Aoba es originaria de Urayasu, una pequeña ciudad de la prefectura de Chiba (muy cercana a Tokio, al noreste de la isla principal de Japón). Su ciudad está dividida por el río Edo, que separa la zona tradicional (un barrio de pescadores) del urbanismo moderno (donde se encuentra Tokio Disneyland). La cercanía con el agua ha vertebrado la historia de su ciudad, su industria y su planificación urbanística. Además, su madre trabajaba en el parque temático de Disney cuando Aoba todavía era una niña, por lo que a su educación primaria en un pueblo de la costa se añadía la visión cinematográfica de cualquier suceso cotidiano: “He visto películas de Disney desde mi infancia. En particular vi ‘Fantasía’ muchas veces, así que creo que me sumergí de forma natural en la música desde una edad temprana. No creo que la música exista por sí sola, sino que siempre está conectada con la vida, las historias, los paisajes y los recuerdos de las personas, como una gota en un flujo acuático mayor”.
Aunque ese triángulo entre agua, cine y música ha vertebrado el trabajo artístico de la compositora a lo largo de su vida, no fue hasta su viaje a Ryukyu cuando lo materializó con algo más de consistencia. El conjunto de islas pertenece al Estado de Japón, si bien gran parte de este es más cercano a Taiwán. Por tanto, Ryukyu se ha desarrollado culturalmente de forma independiente, contando con sus propias tradiciones, religiones, rituales e incluso dialectos no siempre comprensibles para los habitantes de Honshu (la isla principal del país). Siendo un oasis idílico para el turismo local, pero en un espacio menos poblado y mejor conservado, los autóctonos son más reticentes con el visitante que en las megalópolis de Honshu. Aoba, en cambio, ha estudiado la cultura hasta ser aceptada dentro de esta: “Llevo visitando Ryukyu continuamente desde la época en que creaba ‘Windswept Adan’. Pero ya no es solo por mi trabajo: se ha convertido en una parte preciosa de mi vida. Uno de los mayores cambios después de la publicación del álbum fue mi participación en los rituales sagrados de la isla. Tradicionalmente, solo los isleños participan en estas ceremonias. Sin embargo, debido a la disminución de la población, se me permitió participar después de pasar varias pruebas. Tuve que demostrar que podía tocar las canciones requeridas en el sanshin y ganarme el reconocimiento de la comunidad local. Este año es la tercera vez que participo. No importa lo grande que sea el festival de música para el que me pidan que toque, este ritual sagrado siempre tiene prioridad en mi vida. Ese es el profundo significado que ha adquirido para mí”.
El resultado es un álbum que entreteje folk con la música contemporánea y la composición propia de las bandas sonoras (en este caso, de una película imaginaria). Vuelve a contar con el compositor Taro Umebayashi, conocido por ser el encargado de musicar el anime “Yuri!! On Ice” (Saro Yamamoto y Mitsuro Kubo, 2016), que sigue las aventuras de un patinador artístico. Así, el gusto por el tiempo pasado de Aoba se conjuga con el enfoque más académico de Umebayashi, creando un paisaje técnicamente impresionista y, a nuestros oídos, muy asiático: “En lugar de ceñirnos a un marco específico, ambos volcamos nuestras raíces en esta obra sin vacilar. Al permitir que nuestros orígenes se entrelazaran, pudimos crear algo realmente original. Creo que ese impresionismo procede de la influencia de Umebayashi. Colaborar con él en la composición y los arreglos fue como una especie de asesoramiento. Hablamos innumerables veces, iluminando suavemente las sombras que persistían en nuestros corazones. Llegar a ese lugar era a menudo doloroso y difícil, pero cuando salíamos a la superficie con fragmentos de música en la mano, la alegría era indescriptible”. La manera en que Ichiko se expresa, a menudo poética y a veces enigmática, refleja su visión de la vida y su arte como una totalidad. Criada entre la vastedad del mar y la magia del cine, dos elementos en su personalidad inseparables, concibe cada elemento de su disco como algo polisémico: un todo con varios significados. Por ejemplo, Aoba parte de un titileo casi imperceptible en la profundidad del mar para reflexionar sobre la profundidad del carácter humano (en su obra, todo es dual): “Las imágenes de las profundidades marinas estaban presentes, pero, además, quería captar una sensación de profundidad emocional. Durante el proceso creativo, sentí como si estuviera sumergiéndome físicamente, metiendo el cuerpo y el alma en la obra”.
En “Luminescent Creatures” el océano se entiende como un abismo infinito, una extensión de sombra y oscuridad que encierra, en momentos muy puntuales, algo de luz: aterrador, intimidante y, a la vez, bellísimo. Ichiko lo entendió en cuanto sintió la presión del agua envolviendo su cuerpo, descendiendo sin más oxígeno que el que cabía en sus pulmones en sus inmersiones marítimas por Ryukyu. Esas dicotomías –el esplendor y el peligro, la delicadeza y la fuerza– impregnan los paisajes sonoros de “Luminescent Creatures”: “Para mí, se trata de definir las distintas cualidades de las personas. Esto puede ser difícil a veces. Aun así, quería seguir reflexionando sobre el significado de nuestros diferentes yoes coexistiendo en el mismo planeta”. El agua, como la vida misma, también está llena de contradicciones. ∎