La noche como isnpiración. Foto: Marina Tomás
La noche como isnpiración. Foto: Marina Tomás

Concierto

Arooj Aftab fue Reina de la Noche en Barcelona

¿Qué cualidades debe tener una Reina de la Noche? Debe ser capaz de invocar la sensualidad de la luna, la melancolía del crepúsculo y la esperanza del amanecer. Debe invitar al descanso, a la diversión, a la introspección, pero también al goce activo, a la diversión y a la parranda… Y resulta que Arooj Aftab hizo check en todas las casillas en el mágico concierto que ofreció ayer en la sala Apolo de Barcelona. Esta noche actúa en Madrid.

Reina de la Noche. Estas son las cuatro palabras que me vienen inmediatamente a la cabeza cuando Arooj Aftab sale al escenario de la sala Apolo en Barcelona. Lleva una chaqueta de grandes hombreras ochenteras en punta cuya masculinidad se ve contrastada por el toque brillante y femenino de un gran collar metálico. Se ha recogido el pelo de una forma desordenada que casa a la perfección con las gigantescas gafas de sol negras que cubren gran parte de su cara y que gritan “resaca” a los cuatro vientos.

Tanto Arooj como su banda visten mayormente en un color negro que los ayuda a mimetizarse con la oscuridad de una puesta en escena minimalista en la que los cañones de luz alternan los colores fríos (azules, púrpuras), alimentando así la penumbra allá donde no llega la iluminación. Basta con que la artista se aleje tres pasos del micro para que sea engullida por las sombras. Como la Reina de la Noche que es.

En la primera canción de su concierto barcelonés también pienso que, para haberle dedicado todo un disco a los gozos y las sombras de la nocturnidad y la alevosía bajo el nada sutil título de “Night Reign” (2024), la tía ha decidido empezar su concierto a una hora (¡las ocho y media!) en la que muchos españoles todavía están con su cafecito de media tarde. Pero no pasa nada, porque la noche no es una franja horaria, sino un estado mental.

Y ese estado mental queda bien claro en una primera canción, “Suroor”, de su anterior disco, “Vulture Prince” (2021), en la que se dedica a presentar a la banda sin necesidad de presentar a la banda. Es decir, sin necesidad de recitar sus nombres. En este tema, Arooj cede el sucesivo protagonismo a cada uno de los instrumentos que la acompañan sobre el escenario, primero las líneas de un violín etéreo capaz de invocar pinceladas de color en medio de la negritud nocturna, después un violonchelo capaz de transitar desde el clasicismo habitual de este instrumento tan regio hacia la volatilidad de atmósferas preñadas de orientalismo, finalmente una guitarra española que hace volar la imaginación hacia patios y rincones en los que amoríos extraviados se bañan en la luz de la luna.

Otros artistas suelen usar la primera canción de un concierto para el baño de masas, para el “aquí estoy, por fin he llegado”. Pero, en lo que es mucho más que un acto de generosidad artística, Aftab comparte esta intro con los instrumentos dejando claro que son todos ellos, los instrumentos y su voz (otro instrumento), los que van a pintar LA NOCHE sobre el escenario. La artista parece ser consciente de que cantar en un idioma que puede no ser entendido por la mayoría de asistentes a sus conciertos convierte a su voz en eso mismo, en un instrumento, una textura mutante y fluida capaz de construir paisajes a la vez que transmitir una paleta de emociones con especial afición por la melancolía menos triste y la sensualidad menos sexual.

Melancólica y... fiestera. Foto: Marina Tomás
Melancólica y... fiestera. Foto: Marina Tomás
Durante una hora y veinte minutos, Arooj Aftab y su banda se dedican a desplegar sobre el público un cancionero compuesto por temas largos, larguísimos, cuya extensión –tanto en el horizontal del tiempo como en la vertical de las emociones– es la mejor herramienta posible a la hora de conceder a los instrumentos el espacio que necesitan para desarrollar discursos y diálogos. Como en sus discos, el directo de la artista es una alfombra voladora que te invita a una travesía en la que cruzar múltiples cielos: ahora el cielo solar del jazz menos cerebral y de la neoclásica más emocional; ahora el cielo lunar de la revisión del folclore oriental, especialmente paquistaní, desde las formas y métodos del presente. Y da igual si conoces las canciones o no, porque los paisajes sonoros de la artista son de esos que te obligan a mantener la respiración en un hilo hasta que, al final de todo, cuando se hace el silencio, por fin te deshaces en un suspiro de puro placer.

Lo dicho: Arooj Aftab, Reina de la Noche. Y supongo que, llegados a este punto de mi crónica, habrá quien piense que estoy hablando de una Reina de la Noche misteriosa, oscura, taciturna, introvertida… Pero nada más lejos de la realidad. Porque, en mi cabeza, una Reina de la Noche es aquella que se expande cuando sale la luna, que utiliza el mundo de las sombras para arrancarle a la vida todos esos placeres que solo pueden obtenerse cuando el mundo no mira porque los ojos más juzgones ya están durmiendo.

Dicho de otra forma: Aftab dejó claro que es la Reina de la Noche cuando, tras la primera canción y con un copazo de vino tinto en la mano, explicó que el concierto iba a estar repleto de “ups and downs” porque su setlist combinaba canciones de “Vulture Prince”, en el que capturó la tristeza por la muerte de su hermano menor, con los temas de “Night Reign”, donde la artista se consagra en cuerpo y alma a ese mundo nocturno en el que la diversión adquiere formas más sensuales y complejas (la tía afirmó literalmente que el disco iba de “hooking up at night”). En esta pausa entre canciones, Arooj también aprovechó para pedir a la mesa de sonido que le dieran a su voz el brillo que le habían quitado los millones de cigarrillos fumados el día anterior.

Así debe ser una Reina de la Noche: alguien que sabe trenzar la melancolía y la tristeza con el flirteo de barra de bar y con el cachondeo de colegas que alargan las horas en un antro porque no quieren volver a casa. “I like your energy. Let’s do some shots. Let’s get drunk” (“Me gusta vuestra energía. Tomemos unos chupitos. Vamos a emborracharnos”), le dice al público antes de repartir entre la primera fila una ronda de chupitos de whisky que, obvio, son la mejor apertura posible para su canción “Whiskey”. También explica que “Raat Ki Rani” es su canción favorita del disco porque va de pasarte la noche cruzando miradas con alguien que te gusta y que no oculta que también le gustas, aunque al final decidas levar anclas y marcharte a casa… que es donde te espera tu pareja. En medio de las risas del público, Arooj apuntilla que su pareja no es muy fan de esta canción. Son solo dos ejemplos del humor con que la artista lubrica los espacios entre canción y canción, apretando más todavía el lazo que las canciones han ido estrechando entre ella y el público.

Arooj Aftab junto a Sílvia Pérez Cruz. Foto: Marina Tomás
Arooj Aftab junto a Sílvia Pérez Cruz. Foto: Marina Tomás
Reina de la Noche es también aquella que sabe aprovechar las casualidades de madrugada para llevarte hacia lugares y experiencias inesperadas. Reina de la Noche es alguien que, en mitad de su concierto, se arranca a hablar de lo curioso que es cuando una artista que siempre has admirado pasa a ser tu amiga, tal y como le ocurrió a ella con Sílvia Pérez Cruz. Entonces deja caer que es muy probable que Sílvia esté presente entre el público y la invita a subir al escenario para cantar juntas. Transcurren unos segundos de incertidumbre en los que realmente pienso en lo desastroso que sería si la invitada no estuviera presente en la sala. Pero, por suerte, Pérez Cruz acaba marcándose una deliciosa improvisación junto a Aftab que engrandece más todavía “Last Night” y en la que las dos voces exploran los mundos que las unen, los mundos que la separan.

Ya ha quedado claro, entonces, que no cualquiera puede ser Reina de la Noche. Pero Arooj lo fue de sobra cuando, además de todo lo ya comentado, encaró la recta final de su actuación con una nueva ronda de chupitos que punteó con las palabras “I’m a fucking shot-girl now. Let’s start the mosh pit. Should we dance?” (“Ahora soy la jodida chica de los chupitos. Que empiece el ‘mosh pit’. ¿Bailamos?”). Esto ocurrió justo antes de invitar a dos chicas del público a que danzaran en un lateral del escenario mientras la iluminación se teñía de rojo pasión y la banda atacaba “Bolo Na”. La claridad de sonido que había primado durante toda la velada empezaba a ensuciarse, a distorsionarse, como si la canción se descompusiera y degenerara de la misma forma que se descompone y degenera una noche en la que nos hemos pasado con los chupitos de whisky. Y así, después de habernos llevado de la mano a través de todas las fases lunares, Arooj Aftab puso punto y final a su glorioso e inolvidable viaje al fondo de la noche. ∎

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