Hiromi Uehara (Hamamatsu, 1979) nació prácticamente pegada a un piano. Comenzó sus estudios cuando tenía 6 años, así que ahora, con 44, apenas recordará su vida sin él. Tal y como ella afirma, ha sido su mejor amigo, sin interrupciones causadas por la frustración, desde que tiene uso de memoria. Cuando aún era una niña, su profesora de piano introdujo a Uehara en el mundo del jazz: actualmente no existe pianista sobre la faz de la Tierra que domine el género mejor que ella.
En ocasiones, el virtuosismo trasciende su propio proyecto: cada diez años publica un disco en solitario, pero también ha girado con tríos, en formato quinteto con un cuarteto de cuerda o con grupos de jazz fusión, a la vez que, por supuesto, disfruta de interpretar temas más clásicos. Bach es uno de sus principales referentes y su “Concierto de Aranjuez” de la mano de Chick Corea se ha convertido en repertorio obligatorio. La japonesa no solo se codea con las estrellas del público más nerd, sino que también ha grabado piezas con artistas de la talla de Simon Phillips, batería de The Who. Esta semana estará de gira en España con su nuevo proyecto, Hiromi’s Sonicwonder, cuarteto de jazz con pinceladas de funk, electrónica y rock. Pasará por Guadalajara, Zaragoza y Palencia.
Su pasión por la música le ha abierto todo tipo de puertas, desde las más populares a las más académicas. Ha interpretado a Gershwin en grandes eventos al aire libre, se ha saltado algún protocolo que otro tocando un piano de cola con zapatillas deportivas y ha crispado a más de un purista girando con un trompetista que usa pedalera. Para ella, pese a todo, la disciplina es lo más importante: vive en una constante competición consigo misma.
Tu reciente disco, “Sonicwonderland” (2023), tiene jazz, por supuesto, pero también funk, rock y música electrónica. ¿Cómo llegas a todas estas influencias y cómo decides juntarlas?
Crecí escuchando muchos tipos diferentes de música, así que no sé exactamente de dónde las he sacado o cómo he llegado a inspirarme de forma directa. Simplemente estoy abierta a escuchar muchos géneros diferentes. Esta vez quería escribir música a través de los teclados, porque me inspiran y me hacen crear de forma diferente. No compongo igual frente a un piano acústico que frente a un teclado. La elección de instrumentos me llevó en esa dirección.
“Sonicwonderland” es el álbum de tu nueva formación, Hiromi’s Sonicwonder, que cuenta con Adam O’Farrill a la trompeta, Hadrien Feraud al bajo y Gene Cove a la batería. También tienes tu trío, tu quinteto… ¿Consideras que para crear distintos estilos de música es necesario relacionarse con personas diferentes?
Cuando escribo música tengo una imagen sonora muy clara en mi cabeza, así que mi misión es encontrar a los músicos que tengan o puedan desempeñar ese sonido. Sin embargo, esta vez no pude llevar a cabo este proceso, sino que el proyecto comenzó con una reunión entre nosotros. A Hadrien lo conocí en 2016, cuando estaba haciendo el formato trío, y me sorprendió mucho la química musical que tenía con él, lo que me empujó a escribir. Estas composiciones las pensé para que él las interpretara y, una vez conseguí tener eso claro, comencé a vislumbrar el papel y el sonido del resto de instrumentos, así que llamé a Gene y Adam.
Cuando tienes la música en tu cabeza y escribes sobre algo que has visto o algo que has sentido, ¿crees que al espectador puede llegarle de la misma manera? ¿Es la música un lenguaje universal?
Sí, definitivamente. Al menos para mí, porque siento que puedo comunicarme mejor con la música que con el idioma.
Y si es universal, ¿por qué suena tan diferente lo que se hace en Japón que lo que escuchamos aquí?
Ya sabes, cada país o cada región tiene unos orígenes diferentes, la cultura es distinta y así lo es su música tradicional. Creo que es normal que sea diferente porque si el folclore, que es la base, es diferente, lo que se construye a través de él seguirá distintos caminos. El estilo de vida, la cultura o el baile no tienen nada que ver. Creo que el baile es otro factor importante en la música porque, cuando la gente baila, también se está comunicando a través de su cuerpo. Ese baile puede ser más íntimo, más colectivo, puede celebrar algo o puede que no. ¿Cuál es su ritmo? ¿Cuál es su tempo? Creo que todas estas cosas se influyen mutuamente.
Con respecto a lo que dices sobre el baile, he visto que muchas veces también comparas la música con el deporte…
Creo que es muy similar en términos de ser disciplinado para poder seguir haciendo lo que realmente amas. En ambos casos lo único que tienes que tener es paciencia, porque el crecimiento suele ser lento. Todos los días trabajas muy duramente en algo y mantienes una conversación contigo mismo sobre cómo mejorar o cómo profundizar en ese tema. En ese sentido creo que es similar, pero la diferencia es, probablemente, que en música no hay puntuación ni tiempo de juego. ¿Quién es el ganador? No existe. A lo que me refiero es, sobre todo, a la intención de superarte a ti mismo todos los días, luchando contra ti para mejorar.
Aunque en el ámbito del jazz no haya ganadores o perdedores, es un mundo bastante competitivo, ¿no?
Si das importancia a las ventas y los números, sí. Pero creo que es más bien una cuestión de industria y yo no estoy muy interesada en eso. Para mí la música es algo más personal y que me gusta hacer por mi cuenta sin pensar en eso. Cualquier número me satisface, por supuesto, pero es algo psicológico que no trasciende en mayor profundidad. Yo considero un logro poder componer algo que me gusta, vivir de algo que amo o ser capaz de tocar algo que no podía hacer antes. Compito conmigo misma, no lo hago con nadie más.
El jazz comenzó siendo algo muy alejado de la música clásica, pero con el paso del tiempo se ha integrado más en la academia y la nueva generación puede concebirla como música del pasado. ¿Crees que podría llegar a convertirse en la música clásica de nuestro tiempo?
No lo sé, porque el concepto de “música clásica” es realmente complicado. Lo que quiero decir es ¿qué se considera “clásico” y por qué? Mozart o Bach, por ejemplo, componían la mayoría de música que por aquellos entonces se consideraba contemporánea. En su momento ellos experimentaban, y fuimos nosotros los que más tarde le pusimos el apellido de “clásica”. Es una palabra difícil, pero yo creo que el jazz siempre va a ser innovador. Si te fijas en el sonido de ahora, el que todos los músicos están buscando, es jazz. Cada vez está más de moda la improvisación, o componer música en el momento de forma espontánea. Así que, sí, supongo que el jazz es la música del presente, pero siempre va a ser la música del presente.
¿Crees que la capacidad de improvisación a veces se deja un poco de lado en los conservatorios o escuelas de música?
Bueno, es algo complejo. Siempre y cuando quieras tocar música que ya ha sido escrita por alguien, tienes que conseguir entenderla en primer lugar. Tienes que aprender a tocar eso, así que, por ejemplo, cuando nos fijamos en un pianista clásico de primera línea, es porque ha ido más allá de eso. Primero tienes que entender cómo el compositor original la habría tocado y, una vez has entendido eso, puedes cocinarla con tu estilo personal. Por supuesto, cuando ya dominas la técnica, la interpretación es mucho más libre y tienes muchos matices diferentes para interpretar la pieza a tu manera, pero debes recorrer mucho camino para eso.
Pese a que la técnica te permita innovar, hay muchos puristas de los géneros cerrados. ¿Alguna vez te has topado con alguien que considere que el jazz debería ser algo más hierático que el terreno al que tú intentas llevarlo?
Estoy segura de que hay gente a la que no le gusta, pero eso me parece bien. Ya sabes, es como la comida. A veces pienso que soy chef y estoy cocinando. Creo que mi cocina es deliciosa y vale la pena presentarla, así que quiero cocinar para la gente que disfruta de ese sabor, ¿sabes? Pero mi restaurante no tiene que ser amado por cada persona que habita este planeta. Todo el mundo tiene gustos diferentes. Algunas personas prefieren más sal, otras menos. Creo que todo el mundo tiene derecho a amar lo que le gusta, del mismo modo que yo tengo derecho a tocar lo que me gusta y hacer lo que quiero. No busco que todo el mundo me admire y, de hecho, creo que es bastante saludable que no todo el mundo lo haga, porque eso quiere decir que todavía existe riqueza en el gusto individual. Puede que haya gente a la que no le agrade fusionar géneros, pero yo crecí escuchando muchos tipos de música. Yo ya tocaba swing antes de saber lo que era el swing, y tocaba jazz antes de saber que existía, así que la fusión es algo que surge en mí de forma natural. Ya sabes, si a la gente no le gusta fusionar la música clásica con el jazz, o el jazz con el rock, o el flamenco con el jazz, entonces, por supuesto, nadie vendrá a mi espectáculo, así que no podría hacer esto como profesional. Pero mientras haya gente que se sienta como yo y con la que pueda compartir esta música, lo seguiré persiguiendo.
Supongo que por eso también te sentirás de forma diferente tocando en un festival como Fuji Rock o en un auditorio clásico, cuyos códigos y reglas son bastante más serias…
Bueno, más que reglas creo que son gestos de respeto hacia la música, no tanto unos requisitos en sí. Por ejemplo, si hay tres movimientos en una sinfonía, aunque el primero sea increíble, nadie aplaude. ¿Por qué? Porque es así. Simplemente los espectadores respetan la historia de la música. Cuando, al contrario, es la orquesta la que va al festival de rock, el público desconoce esa regla. Así que, si el primer movimiento es increíble, la gente probablemente aplauda después, lo que también está bien. Cuando toco en una sala de conciertos clásica, la gente está mucho más callada y se centra más en cada nota, porque esos lugares están hechos para eso. Sin embargo, cuando toco en un festival de rock al aire libre el público no puede percibir tantos detalles porque se oye la voz del público, el canto de los pájaros o el sonido del viento. Eso me puede hacer tocar de forma más salvaje, no más libre, porque soy libre siempre. La gente baila y está más relajada, así que es muy diferente. Lo que me gusta de tocar en diferentes tipos de espacios es que disfruto de distintas maneras de vivir la música. El contexto me dirige a tocar de diferente forma, es un poco como un océano, ¿no? A veces el océano está en calma y puedes navegar en la barca. Cuando el mar está picado puedes decidir ir contra la corriente o dejarte llevar. Disfruto de cada flujo, siempre y cuando exista público con quien pueda compartir mi música.
¿Cómo han cambiado tu visión de la música personas como Chick Corea y Oscar Peterson?
Sigue creyendo en lo que haces y sigue haciéndolo, ¿sabes? No hay nada más que eso.
De todos modos, has evolucionado mucho en lo que haces y lo que sientes, ¿no? Tienes un proyecto en solitario que revisitas cada década…
Sí, también me gusta tener tiempo para disfrutar a solas de mi piano. Ser solo yo; yo y el piano. Nada más. Es como un hito para mí, porque el piano ha sido mi mejor amigo durante todos los años de mi vida, así que quiero sentarme con él y grabar mi sonido, investigar sobre él cada década y ver lo que ha cambiado. Dónde estaba antes, dónde estoy ahora y todo eso.
Dices que el piano es tu mejor amigo, pero ¿ha habido momentos en que también ha sido tu peor enemigo?
Bueno, nunca es un estrés ni una frustración. A veces es una lucha, pero eso solo es una señal de que puedes crecer aún más. Me siento muy afortunada de descubrir cosas nuevas y también de haber encontrado algo por lo que realmente quiero vivir mi vida. ∎