Suso Saiz: cacharrismo ilustrado. Foto: Alfredo Arias
Suso Saiz: cacharrismo ilustrado. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Suso Saiz: “En mi cabeza se ha empezado a abrir la posibilidad de hacer ‘Música Esporádica 2’”

El 7 de junio va a tener lugar en la sala Paral·lel 62 de Barcelona, y dentro de la programación del festival Primavera Sound, un auténtico acontecimiento más allá del recuerdo y de la nostalgia: la primera actuación de Música Esporádica, un proyecto-grupo-disco nacido hace 40 años que solo existió durante las pocas horas de un día de mayo de 1985 en las que seis músicos de la escena repetitiva española y estadounidense se reunieron en los estudios Trak para grabar un álbum que hoy se considera entre las cumbres internacionales del ambient.

Música Esporádica fue, como su propio título indica, un proyecto musical esporádico, adjetivo que, según el diccionario de la Real Academia Española, y dicho de una cosa, se refiere a algo “ocasional, sin ostensible enlace con antecedentes ni consiguientes”, y se concretó en un disco publicado en 1985 nacido de la idea de convocar una reunión esporádica de músicos afines.

Sus impulsores fueron los tres integrantes de la Orquesta de las Nubes –el guitarrista gaditano Suso Saiz, el percusionista alicantino Pedro Estevan y la soprano pacense María Villa–, que convocaron, para que el encuentro fuera realmente ocasional, a otros tres músicos: el guitarrista y teclista Miguel Herrero y los percusionistas estadounidenses Glen Velez –miembro en aquellos momentos de la banda del compositor minimalista estadounidense Steve Reich– y su pareja y entonces discípula Layne Redmond. Entre los seis grabaron, en una única jornada y sin ensayos previos, “Música Esporádica” (GASA, 1985), a medio camino entre el minimalismo repetitivo y el ambient.

Aunque el proyecto fuera esporádico, lo que nadie pudo prever es que sus impulsores jamás hayan vuelto a repetir la idea y que ni siquiera el disco original fuera acompañado de una simple actuación, a modo de presentación en directo… Han tenido que pasar 40 años para que ahora, por fin, el festival Primavera Sound vaya a hacer realidad el estreno mundial en directo de ese álbum, que llegó a alcanzar la categoría de mítico o de culto, con precios muy elevados en el mercado de coleccionista hasta que en 2019 su reedición en vinilo a través del sello neerlandés Music From Memory lo popularizó, y comenzó a ser empleado internacionalmente por todo tipo de DJs en sesiones de música ambient.

El acontecimiento, histórico dentro de su categoría, no va contar con todos los protagonistas, ya que, desgraciadamente, en este tiempo se han producido los fallecimientos de dos de ellos, Miguel Herrero y Layne Redmond. Y tampoco estará en el escenario de la sala barcelonesa Glen Velez, en su caso por cuestiones de agenda.

Aquí-te-pillo-aquí-te-mato

Hagamos un poco de historia. En 1980 se había fundado en Madrid la Orquesta de las Nubes, un grupo formado por tres músicos de conservatorio que pretendían renovar en España la llamada “música contemporánea”, incorporando las tendencias de vanguardia –en aquellos momentos aún recientes– procedentes de los Estados Unidos: el minimalismo repetitivo, el movimiento new age y la música ambient. En aquella época, en plena efervescencia de sellos discográficos independientes, sin miedo a la experimentación, ese tipo de propuestas eran bienvenidas. La Orquesta de las Nubes publicó sus dos primeros discos, “Me paro cuando suena” (1983) y “El orden del azar” (1985) en uno de esos sellos, Linterna Música.

Saiz, Estevan y Villa quisieron aprovechar la visita a Madrid de una auténtica celebridad de las nuevas músicas, el percusionista estadounidense Glen Velez, que venía a impartir un taller de percusión, para grabar un disco a lo aquí-te-pillo-aquí-te-mato.

“Todos estábamos en el mismo lugar, aportando nuestras sugerencias. Pero la idea de meternos en el estudio sí fue mía y fui quien produje el disco, y después me puse a mezclarlo”

Suso Saiz

Suso, que es con quien Primavera Sound se puso en contacto para poner en marcha esta actuación, nos explica que la idea original de la grabación de “Música Esporádica” fue “colectiva”, de los tres miembros de Orquesta de las Nubes. “Todos estábamos en el mismo lugar, aportando nuestras sugerencias. Pero la idea de meternos en el estudio sí fue mía y fui quien produje el disco, y después me puse a mezclarlo. Pero eso es lo de menos, lo de más es lo que hicimos todos juntos. Los de Primavera Sound se han puesto en contacto conmigo para el concierto, porque soy el que está más activo dentro del sector. Porque Pedro está con Jordi Savall y más gente, pero dentro del área de la música antigua”. Y María, como me explica ella misma por teléfono, está “jubilada del todo”.

Para la distribución del disco, grabado en mayo de 1985, Suso entró en contacto con GASA, la compañía discográfica fundada por músicos integrantes de Esclarecidos y Décima Víctima, y esta decidió comprar la grabación y editarla bajo su sello. “Música Esporádica” sería, por puro azar, el inicio de una fructífera relación entre el sello y Suso Saiz, en una labor de productor paralela a la de compositor que lo llevó a trabajar con Esclarecidos, Los Piratas, Duncan Dhu, Celtas Cortos, Lliso, Diego Vasallo, Corcobado o Iván Ferreiro, entre un largo etcétera, que también incluyó el último álbum de Orquesta de las Nubes, “Manual del usuario” (GASA, 1987), y varios de los discos en solitario de Saiz, Indirectamente, uno de los discos de María Villa dentro del Grupo SEMA (Seminario de Estudios de Música Antigua), “Ramillete de cantigas, villancicos, ensaladas, pavanas, glosas, tonos e otros entretenimientos”, también fue publicado por GASA en 1987.

Suso Saiz rememora un momento único... 40 años después. Foto: Alfredo Arias
Suso Saiz rememora un momento único... 40 años después. Foto: Alfredo Arias

Un puzle minimalista completamente improvisado

Una de las cosas realmente curiosas del disco es que se gestase sin ensayos previos, como música puramente improvisada. “Todo empezaba con un ritmo que introducía Glen y a partir de ahí íbamos entrando los demás y se iba componiendo el puzle”, cuenta Saiz. “Siempre dentro del minimalismo y de la música repetitiva, que era donde estábamos en ese momento. Habíamos empezado a practicar un poquito en el local de ensayo, pero vimos que lo que nos salía fluía fácilmente y nos gustaba, así que decidimos directamente ir a grabarlo. Llamé al estudio, a Trak, me dijeron que estaba libre y nos fuimos al día siguiente. Y estuvimos allí ocho o doce horas”.

María Villa, cuya carrera se desarrolló en el campo de la música antigua del Renacimiento y el Barroco a partir de 1987, formando parte del citado Grupo SEMA, recuerda que “estaba en Suiza cuando se produjo la reunión; de lo que no me acuerdo es de si tuve que adelantar el regreso o no, pero el caso es que, en cuanto aterricé, me fui directa del aeropuerto a Trak para entrar directamente a grabar mis partes”.

La relación con Glen Velez venía de atrás. Pedro Estevan, percusionista como él, es quien recuerda el primer encuentro con el estadounidense: “La de Glen Velez fue una historia muy surrealista. En esa época Suso y yo estábamos enloquecidos con Steve Reich y la música repetitiva y lo pudimos saludar un par de veces, cuando vino a actuar a Madrid con su grupo. La primera de esas ocasiones, aprovechado la visita de Reich, Llorenç Barber, que organizaba en la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense el Festival de la Libre Expresión Sonora, nos dijo que había hablado con Glen Velez, que era uno de los percusionistas de Steve Reich And Musicians, para que se quedara a dar un seminario en el Aula de Música de la universidad. Y, para variar, como nunca había dinero para esas cosas, cuando venían músicos invitados se los alojaba en casa de alguien. Y yo me pedí enseguida alojar a Glen. Yo vivía con María en un pisito que tenía 17 m², con lo cual estaba con Glen todo el tiempo, y como estos cursos, que duraban dos o tres días eran por la tarde, las mañanas las pasábamos en casa”.

“Los de Primavera Sound se han puesto en contacto conmigo para el concierto, porque soy el que está más activo dentro del sector. Porque Pedro está con Jordi Savall y más gente, pero dentro del área de la música antigua”

Suso Saiz

El músico alicantino recuerda la sorpresa que se llevó en un primer momento. “El primer día del curso, como a Glen Velez lo conocíamos como un grandísimo marimbero, le llevamos una marimba al recinto del curso y él llegó, en cambio, cargado con unos paquetones redondos y nos dijo que a lo que él venía era a dar un seminario sobre panderos: ‘Yo toco la marimba para ganar dinero, pero odio la marimba’, nos confesó. Yo llevaba ya un tiempo tocando música antigua, pero de-aquella-manera: no había nada aquí para guiarse técnicamente, así que tocaba la pandereta casi como un tuno. Había enlazado la música antigua con el folclore y la música tradicional. Mi referencia era la recopilación de folclore español de García Matos, que era una maravilla, porque una jota de hoy es igual que una jota del siglo XVI. Entonces, con Glen vi el cielo abierto, porque estuvimos practicando todas las mañanas, durante una semana, después de desayunar, y él me enseñó todas las bases de su técnica”.

Junto a los integrantes de Orquesta de las Nubes y Glen Velez, el otro miembro fundamental del sonido de “Música Esporádica” fue Miguel Herrero, fallecido en 2015, a los 60 años. Pese a no formar parte de Orquesta de las Nubes sí era un compañero habitual de las correrías musicales del trío en esa época, como recuerda Estevan: “Tanto Suso como Miguel y yo tocábamos mucho por ahí, en espacios como el Café Central, por puro divertimento. El sistema de trabajo era juntarnos en el local de ensayo a improvisar y las ideas que nos gustaban eran la base con la que llegábamos al Central o cualquier otro local y, como se decía entonces, ‘enrollarnos’ con aquella cosa”. En cambio la presencia de Redmond –fallecida en 2013, a los 61 años– en aquel disco es más anecdótica, ya que se limita a una de las cuatro piezas del mismo, “Combustión interna”. Había viajado a España como pareja de Velez y aún no era la fantástica virtuosa en que se convirtió pocos años después.

Pedro Estevan, mítico percusionista. Foto: Alfredo Arias
Pedro Estevan, mítico percusionista. Foto: Alfredo Arias

Reproducir un álbum mítico

El concierto que se celebrará el sábado 7 de junio va a consistir en la reproducción, más o menos fiel, de aquella grabación. A los fallecidos y al no presente los van a sustituir otros músicos de plena confianza de los integrantes de la Orquesta de las Nubes. A Miguel Herrero lo sustituirá Emilio Saiz, hijo de Suso y también guitarrista, integrante de la banda de Iván Ferreiro desde sus comienzos en solitario, además de haber trabajado con Javier Álvarez, Alis, Russian Red, Fon Román, Zahara o con su propio padre, tener proyectos propios como Nothing Places o Emil Saiz y formar parte de Oso Leone. A Velez y Redmond los van a remplazar, como cuenta Suso, “dos exalumnos de Pedro Estevan en la Escuela Superior de Música de Cataluña, donde este fue profesor durante 18 años, que son posiblemente los mejores percusionistas que hay ahora en el país, además de expertos en tambores de marco: Pere Olivé, que de hecho es ahora profesor en ESMUC, y Marc Clos”.

“Pere Olivé viene del folclore”, explica ahora Estevan. “Luego se interesó por la música antigua y ahora es un número uno que toca en todas partes. Y Marc Clos hizo su carrera de batería de jazz y conmigo ha trabajado en la música antigua. De hecho, el mejor trabajo teórico que hay ahora mismo, a nivel mundial, sobre timbal barroco es la que fue su tesis final, después de su grado de batería. Y este personaje toca de todo: hoy está con Love Of Lesbian, con los que toca desde hace años, y mañana toca en París el ‘Réquiem’ de Mozart”.

Como instrumentistas virtuosos que son, las cuatro piezas que forman “Música Esporádica” las ensayarán tres o cuatro días antes del concierto. Suso adelanta que “ya que estamos ahí y ha surgido una nueva generación de ‘músicos esporádicos’, quizá haya alguna novedad; en mi cabeza se ha empezado a abrir la posibilidad de hacer ‘Música Esporádica 2’. Aunque vamos a tocar lo más exactamente posible aquello que hicimos hace 40 años, me gustaría probar algo aprovechando esta savia nueva. Vamos a estar juntos cuatro días, que es mucho más de lo que tuvimos para el original. Esto es lo bueno que tiene trabajar con músicos buenos, que las cosas van muy rápido y, si las ideas son claras, se materializa casi al instante”. ∎

Un disco único en su especie

MÚSICA ESPORÁDICA
“Música Esporádica”
(GASA, 1985)

Glen Velez ya era un músico reconocido en el ámbito de la música contemporánea a principios de los ochenta, cuando los miembros de la Orquesta de las Nubes lo conocieron. Formaba parte de los Musicians de la banda de Steve Reich, con los que actuaba en directo y grabó discos como “Music For 18 Musicians” (ECM, 1978), “Octet. Music For A Large Ensemble. Violin Phase” (ECM, 1980), “Tehillim” (ECM, 1984), “The Desert Music” (Nonesuch, 1985) o “Sextet” (Nonesuch, 1986). El reconocimiento internacional definitivo como solista de éxito, como percusionista de tambores de marco, le llegó en 1987, cuando una de las figuras clave del siglo XX, John Cage, comenzó a escribir especialmente para Velez “Composed Improvisation Nº 3 (For One-Sided Drum With Or Without Jingles)”, una partitura de ocho minutos de duración que concluyó en 1990, apenas dos años antes de que Cage falleciera.

Estamos hablando, pues, de un instrumentista de una dimensión y un prestigio de primera categoría. Y así lo demuestra en “Música Esporádica”, la pieza que abre y da título al álbum, al grupo y al proyecto, en el que son sus dedos los que dan inicio a la improvisación. Los tambores de Vélez suenan tribales y primitivos, pero no estamos ante un disco de world music, un movimiento que comenzó a emplear ese nombre, por mediación de Peter Gabriel, muy a principios también de los años ochenta. El empuje de Orquesta de las Nubes es definitivo a ese respecto. Y aunque fuera un disco fruto de la improvisación, no tiene nada que ver con el género improvisador por excelencia, el jazz; ni siquiera ante lo que hoy entendemos como improvisación libre, que casi siempre es el pretexto de músicos no profesionales para deambular sin orden ni concierto. Es música, eso sí, nacida del encuentro de grandes instrumentistas, capaces de abordarlo todo por su enorme conocimiento de las leyes del contrapunto y la armonía. Y en ese todo se incluyen las músicas no occidentales, la música antigua, la contemporánea.

“Música Esporádica”, la pieza inicial, es un tema hipnótico en el que sobre esa ligera percusión de apertura de bodhrán irlandés se van incorporando destellos de guitarra y sintetizador y voces sin palabras, además de percusión adicional con congas y kalimba. El pulso rítmico permanece inalterado, pero los otros instrumentos entran y salen de foco y nos sentimos como si entráramos en un paisaje bucólico y cubierto de niebla.

La segunda pieza, “I Forgot The Shirts”, tiene un título con anécdota: el 23 de febrero de 1981 Glen estaba en Madrid actuando con Pedro Estevan, Suso Saiz y el Taller de Música Mundana de Llorenç Barber en el antiguo Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad Universitaria, lo que hoy es el Museo del Traje, en una performance de Paz Muro. Glen tenía su vuelo de regreso a Estados Unidos a la mañana siguiente, pero con el revuelo organizado y el miedo que se respiraba por las calles por el intento de golpe de Estado –y con la televisión encendida toda la madrugada– “no pegó ojo en toda la noche”, según recuerdan María Villa y Pedro Estevan, que eran pareja entonces y habían vuelto a acoger al norteamericano en su casa. Cuando por fin salió en busca de un taxi, bien temprano por la mañana para ir al aeropuerto, “se olvidó media docena de camisas que se quedaron allí, en mi armario, y se lo recordamos cuatro años después”, cuenta Estevan. Es la pieza más corta –seis minutos– y la que más semejanzas tiene con los polirritmos de Steve Reich, aunque el responsable sea Pedro, que se encarga de la marimba, mientras que Velez toca una pandereta al estilo árabe.

“Meciendo el engaño” tiene una duración cercana a “Música Esporádica”, once minutos, pero se mueve mucho más lentamente. Los vaporosos elementos electrónicos de Saiz toman la iniciativa al principio, dejando que su sinuosa melodía vaya ocupando el espacio. Cuando el bodhrán de Velez y el vibráfono de Estevan aparecen, pasados los tres minutos, la música parece sumergirse imperceptiblemente en aguas profundas, y hasta la voz de María Villa parece semejar el canto cautivador de una sirena.

La última de las cuatro piezas, “Combustión interna”, de casi ocho minutos de duración, cuenta con la incorporación de Redmond y la ausencia de Villa, por lo que el predominio de la percusión le confiere una personalidad más selvática: un espeso paisaje boscoso sobre el que se arremolinan, amenazantes, gigantescas nubes de tormenta. ∎

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