Siempre introspectivos, sus pasajes y paisajes electrónicos persiguen nuevas sensaciones… como los óleos abstractos dosmileros de su compatriota alemán. También, al igual que Richter, Gunnar Wendel, el hombre tras el aka Kassem Mosse, tiene una obra amplia –en septiembre de 2024 se cumplirán dieciocho años desde que publicara su primer material en el sello Mikrodisko: sus temas “Zolarem” y “The Revelation Of Frances Green” en el EP colectivo “We Call It Mikrodisko” (2006)–, lo suficiente como para que no pueda reducirse a un estilo concreto. Tan habitual es escuchar en sus discos la clásica caja doble del IDM entrelazada con ritmos pisteros del house clásico como descubrir zumbidos ambient en monolíticas progresiones techno. Luego están sus sesiones en vivo, minimalistas, siempre apoyadas en sintetizadores analógicos, cajas de ritmos, efectos y samplers.
Para quienes conozcan la obra de Mosse este símil con el arte de la pintura quizá no les resulte tan ajeno. Tampoco al propio productor, que, de hecho, piensa en los sonidos analógicos como pigmentos que mezclar. En la creación de un tema como los que hace Mosse, la magia sucede delante de la pantalla del ordenador, con la complicada visualidad del programa de producción musical Ableton: números, barras de colores que se agitan al pulsar play y ondas de sonido que se entrelazan. “Visualizar la música en el Ableton da la apariencia de estar construyendo un edificio. Pero también ve la música de otra manera más abstracta, como una pintura. Me gusta la idea de tener diferentes materiales y decidir cómo unirlos y crear una textura. Es como si algunas cosas fueran un poco más ásperas porque utilizas diferentes tipos de pigmentos-barra-sonidos y, luego, los combinas con algo más suave”, explica el alemán, para acto seguido apartar la mirada y contemplar el paisaje de Barcelona, ciudad donde tuvo lugar esta entrevista, apenas horas antes de su live dentro de la programación de la edición 2023 del festival MIRA.
Hay otro concepto que atraviesa toda su obra: una idea personalísima y flexible de lo que debe de ser una canción de música electrónica. “Siempre parto de la textura de un sonido y de algo que quiero expresar a través de esos sonidos. Luego, intento elegir cosas que encajen bien entre sí y crear contrastes y tensión entre los distintos elementos”, añade.
A pesar de que “workshop 32” (2023; en el sello workshop, fundado por el propio Mosse), primer largo en seis años, recibiera buenas críticas en varios medios prescriptores, Mosse es un tipo huidizo al que le cuesta dar la cara o conceder entrevistas. Incluso muestra cierta desconfianza ante las primeras preguntas durante este encuentro. Su música tiene algo de todo esto. “workshop 32” es un disco introspectivo donde los temas casi parecen ensayos del laboratorio en los que podría trabajarse más en el futuro; las canciones se titulan por el lugar que ocupan en el vinilo. “Me interesa saber qué opinan otros de lo que hago, pero sobre todo hago música por mí. Quiero ser feliz con ello. No pienso en lo que la gente esperaría”, dice, tajantemente el autor de “Disclosure” (Honest Jons, 2016), disco con el que se hizo hueco en Europa alejándose de los estándares más house de sus primeros sencillos y logrando emocionar a través de una experimentación sonora que parecía totalmente improvisada… sin serlo.
En “workshop 32”, “C1” es un track de música sucia y excéntricos ruidos sobre el sample de una voz soulera y lejana que podría ser la antítesis de la melodiosa y sensual “Flowers In May”, su colaboración con Simone White de 2022, esta vez con la voz femenina cristalina y presente a lo largo de casi diez minutos. Ambos temas reflejan los dos lados estéticos de Mosse, siempre obsesionado con cambios perpetuos del ritmo y notas atonales, que traen a la mente a los nombres más experimentales del house de Detroit, como Moodymann y Theo Parrish, y que dibujan ese trasfondo introspectivo que mencionábamos más arriba.
“Bailar puede ser también una experiencia muy introspectiva. Ya sabes, cosas que pasan por tu cabeza como imágenes o sentimientos cuando bailas. El público está ahí para experimentar algo juntos, pero también por sí mismos y en sus cabezas; para mí, la música no va tanto de presentar algo a un público para que baile”. Explica, además, que sigue saliendo a clubes, pero solo en fechas escogidas. Vive con su familia en una ciudad pequeña, Leipzig, el epicentro musical europeo en los siglos XVII y XVIII, con orquestas y compositores como Schumann y Mendelssohn. También una ciudad fundamental para comprender esos “años salvajes de la filosofía”, que dice el escritor Rüdiger Safranski, con Schiller y Goethe. Y, por supuesto, está Bach, cuya obra está totalmente unida a este lugar. De niño, claro, Mosse cuenta que escuchaba mucha música clásica; luego, empezó a ir a clubes mientras estudiaba Literatura Inglesa, Política y Periodismo en la universidad.
“Me gusta pasear por la ciudad mientras escucho o pienso en música. Desaparezco cuando empiezo a escuchar música electrónica. Me gusta la idea de que vas por ahí y, mientras caminas, los sonidos que no pertenecen a la grabación, los de la ciudad, se entrometen. Se convierte en una mezcla con el entorno. Me gusta mucho esta idea de que algo entra en la música que no se supone que está ahí. O tal vez es un detalle, algo que solo percibes cuando lo escuchas a volumen muy alto o, ya sabes, ruidos que te irritan de alguna manera. ‘¿Qué es esto?’, te preguntas, como desorientado. O tal vez solo desencadena otra idea o imagen mientras están bailando en el club. Quiero decir, no estoy seguro de si la gente categorizaría esto que hago como música de club. Para mí en cierto modo sí lo es”, reflexiona acertadamente. Casi como sonidos ASMR, en los últimos temas que ha publicado asoman ruidos que atrapan tu atención y te sacan de estar en una potencial escucha empujada por la inercia. “No es algo que intente hacer conscientemente. Con las voces es como que algo no está realmente ahí o que no es una voz, es alguien respirando. ¿Esto que escucho está en la música o viene de otro lugar?”, insiste, añadiendo que algunos de esos sonidos o samples de voces son archivos sonoros que va guardando para no olvidar la emoción personal que sintió al escucharlos la primera vez.
Cuatro años después del último disco, el EP “Saboten” –junto con FIT Siegel–, en 2023 también publicó el álbum “Ich sehe Vasen” –junto con Mix Mup–, prueba de que “hace otras cosas y proyectos”, dice. Considera que lo político, el compromiso, nace de una manera particular de trabajar. “No me gusta hacer declaraciones. Creo que la idea de cómo trabajas, con quién trabajas, ya dice lo que piensas y puede ser también una forma de política práctica, supongo. Y lo transmite de esa manera, no en forma de eslogan”.
Siempre hacia delante, desde el principio ha intentado romper las reglas establecidas y crear una nueva música electrónica. “Me siento cómodo con esa afirmación. Cuando empecé, mi idea siempre fue que, si usas cosas establecidas como ciertos sonidos o ciertos equipos, como sintetizadores o baterías o lo que sea, deberías tratar de usarlos de una manera que la gente no los haya usado, o de una manera diferente, cambiar patrones. ¿Por qué intentar rehacer algo que ya se ha hecho? Hay un montón de grandes discos de house. Y si te esfuerzas puedes sonar como esos discos, pero ¿por qué molestarse? Todo eso ya está ahí y puedes escucharlos. Siguen siendo clásicos. Ya hay suficiente gente haciendo eso y son realmente buenos en eso. Quiero decir, algunos de ellos son buenos en eso. ¿Por qué debería hacer más de esto? Quiero hacer otra cosa. Sigo creyendo que hay creatividad ahí afuera”. ∎