Nómada ecléctica. Foto: Alfredo Arias
Nómada ecléctica. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Rubio: la libertad sin prejuicios

Fran Straube transita sin complejos entre el folk, la electrónica y el trip hop: su música es un crisol de sonidos que refleja su identidad latina y su curiosidad innata. Rubio fue creado por necesidad cuando Straube, baterista de algunas de las bandas más representativas del underground chileno, se mudó a España sin su instrumento. La electrónica, sin embargo, fue un soplo de aire fresco, y ahora no puede parar de investigar, otorgando a su música una identidad compleja y ecléctica.

Fran Straube comenzó cantando y tocando la batería en el trío Miss Garrison, banda de Santiago de Chile entre la electrónica, el pop y el post-punk. También hizo carrera como baterista en Fármacos o Picnic Kibun, si bien el primero era su proyecto principal, que estuvo vigente desde 2009 y hasta 2018. Con esta banda publicó cuatro álbumes y un EP, grabados entre Chile, Barcelona, Madrid y Nueva York. Giró por Suiza, Alemania o España, pero algo le faltaba: libre albedrío, individualidad creativa.

A comienzos de la década pasada se mudó a la Ciudad Condal, dejando sus instrumentos musicales al otro lado del Atlántico. Straube, sin poder tocar la batería, decide apuntarse al grado de Producción en Música Electrónica en el Instituto SAE. Descubre el MIDI y la síntesis, un nuevo universo sonoro se expande ante ella: en 2014 nace Rubio con un tema homónimo. Sin embargo, el proyecto se formaliza en 2016 con la publicación de su primer EP. Desde entonces, ha publicado tres álbumes: “Pez” (Jungla Music, 2018), “Mango negro” (Jungla Music, 2020) y “Venus & Blue” (Fama Collective, 2023), ha ganado dos Emmy y ha sido nominada a un Latin Grammy.

Lo que comienza como una necesidad termina convirtiéndose en una pasión desmesurada. De recurrir a la electrónica por no poder acudir a la batería, la chilena acabó convirtiéndose en una investigadora innata. Sus trabajos se mueven entre el pop textural, el techno minimalista y el trip hop, pero en todos ellos siempre hay algo de folk catártico. Pese a sus raíces andinas, Straube se siente una outsider en Chile y abraza el panhispanismo más que a su tierra natal. Predica su orgullo latino cantando en español en eventos norteamericanos, a la vez que se desliga de la identidad sonora de su tierra por un gusto ecléctico y étnico.

“Nacimos llorando”: filme dirigido por Fernando Cattori, inspirado en “Kintsugi” y “Llorar”. Fue nominado en la categoría “Mejor vídeo musical versión larga” en los Latin Grammy 2024.

Tu último álbum salió en octubre de 2023. ¿Cómo ha cambiado la concepción que tenías de “Venus & Blue” con el tiempo transcurrido? ¿Cuál es el aprendizaje que te llevas de él?

Generalmente, los discos los hago muy rápido, los creo y los lanzo. Y con este disco tardé un montón, porque me estaba mudando a otro país y me estaba cambiando de sello. Sentí que por eso le puse más mente, porque cuando compongo le suelo poner muy poquita mente. Este disco tuvo mucho embrollo y ahí viene la inseguridad. No puedo creer que ya pasó un año: la gente me pregunta cuándo se viene música nueva y yo siento que acabo de sacar un disco. También me pasa que me encanta tocar. A mí me gusta más tocar las canciones de Rubio que escucharlas.

¿Te pasa, cuando las estás interpretando en directo, que piensas que tendrías que haberlas grabado de otra manera?

Totalmente. Sobre todo porque en vivo nosotros siempre hacemos versiones y alargamos partes. En el estudio yo creo con Pablo Stipicic, que es el productor, y ahí estamos como muy encerraditos. En vivo estamos muy para afuera y las canciones tienen otra fuerza. Estoy pensando en mi disco nuevo y quiero meter cosas del directo, de la banda, no hacer todo con MIDI y muy solitario.

¿Has dicho que compusiste “Venus & Blue” mientras te mudabas a otro país?

Sí, además en la pandemia. Y ahora vivo en México.

¿Y cómo influye en tu sonido adentrarte en la cultura de otro país?

En realidad soy supermelómana, cero hater con la música, me gustan muchos estilos musicales. Por eso Rubio hace un folk, después hace un techno y después hace un ambient. Siempre voy siguiendo mi estado de ánimo actual. Hace poco saqué una canción drum’n’bass, pero con guitarras más melódicas. Eso me gusta mucho del proyecto, la libertad sin prejuicios. Hay muchos proyectos, como por ejemplo Beach House, que hacen dream pop y todos sus discos son dream pop. Eso también es muy lindo, porque te vuelves experto en la materia, pero a mí me gusta hacer de todos los estilos.

¿Piensas que eso puede hacer que pierdas identidad?

Me he sentido sola. No sé si como identidad, porque Rubio está teniendo su propio universo, pero sí me siento sola porque no tengo un nicho. Como yo hago un poco de todo, a veces no sé dónde encajar. También es lindo, hay gente que me ha dicho que Rubio está teniendo su propio estilo y que hay bandas que me están copiando.

“A mí me ha pasado que ahora en México me da mucho orgullo ser latina. No me había pasado viviendo en Chile. Siempre nos llaman tercermundistas y todo eso, y es todo lo contrario. Es muy lindo, no tengo tanto orgullo chileno como latino, es la conciencia de cantar en español en otros lugares que se creen superiores, sobre todo Estados Unidos”

En realidad empezaste tocando la batería. ¿Cómo te adentras en la música electrónica? ¿Por qué te empieza a interesar?

Entré en este mundo por necesidad. Yo me fui a vivir a Barcelona a los 23 años, un año y medio, y ya no tenía mi sala de ensayo. Volví a empezar, estudié producción de música electrónica. Empecé a conocer el MIDI porque no tenía mis recursos, mi batería estaba en Chile. El 2011 fue el año, fui al Primavera Sound y conocí a James Blake. Salí muy impactada. También siempre he escuchado trip hop, pero en ese momento me puse más a cantar o a componer sin batería.

¿Y ahora la echas de menos?

Sí, de hecho creo que el cuarto disco de Rubio se merece otro método de composición. Quiero hacerlo mucho más orgánico. No sé, más folk. Igual siempre voy cambiando, pero sí echo de menos la batería. Si no la he incorporado en Rubio todavía ha sido solo por temas de espacio. Además habría que tener dos, el batería que toca conmigo es diestro y yo soy zurda.

Y la guitarra, ¿también la tocas para zurdos?

No, para el lado derecho, pero estoy aprendiendo la guitarra. Eso ha sido muy bonito. Desde que vivo en México me he encontrado con mi niñez, volvió el rock a mi vida. En Chile está todo muy urbanizado, y ahora estoy viajando mucho a tocar a Estados Unidos. Me volví a encontrar con que la gente tiene pedales, toca la guitarra, cuida su instrumento.

Aun así, y pese a todas las diferencias que mencionas, desde Europa o Estados Unidos tendemos a englobar a todas las manifestaciones latinas en el mismo saco.

Sí, creo que está pasando eso. Yo le agradezco mucho a lo urbano, porque está haciendo que Latinoamérica salga a flote, pero no es que en toda Latinoamérica se haga reguetón y trap. A mí me ha pasado que ahora en México me da mucho orgullo ser latina. No me había pasado viviendo en Chile. Siempre nos llaman tercermundistas y todo eso, y es todo lo contrario. Es muy lindo, no tengo tanto orgullo chileno como latino, es la conciencia de cantar en español en otros lugares que se creen superiores, sobre todo Estados Unidos.

Alergia a la industria. Foto: Alfredo Arias
Alergia a la industria. Foto: Alfredo Arias

Ahora, por ejemplo, te han nominado a un Latin Grammy, que no deja de ser una forma de separar a América Latina de los Grammy norteamericanos.

Los Grammy son premios que inventaron los gringos. El otro día fui a hacer prensa por los Latin Grammy y es un mundo muy ajeno a mí. Me siento como un pez fuera del agua, pero es parte de la industria. También creo que está bien que se separen, porque hay tanta música… ¿Dónde metes todo junto? Es un premio, no más. A mí lo único que no me gusta es que no hay jurado.

Aquí eso pasa en un montón de premios o iniciativas, vota el público y gana quien tiene más seguidores…

Debería haber jurado. Al final, ganan los que tienen más amigos metidos en la Academia. Eso lo encuentro feo.

Son las pequeñas decepciones que te encuentras al meter los pies en la industria.

Como dice mi mamá, no hay peor loca que la boca. Yo quiero hacer esto, siempre he querido, pero una vez dentro no sé si me gusta… No me gusta tanto. Aun así, mi carrera ha sido tan paso a paso… No me he pegado esos saltos como los de hoy en día en Chile, que un niñito de 20 años ya está tocando en festivales.

¿Eso te ha hecho plantearte tu talento?

No sé. Soy la antirritmo. Todas las estrategias que hay hoy en día no las hago. Me cuesta mucho, igual porque también soy más vieja. No consumo mucho internet. Cada uno tiene su camino. Si esas personas llegan a ese alcance es porque hacen música popular y la música popular logra esa masa. A lo largo de mi carrera también me he dado cuenta de dónde pertenezco. En este mundito me siento bien, y aquí uno brilla también. Hay música para todo nicho y por eso también me quise ir de Chile: la música que yo hago también está en otras partes del mundo.

¿Y cuál dirías que es ese nicho?

A mí me encanta mezclar lo orgánico con lo electrónico. Por ejemplo, hay muchas canciones de Rubio en las que el sinte principal lo hice con la boca, pero con efectos para que no lo parezca. Me gusta sacarle el partido virtuoso a todas las tecnologías que hay. Yo siempre digo que es el indio, no la flecha. Hago las cosas intuitivamente.

Bueno, ahora estamos en un contexto superecléctico donde todo el mundo disfruta de mezclar un género con otro.

Spotify también te hace estar descubriendo música todo el tiempo. Hay un sobreconsumo, también. A mí eso me agota, por eso trato de no saber tanto. He tenido discusiones con amigos que dicen que vivo en una burbuja. Más allá de la música… te estoy hablando de noticias sociales. Está bueno no saber tanto.

“Yo odio el TikTok y no tengo TikTok. O sea, Rubio tiene TikTok, pero lo mueve el sello porque yo les dije que yo no iba a tenerlo. Tengo unos amigos chilenos atrapadísimos, que hacen folk y son animadores de su propio proyecto, todo el día haciendo reels. Pero ¿por qué lo hacen? No hay que hacer algo a lo que uno no pertenece, eso se capta igual”

Suena a que no ves el futuro de la música muy esperanzador.

Hasta hace poco estaban los Beatles. Decían que eran los demonios de la música. Siempre va a haber gente que va a criticar. El mundo cambia y cambiará más, como dice la canción. No soy de las personas que dicen que siempre lo pasado fue mejor. Yo no me hago problema con eso porque no soy muy hater. Y si soy hater, no lo consumo. Yo odio el TikTok y no tengo TikTok. O sea, Rubio tiene TikTok, pero lo mueve el sello porque yo les dije que yo no iba a tenerlo. Tengo unos amigos chilenos atrapadísimos, que hacen folk y son animadores de su propio proyecto, todo el día haciendo reels. Pero ¿por qué lo hacen? No hay que hacer algo a lo que uno no pertenece, eso se capta igual. La gente tampoco es tonta.

Hablando de globalización, tu último lanzamiento es “Las voces del jacaranda”, pero, más que latino, suena muy nipón.

Esto viene de cuando yo era chica, porque mi mamá siempre ha escuchado mucha música étnica. Desde chica me he relacionado con la música japonesa, africana, de la India… algo pasa en mi interior, que a mí me encanta la música antigua del Oriente. Siento una conexión, me gustan las palabras y sus significados. Yo siento que las influencias vienen cuando eres chico. Creo que ahí se marca la influencia. Después ya consumí música por mi cuenta, pero la influencia real viene de antes. Mi mamá es supermelómana, escucha música bien fuerte.

¿Nunca quisiste diferenciarte de lo que escuchaba tu madre?

No, nunca me dio rechazo. Por eso yo creo que Rubio es tan ecléctico, porque me gustan varios estilos de música: la música clásica, lo étnico, el techno duro; flipo con eso.

A mí me da la sensación de que aquí, cuando hablamos de alguna manifestación musical no europea o norteamericana, tendemos a exotizarla un poco. Como chilena, ¿no te da miedo pecar de lo mismo con Oriente?

Sí, igual lo mío es muy superficial, pero puedo entender eso que se llama world music. De hecho, siempre digo que a mí me gusta la música étnica, no la world music. Tengo un amigo que toca todos los instrumentos étnicos en Chile y por eso puedo poner un dilruba de la India en una canción mía, pero nunca llega a ser world music.

En “Venus & Blue”, ¿dónde estaría lo autóctono y dónde lo de fuera?

Lo de Chile no creo que esté mucho, la verdad. Yo creo que solo en emoción o sentimiento. La cumbia y Violeta Parra me siguen parando los pelos. Como persona, tengo mis grandes respetos hacia ella, me emociona. En realidad soy superllorona, no puedo hablar como en vivo porque me pongo a llorar. Tengo una cosa ahí muy emocional y siento que en eso hay algo de la Violeta. Trato más de pregonar una identidad latina que una identidad chilena. ∎

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