Se ha hecho esperar. Natalie Merchant se ha tirado nueve años rehaciendo, remodelando y recopilando sus más que estimables logros en solitario: las relecturas con cuerdas de “Paradise Is There. The New Tigerlily Recordings” (Nonesuch-Warner, 2015), las cajas “The Natalie Merchant Collection” y “Rarities 1998-2017” (Nonesuch-Warner, 2017) y las versiones orquestales con algún inédito de “Butterfly” (Nonesuch-Warner, 2017). Hasta que surge la necesidad de crear algo nuevo: “En realidad, la chispa fue el hecho de que soy compositora y no había escrito canciones en mucho tiempo. Entonces llegó la pandemia y, de repente, estábamos confinados, lo que me brindó la oportunidad de no tener distracciones”.
Y se puso manos a la obra. El contexto vírico, su indudable talento y la concentración absoluta le han permitido descolgarse con un conjunto de canciones deslumbrante, preciso, corajudo y lleno de matices. Natalie tiene además muy claro que tras “Keep Your Courage” (Nonesuch-Warner, 2023) –atesoremos la valentía– hay un concepto bonito, rotundo e incontestable: “El disco habla de la resiliencia del corazón humano ante la adversidad”.
¿Escribiste todas las canciones de “Keep Your Courage” durante el confinamiento? ¿En qué medida afectó la pandemia al proceso del disco?
Cuando todo paró fuimos conscientes de nuestra vulnerabilidad. Todas las rutinas de las que dependemos se volvieron ajenas, extrañas. Fue un tiempo para buscarnos a nosotros mismos de muchas maneras. Escribir canciones es algo que sé hacer, y en ese momento era importante arrancar un proyecto, tener una meta. Albergar el deseo y la esperanza de hacer un disco nuevo. Por supuesto cuando estaba escribiendo no tenía ni idea de si ese disco sería posible. Pero era necesario intentarlo. Escribí todo –salvo “Guardian Angel”, que compuse hace ya unos años– durante el confinamiento y justo después. El aislamiento contribuyó en buena medida a la inspiración, porque echaba de menos la conexión con otras personas: mis amigos, mi familia. Pasé el encierro con mi hija (Lucía) y además tuve una operación de espalda bastante complicada al principio de la pandemia, así que también me estaba recuperando. Por la operación perdí la voz durante un año y después cogí otro virus que estuvo a punto de matarme. Llegué a estar ingresada en el hospital durante varios días. Tuve sepsis (risa nerviosa)... La verdad es que superé unos cuantos obstáculos. Cuando finalmente entramos en el estudio, había que tener mucho cuidado. Aun así hubo gente que se contagió de COVID. El sentimiento general era de una tremenda adversidad pero de mucho agradecimiento también. La posibilidad de poder estar en el estudio con otra gente haciendo música fue un enorme alivio para todos los que participamos en el disco.
Creo que la variedad sónica de este disco es, seguramente, la mayor de tu carrera. ¿Fue algo premeditado o se fue desarrollando a lo largo del proceso de grabación?
Cuando compuse las canciones funcionaban bien solo con el piano, pero sentí que necesitaban un envoltorio exuberante. Tanto “Leave Your Sleep” (Nonesuch-Warner, 2009) como “Natalie Merchant” (Nonesuch-Warner, 2014) tenían bastantes arreglos de cuerda. En “Leave Your Sleep” llegué a trabajar con ciento treinta y cinco músicos. Esa sí fue una producción compleja, así que no he sentido que esta lo haya sido tanto, porque “solamente” había treinta y cinco (reímos ambos). ¡Cien personas menos en el estudio! Quería que me ayudasen muchos arreglistas y orquestadores distintos a plasmar la visión que tenía; me parecía excitante. Así que no solo hay mucha variedad instrumental, sino que haber colaborado con Gabriel Kahane, Stephen Barber, Megan Gould, Colin Jacobsen… todos estos colaboradores tan diferentes ayudaron mucho a diversificar el sonido.
Son canciones largas y sofisticadas, con muchos cambios; pero, a la vez, tienen espacio de sobra para respirar. Y le has dado a los arreglos el tiempo necesario para que evolucionen dentro de cada tema. Supongo que fue una decisión consciente dejar tanto aire, pese a que el sonido sea tan rico y matizado.
Cierto. “Sister Tilly”, por ejemplo, parece tener tres movimientos distintos. De hecho, hay un cambio de compás hacia el final, que es algo que no había probado nunca. He podido hacer cambios de tono, de clave… pero no de compás. Es un disco sofisticado, sí. La música es difícil de interpretar, de tocar. Pude ver cuánto les costaba a los músicos. Sin ir más lejos, fue necesario encontrar a un auténtico virtuoso (habla de Kinan Azneh) para tocar la línea de clarinete de “Guardian Angel”. Bastante gente ha comentado que, pese a que están pasando muchas cosas en las canciones, no se transmite sensación de abigarramiento. He intentado partir de pasajes sutiles y sencillos que van creciendo en intensidad, en ritmo, en el número de capas de sonido… para después volver a la quietud. A lo mejor esto suena un poco egoísta (risas), pero sentí que en este disco la música debía estar siempre en función de la composición y ser esclava de la voz. La voz no se debía tapar nunca; está contando historias y no quiero que los oyentes se pierdan una parte de esas historias, que no sepan bien lo que estoy intentando transmitir.
Así que tu voz es, de nuevo, la protagonista del disco…
Sí, y es el elemento que conecta todo entre sí, porque hay tanta variedad musical que es necesario que la narrativa se mantenga. Me ha gustado especialmente cantar en falsete, algo que no he usado mucho en mi carrera, para tener un mayor registro expresivo. A veces he armonizado mi propia voz con una octava de diferencia. Como estaba grabando en un estudio con su propio alojamiento en medio del campo (Guildford Sound, en el estado de Vermont, en Estados Unidos), no había distracciones. Estuve viviendo allí varios meses. Fue una especie de retiro artístico. Nunca me había concedido el placer, el lujo, de tener semana y media únicamente para grabar mis voces. Anoche estaba hablando con el contratenor Anthony Roth Constanzo y me dijo que había hecho su último disco en cuatro días… ¡Casi me caigo de la silla! (risotada). Yo grabé las voces de “Keep Your Courage” en diez días ¡No podría hacer un disco entero en cuatro! Al menos no un disco que mereciera la pena ser escuchado… ¡Lo cual me hace recordar la fortuna que me he gastado grabándolo! (sigue riendo).
¡Espero que al final te salga rentable!
Durante toda mi carrera en solitario he pagado mis discos y después he ido al sello discográfico a preguntarles “¿te animas a cofinanciar para poder publicarlo?”. Pero siempre soy la que pone más dinero. Y cada vez me lleva más tiempo recuperar la inversión, porque casi nadie compra discos ya. Creo que es necesario recordarlo para que la gente sepa que todos estos músicos maravillosos no tocan gratis ¡Tienen que pagar el alquiler! (risas).
Supongo que te habrá gustado especialmente poder cantar después de haber perdido la voz durante un año…
En la operación que te comentaba antes me abrieron el cuello y tuvieron que hacer una incisión muy cerca de las cuerdas vocales para sacarme tres huesos de la columna vertebral. Las cuerdas, al sufrir esa agresión, se tensaron; así que solamente podía cantar con una especie de susurro agudo (se ríe). Pensé: “Pues habrá que buscar otro trabajo”. Pero acudí a una fisioterapeuta milagrosa que logró aflojar la tensión del cuello y pude volver a cantar.
“Sister Tilly” parece ser muchas mujeres a la vez…
Lo es. Describo la casa, la ropa, las revistas y libros que hay en su salón, la música que le gusta escuchar (Buffy Sainte-Marie o Led Zeppelin) a una mujer que es, en realidad, un compendio de seis o siete mujeres a las que he conocido a lo largo de mi vida. Cuando la estaba componiendo, perdí a una gran amiga: Sally Grossman (mujer de Albert Grossman, mánager de Bob Dylan o Janis Joplin, que, de hecho, aparece en la portada del álbum de Dylan de 1965 “Bringing It All Back Home”). Al morir en plena pandemia no pudimos honrarla ni celebrar su vida como merecía. Una de las motivaciones para escribir la canción fue precisamente homenajearla a ella y a una serie de mujeres de esa generación, de la generación de mi madre, que nos están dejando y deben ser recordadas, reconocidas.
Otro tema importante del álbum es el que lo cierra, “The Feast Of Saint Valentine”, a modo de recapitulación. Es a la vez inspiradora, sanadora y melancólica.
Todo el disco habla del corazón humano y de las diferentes formas de amar. Es casi un ciclo de canciones, y acabar con ella es algo muy deliberado. “Keep Your Courage” se abre con una invocación al amor y se cierra con otra que afirma que el amor lo conquista todo, que es a la vez la herida y el bálsamo que la cura. Estoy muy orgullosa de esa letra, de hecho. Y debo añadir que el amor también me ayudó a sobrevivir al confinamiento. Creo que habría muerto de pena y soledad si no hubiese tenido a mi hija conmigo.
¿Cómo surgió la colaboración con Abena Koomson-Davis en “Big Girls” y “Come On, Aphrodite”? Creo que vuestras voces empastan a la perfección…
Me encantó trabajar con ella. Siempre he querido escuchar mis composiciones en la voz de una cantante de soul, que es una gran influencia en mi música y en mi vida. Me habría gustado ser la Carole King de alguien, porque Carole puede grabar “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman” y es una gran canción; pero cuando la canta Aretha Franklin la eleva a un nivel estratosférico. “Big Girls” habla de cómo consolar a gente herida por el amor o la vida, y el hecho de que la cantemos a dúo me hace sentir que ese mensaje se vuelve universal de alguna manera. No hablamos con una sola persona, le hablamos a todo el mundo. Además, creo que en estos dúos con Abena se establece una sensación y una relación de igualdad entre ambas que no suele ser normal cuando un artista invita a otro a cantar.
Hay unas cuantas referencias mitológicas en el disco: Afrodita, la Torre de Babel, Narciso y Eco…
Son herramientas valiosas para una compositora, porque se hace necesario ser breve y concisa en las letras. El espacio es limitado. Cuando destilas el lenguaje te quedan pocas palabras, así que deben tener peso. Un concepto como Narciso tiene muchísimo significado. Las referencias bíblicas te permiten la identificación; al recurrir a la Torre de Babel mucha gente va a identificar la referencia enseguida: esa incapacidad de comunicación por el caos idiomático. Aunque en realidad la estoy usando para referirme a la situación caótica que comenzó en Estados Unidos con la llegada de Trump a la presidencia. Utilizar una referencia cultural que casi todo el mundo reconoce añade mucho peso a lo que estás transmitiendo.
Me da la sensación de que has invertido bastante tiempo en pensar en el orden de los cortes en “Keep Your Courage”. Fluye, y eso es muy importante teniendo en cuenta la variedad de sonidos.
Así es. Creo que la secuenciación de un disco es todo un arte. En este caso, de verdad, espero que la gente escuche el disco completo, del tirón. Es un ciclo de canciones y está pensado para que se disfrute en ese orden ¡Aunque solo sea una vez! (Pertinente consejo para acabar, diría yo. En estos tiempos de loco picoteo sonoro, apostemos por sentarnos a disfrutar tranquilamente, y en su correcto orden, del menú degustación gourmet, digno de varias estrellas de esas, cocinado y servido por Natalie Merchant). ∎