el silencio. Y, no sé, al escribir me lo lloré todo y fue muy liberador como ejercicio”, dice. Cabe preguntar, por tanto, qué es lo que le hartaba de ese personaje. “Una no tiene solo una dimensión”, afirma. “Y me ha pasado mucho en la vida que, cuando no me conocen de forma cercana, la gente me ve más rígida, quizá por cómo canto, por la manera en que se construyen las canciones, por mis convicciones, que siempre las porto. Pero hay una parte mía que es superpelotuda. Soy bien tonta, me río de cosas que son absurdas. Creo que todos tenemos diferentes dimensiones, pero nos encasillan en la postal de la rapera consciente o de la periodista que hace preguntas superinteligentes todo el rato. Todos somos más complejos de lo que se ve y esa complejidad es parte de la riqueza del ser humano. El libro me permitió ir a otro lugar que no he logrado plasmar en la música aún, quizá”.
Ana lleva un tiempo radicada en Barcelona. Dice que se siente muy bien en la ciudad, que su rutina no ha variado mucho en relación a la que tenía en Chile. “Mis días son de mamá, preparo el desayuno, voy a dejar a mi hija al colegio”, cuenta. Pero también descubrió algo en Barcelona. “Me encanta caminar. Camino y me relajo. Terminaré seguramente siendo esa vieja que hace ‘trekking’. Puedo caminar todo el día, algo que no sabía que me gustaba caminar. Parece que ahora descubrí que tengo piernas, a mis 46 años”. Cuando tenía 37, Ana publicó su último disco hasta la fecha, “Vengo” (Nacional, 2014). “Ese es un disco muy maternal. Estaba con la Emilia dentro. Incluso en la foto de la portada estoy mirando hacia abajo, ¡estaba muy embarazada!, mirando este cuerpo en el que estaban pasando mil cosas. Cuando estaba haciendo el disco, yo pensaba todo el rato ‘tengo dos corazones’. Tenía dos tempos en el cuerpo, pensaba en cómo la rítmica corporal era distinta. Creo que los momentos más felices que he tenido en mi vida han sido las veces que he estado embarazada. Por mí estaría siempre con la guagua dentro. Sé que hay mujeres que lo pasan fatal, pero a mi cuerpo le encanta estar embarazada. Me siento invencible. Una cosa de felicidad, plenitud absoluta”. Además del concierto de mañana en Madrid, tiene tres fechas más confirmadas en suelo peninsular para el mes de marzo: Andorra la Vella (7), Barcelona (9) y Zaragoza (10).
Ahora, después de nueve años, la artista se apresta a lanzar “Vida” (Victoria-Altafonte, 2024), su nuevo álbum. Pero no se trata de una vuelta a los escenarios o la vida pública, porque durante todo este tiempo ha seguido activa: haciendo música propia, colaborando con otros artistas y también como una figura activa en los procesos sociales de Chile en los últimos años. Ana Tijoux no ha publicado discos en una década, pero siempre ha estado presente. “Sacando cuentas, creo que desde que empecé a hacer música no he parado mucho. Siempre he estado haciendo cosas, algunas más visibles que otras. También he tenido dos hijos en el camino y la crianza es un trabajo invisible, íntimo y muy personal, también. Si no había hecho un nuevo disco antes, es porque me agarró la máquina de trabajar y trabajar. ‘Vengo’ me dio mucho trabajo; entonces tampoco tenía tiempo de parar y procesar. Pasaron un montón de cosas en diez años. Y siento que esa década pasó más rápido que la anterior. Cuando quería sentarme a componer terminaba en una gira, trabajando o criando. Todo se mezclaba. Ahora me senté y dije ‘ya, lo voy a hacer, le voy a dar patitas y cuerpecito a este proyecto’”, explica. Y ese cuerpo se llama “Vida” porque “se me fue mucha gente muy querida. Se me fue una hermana, un medio hermano, un compañero bajista, Miguel Barriga. Este último año se fue otra amiga y un amigo hace un mes. Siento que ha muerto mucha gente en poco tiempo. Y los duelos son siempre muy únicos, personales, tienen velocidad propia, y tenía ganas de hacer un homenaje a la vida a mi manera. Tenía ganas de hacer un disco, es mi sensación, más bailable”.
Algo que noté de entrada en estas nuevas canciones es que la percusión está muy presente, de diferentes maneras. Me sorprendió mucho. En un momento hasta pensé en que de pronto escuchaba kizomba angoleña en uno de los temas.
Qué bien, sí. Lo que pasa es que se mezclan varias cosas. Primero, que siempre me ha gustado la música africana y, tal como América Latina, África es un continente muy diverso, y qué bacán es hablar con una periodista que cacha un género de un país, porque en ese continente hay un millón de sonoridades y matices y no todo es lo mismo. Por otra parte, Andrés Celis, que es el productor del disco, es baterista y nació en Argelia; así que creo que por vivencia y propia curiosidad es muy sensible a ciertos ritmos. Pienso que, sin decirlo, para los dos fue muy natural ir en esa dirección. Quizá en un año más lo pueda argumentar mejor, porque soy una persona muy lenta para entender las razones, los procesos.
Ahora que lo explicas, tiene mucho sentido que este disco para ti sea una celebración de la vida y que, al mismo tiempo, la percusión sea protagonista. Hay algo primigenio, originario, que tiene que ver con el sonido pero también con el movimiento y con el cuerpo.
¡Sí! Me siento como en terapia ahora. Tenía ganas de bailar. Necesito bailar la pena, procesar la pena en términos corporales y quitarle un poco de cabeza. Quizá porque vengo de una familia muy de cabeza y me doy cuenta que a mí las cosas que me hacen bien es caminar, por ejemplo. Y creo que también estoy descubriendo que tengo ganas de bailar. Bien o mal, no tengo idea, pero quiero bailar. Me han dado muchas ganas de bailar y seguramente el disco se empapa de todo este proceso.
Ana cuenta que, a través de la escuela de su hija, conoció a una madre que es de Martinica. “Y ella me decía respecto a ‘Tania’ que parecía zouk, que parecía música de las Antillas. Y yo le contaba que seguramente, porque cuando era chica escuchaba zouk. Escuchaba música de todas partes y una se impregna e influencia de manera natural”.
Dentro del disco también hay una canción que habla sobre el amor romántico, preliminarmente titulada “Ça va”, y me llamó la atención, porque dentro de tu obra hay pocos temas que hablan explícitamente sobre el amor de esa manera.
Sí, me la escribí a mí y se la escribí también a una amiga, recogiendo su experiencia y las mías y con un par de tragos seguramente en el cuerpo y riendo, ¿no? Le comentaba que nunca me había sentido tan feliz sola. Y hay pocas canciones que hablan de estar feliz sola; siempre se habla de estar feliz con un otro o con una otra y a mí me está pasando todo lo opuesto. Me ha pasado conocer gente un poco mayor que yo que se separan mayores, y supuestamente hay una crisis cuando tú te separas ya con una cierta edad: la dificultad de volver a reconstruir tu vida y blablablá. Pero yo he visto que hay un renacer en la mujer que me parece superinteresante. He observado que, pasados los 50, cuando se separan, se van a un túnel oscuro o hay un despertar de un millón de cosas, de disfrutar cosas que estaban ahí pero que por estar en otra dinámica estaban ocultas. Creo que esa fue la razón de esa canción y me la canto a mí todo el rato. Me la canto a mí y se la canto a mi amiga y nos cagamos de la risa cuando la escuchamos.
Puede ser por lo que te comentaba de la percusión, quizá, pero encontré algo muy sensual en estas canciones nuevas. Son muy físicas, hay algo que tienen que es muy placentero.
Sí, seguramente porque también he hecho cosas que nunca pensé que iba a hacer. Por ejemplo sacarme fotos desde otro lugar, algo que no me había permitido antes por este mismo personaje que una porta y que creo, finalmente, que lo que te permite es defenderte contra el mundo, como un escudo.
Y Ana cambió el escudo por un vestido rojo vaporoso, que se ve increíble. Como si hubiese sido hecho pensando en ella. Igual que su escudo. Quizá la libertad sea descubrir que son compatibles. “Un día me tocó sacarme una foto con una chica y me trajo ropa. Primero dije ‘esto jamás me lo pondría’, pero lo hice y me encantó. Dije: ‘Juguemos’. Y creo que, no sé si es porque estoy más vieja, me estoy riendo más de mí, porque como muchos seres humanos soy tremendamente insegura. Me parece que nadie se atreve a decirlo porque se ve mal, ¿no? Como que hay que mostrarse supersegura y yo soy superinsegura. Decidí jugar con esta inseguridad un rato y agarrarme para el hueveo un poquito. Y acá la reflexión que, insisto, como soy lenta, lo entiendo ahora: total, se murió gente demasiado querida que creo que si estuviesen vivos me dirían ‘anda, déjate de gilipolleces y juega’”.
Y en “Vida”, además de su trabajo con Andrés Celis, hay colaboraciones. Por ejemplo, con la puertorriqueña iLe en “Busco mi nombre”. “También invité a Talib Kweli de Black Star y a Plug de De La Soul, y a Cidtronyck, que hace los scratches”, cuenta Ana. “Invité además a un gran cantante del Reino Unido, Omar. Nos pasó algo muy lindo. Bueno, lo escucho desde muy niña. Es el cantante de soul inglés que yo más escucho desde que tengo como 18 años y justo coincide que me escribe el Stuart Zender, bajista de Jamiroquai, y nos pide hacer una colaboración los tres, o sea Stuart, Omar y yo. Y fue algo muy bonito porque era una canción para la mamá de Stuart que está muy enferma. Y como mi hermana murió de una enfermedad, le dije: ‘Hermano, lo que usted quiera, vamos’. Y se armó una suerte de amistad, hablamos hasta el día de hoy. Y entonces invité también a Omar”.
Otro de los invitados en “Vida” es el chileno Pablo Chill-E. “Imagínate, tengo la edad de su mamá”, dice Ana, riendo. “Hablo más con su mamá que con él a veces. Y me pasa algo muy de mamá con Pablo también; le digo a ella que me lo cuide. Cuando voy a Chile me hacen comida y terminamos conversando, voy con mi familia. No sé por qué, pero tenemos mucha afinidad, a pesar de que mucha gente quizá lo encuentre extraño. Para mí no lo es. Creo que rapea mortal, tiene un ‘flow’ brutal; lo pienso desde el primer tema suyo que escuché. Y es alguien a quien yo quiero mucho y quiero mucho a su familia también, que es gente que yo de verdad admiro tremendamente y a la que me siento muy cercana”.
Bien acompañada, con ganas de jugar, de ser vulnerable, de probar y experimentar lo que hasta ahora no había experimentado. Así encuentra a la rapera su esperado nuevo disco. El tiempo nunca pasa en vano y nos va enseñando. En el caso de Ana, incluso a bailar la pena. ∎