¿Te sorprenden discos de ahora hechos en España?
Sí, claro, sí hay cosas que me sorprenden.
¿Has escuchado el álbum de Josele Santiago?
Sí, y está muy bien. A mí siempre me ha gustado Josele, un tío fuerte, muy personal y original. Con Los Enemigos, también. Mira, a mí lo que me atrae es cuando explota la cultura popular; por ejemplo, cuando surgió el fenómeno del hip hop, o todo lo que pasó cuando nosotros salimos con los Smash, o la gente de Máquina! ¿Aquello qué era, qué significaba? Desde hace unos años aquí todo el mundo canta en inglés. Y esa charlatanería tiene un significado tremendo, ¿no?, porque viene un poco del mundo de la propaganda, la vacuidad, la comedura de coco. Vivimos en el mundo de la propaganda. Yo no diría ni el mundo de la comunicación, ni el de la democratización ni el de la estabilidad de las instituciones, como suelta el rey Juan Carlos. No, vivimos en el mundo de la propaganda que inauguró Hitler. Y el que tiene ganas de contar algo... para tocar los cojones ha de transformar ese material de desecho en que se han convertido las palabras, darles la vuelta.
¿Tú crees que el mejor rapero de España es Diego Carrasco?
Hombre, por supuesto que lo es. Mira, el rap en España es una cosa lamentable... Cuando me ponían las primeras cosas de rap que salían aquí las compañías de discos, que nunca me han puesto las putas compañías en este país ningún disco que merezca la pena... Bueno, alguno, pero siempre que he estado en compañías grandes como Sony y me decían: “Mira, te vamos a poner esto para que lo escuches”. Y entonces pensaba: “Tierra, trágame”. En fin, que el hip hop español de hace quince años era una poca vergüenza... Pero es que ahora escucho a Mucho Muchacho y a toda esta gente y, con perdón, ¿pero de qué hablan, qué quieren y qué me dicen? Entonces, ahí yo me muestro bastante intransigente. Está bien que hagan música, pero ¿para qué tanto hablar? Mi madre me decía de chico una cosa en la que raramente le he hecho caso, y era que para hablar mucho hay que saber mucho para no meter la pata. Por ejemplo, a los raperos estadounidenses sí que les veo una motivación y que tienen ese ritmo cogido, pero en España ¿qué motivación hay para hacer rap? Y para tanto hablar... A mí no me interesa convencer con tantas palabras y argumentos. Me parecen mucho más interesantes el lenguaje de la música, el abstracto, el de la política y el de la gastronomía que el lenguaje de la palabra. Tenemos una saturación de palabras muy grande. A mí musicalmente no me llama mucho la atención el hip hop español; vamos, no me la llama nada.
¿Y Mala Rodríguez?
Me suena a un mal anuncio. Yo no puedo entrar en ese juego, lo siento. No quiero ser despectivo con nadie, pero pienso que vivimos en un mundo de apariencias donde la gente quiere ser famosa, quiere triunfar... y yo me cago en eso. Las apariencias engañan, las apariencias destruyen, te dejan seco. Quieres triunfar, quieres figurar, pero ¿por qué no quieres vivir y comer bien y dejar que te salga del cuerpo algo bonito? Pero, claro, hay un mercado por hacer, un montón de cosas por descubrir, un montón de ejecutivos de multinacionales que son unos perfectos imbéciles que están ahí a lo que caiga... y si les cae el hip hop español encima, pues... Pero por mí, lo podrían tirar todo a la basura.
Nacho Vegas, ¿te suena?
Sí, el asturiano este que hace cosas melancólicas, con un punto así como nostálgico. Un tipo interesante. Y de Chucho también me han llamado la atención cosas que han hecho. Fernando Alfaro es bueno. ¿Qué cosas más me gustan? Pues Son de la Frontera. Y Bunbury, que este ha hecho como Alejandro Sanz: empezó con horteradas que a mí no me gustaron nada, pero el tío le ha ido echando valor y vergüenza y en el último disco ya defiende canciones y una música bonitas. ∎