The Lemonheads: los altibajos de Evan Dando. Foto: Luis Pérez Contreras
The Lemonheads: los altibajos de Evan Dando. Foto: Luis Pérez Contreras

Festival

Visor Fest: Mánchester frente al mar (de Valencia)

Happy Mondays, Peter Hook & The Light, The Lemonheads, Buffalo Tom o Echobelly protagonizaron este fin de semana la quinta edición del Visor Fest, celebrado por primera vez en Valencia después de su estreno en Benidorm y tres ediciones en Murcia. Una cita que se debate entre la nostalgia y la curiosidad por comprobar la vigencia escénica de músicos que, como los precursores y los artífices del sonido Madchester, hicieron historia hace décadas.

El de Visor Fest no ha sido un camino de rosas. Primero fue un estreno poco concurrido en 2018 con Cat Power, The Flaming Lips o Saint Etienne, casi en familia: noviembre, mal mes para eventos en exterior. Al año siguiente, una dana obligó a suspenderlo cuando parecía que el cambio a septiembre haría que remontase. Un año después, llegó la pandemia. Y cuando por fin había fidelizado un público en Murcia entre 2022 y 2023, el año pasado el cambio de recinto –a solo una semana de su celebración: cosas del entonces nuevo ayuntamiento– fue como una invitación a buscarse la vida en otro lugar.

Las 4500 personas de media diaria que han pasado este fin de semana por la primera edición que este “festival de conciertos” –hora y media cada bolo, comodidad plena, sin zonas VIP ni demás tonterías– celebrada en La Marina de Valencia demuestran que hay hueco en nuestro país para festivales como el Just Like Heaven o el Cruel World californianos y otros de corte similar que se celebran en Reino Unido y resto de Europa, centrados en bandas formadas durante las dos últimas décadas del siglo XX: los ochenta y los noventa. Lugar idóneo para que boomers, miembros de la generación X y hasta algunos millennials comprueben el estado de forma de músicos que hicieron historia hace ya mucho tiempo. Personalmente, aún echo de menos un cabeza de cartel con la arrolladora presencia de James o Suede, presentes en ediciones previas.

Viernes, 26 de septiembre

Granujas a todo ritmo y fondos de armario

En la vida todo es cuestión de expectativas. Por eso los Happy Mondays divirtieron a los conversos y aburrieron a los profanos. Como integrante del concurrido club de quienes teníamos la asignatura pendiente de verlos desde hace más de tres décadas tras la cancelación del Valencia Festival que iban a protagonizar junto a Pixies y The Farm en la Plaza de Toros de la ciudad en 1991 –histórico bajonazo en la adolescencia de muchos: mejor no ver vídeos suyos en directo de aquella época para no martirizarse– y la suspensión del Visor 2019 en Benidorm por un temporal, lo encajé con la alegría de quien pronostica que no podía esperar más. El solo hecho de que Shaun Ryder esté vivo –“¿cómo hago estas cosas con 63 años?”, acerté a entenderle en medio de una cháchara tan cerradamente mancuniana que parecía que hablaba en eslovaco– y de que Bez quiera volver a presentarse a miembro del parlamento británico por Salford –se dice– es tal milagro de la ciencia que no queda más remedio que dejarse empapar por su pionero e inimitable cruce de lisergia ácida, psicodelia, funk e indie pata negra (justo tras la C-86). No están Paul Ryder al bajo –fallecido hace tres años– ni Rowetta a la segunda voz –los dejó hace diez meses: su puesto lo ocupa con solvencia Firouzeh Razavi, esposa de Bez e instructora de fitness– y la guitarra de Mark Day fue inaudible hasta que quemaron “Kinky Afro”, pero “Loose Fit”, “Bob’s Yer Uncle”, “Hallelujah”, “24 Hour Party People” y “Step On” sonaron tan infecciosas como para no escatimar unos bailes que, teniendo además en cuenta lo mucho que Ian Brown (The Stone Roses) o Liam Gallagher (Oasis) les deben en cuanto a actitud y chulería –ese característico caminar simiesco–, merecen por galones, aunque los luzcan algo raídos. Como reza la letra de “Kinky Afro”, “what you get is just what you see, yeah”

Happy Mondays: recuerdos de Madchester. Foto: Luis Pérez Contreras
Happy Mondays: recuerdos de Madchester. Foto: Luis Pérez Contreras
Los dos granujas a todo ritmo (y sus secuaces) de Mánchester cumplieron discretamente como cabezas de cartel del viernes, pero quienes realmente demostraron tener un directo a la altura de hace treinta años (de entonces data su anterior visita a la ciudad) son Buffalo Tom. Sobreponiéndose a un desajuste en la guitarra de Bill Janovitz, convencieron por igual en los arrebatos eléctricos (“Summer”, “Tree House”, “Soda Jerk”), en los medios tiempos (esos que canta tan bien el bajista Chris Colbourn: “Kitchen Door”, “Late At Night”) y en las baladas incandescentes (“I’m Allowed” o “Taillights Fade”, su mejor canción), honrando su consistente legado de los noventa, siempre a la sombra de otras luminarias de su área, Boston. Un (gran) respeto.

Buffalo Tom, esos clásicos. Foto: Luis Pérez Contreras
Buffalo Tom, esos clásicos. Foto: Luis Pérez Contreras

Me dio la impresión de que la preceptiva hora y media de Ash, el otro power trio del viernes (único grupo que repite en Visor: estuvieron en su primera edición), revela más bajones de intensidad –aunque sonaran con más volumen– porque no disponen de tanto fondo de armario: la brecha entre la efervescencia de sus primeros singles (“Kung Fu”, “Angel Interceptor”, “Girl From Mars”) y su producción posterior es demasiado evidente, marcada por cierta deriva metalera –entre la herencia de Stiff Little Fingers, Thin Lizzy o hasta Weezer: la guitarra con forma de flecha no engaña– que choca con su prescindible versión reciente del “Jump The Line” de Harry Belafonte.

Ash: escasos himnos. Foto: Luis Pérez Contreras
Ash: escasos himnos. Foto: Luis Pérez Contreras
Con todo, eran los británicos Then Jerico la presencia teóricamente más desubicada de esta edición, pero se toparon –así es Valencia– con el mayor gentío nunca congregado por el festival a primera hora de la tarde, dispuesto a degustar su fórmula de rock con ínfulas épicas (como unos Simple Minds de serie B) en la que más allá de “The Motive” y “Big Area” –los dos hits omnipresentes en los garitos y discotecas valencianas de finales de los ochenta– no hay gran cosa que rascar (versión hipertópica de “We Will Rock You”, de Queen, incluida), por mucho que la voz de Mark Shaw se fuera entonando y le echara una entrega enternecedora, a sus 64 castañas.

Then Jerico: poco que rascar. Foto: Luis Pérez Contreras
Then Jerico: poco que rascar. Foto: Luis Pérez Contreras

Sábado, 27 de septiembre

Cuando los tributos empiezan a ser mejores que los originales

¿Vivimos ya inmersos en un capítulo de “Black Mirror”? ¿Le hemos dado al siglo XX la vuelta, como un calcetín, hasta el punto de no reconocer a sus héroes ni posiblemente a nosotros mismos? Me volaban por la cabeza estas preguntas al comprobar que Peter Hook ya ha empezado a hacer mejores versiones de New Order que los propios New Order. Del mismo modo que Johnny Marr pule con mayor acierto las canciones de The Smiths en directo que el propio Morrissey. Y duele, por una parte. Aunque nada se les pueda reprochar. Podemos debatir en bucle si Peter Hook & The Light es la mejor banda de tributo posible a Joy Division y New Order (sí, vale, él firmó una cuarta parte de este temario, pero tiene toda la pinta, y ya sabemos cómo abandonó un barco aún a flote, aunque en ligera deriva), pero lo cierto es que el proyecto ha mejorado muchísimo su engrase en esta última década. En todo: Hooky no mejora su outfit (camisa de cuadros y bermudas estilo Coronel Tapioca), pero ya apenas desafina y esta vez no empuña el bajo porque se está recuperando de una lesión de hombro, aunque lo que hacen a las cuatro cuerdas el sustituto de su propio hijo (Jake Bates está de gira por Japón con los Smashing Pumpkins) y David Potts a la guitarra es de auténtico máster. Primer tramo para lo mejor de Joy Division (“Isolation”, “She’s Lost Control”, “Shadowplay”, “Transmission”, “Atmosphere”) con sobriedad y excelente sonido, y segundo tramo para New Order (“Ceremony”, “Regret”, “Crystal”, “Blue Monday”, “Bizarre Love Triangle”), despachado con la suficiente inteligencia como para delegar en Potts las tareas vocales que le corresponderían a Bernard Sumner, a cuya tesitura el guitarrista de Monaco (también cayó su “What Do You Want From Me”, por cierto) se acerca mucho. Hasta físicamente han tenido siempre un aire. Llámalo simulación, emulación o paseo por una realidad que parece virtual, pero la cosa cuela. Y si te sugestionas con la devoción de ese público que entona en modo “lololo” los primeros acordes de “Love Will Tear Us Apart” –esto también es muy valenciano–, ya ni te cuento. Todos contentos a casa. Aunque sea con cierto regusto agridulce.

Peter Hook & The Light: lo infalible de un gran legado. Foto: Luis Pérez Contreras
Peter Hook & The Light: lo infalible de un gran legado. Foto: Luis Pérez Contreras

No generó tan unánime voluntarismo entre el público lo de Evan Dando y The Lemonheads: un chasco para quien llevara años o décadas sin verlo; un “pues no ha estado tan mal” para quienes lo hemos sufrido y disfrutado por igual, estilo ducha escocesa, en toda clase de formatos en los últimos tiempos (su visita en solitario hace menos de un año fue un buen ejemplo). De hecho, su primera media hora, surtida en modo hits enlazados sin solución de continuidad (“Bit Part”, “Rudderless”, “Down About It”, “Into Your Arms”), fue de lo mejor que le recuerdo. Rezábamos por seguir así. Aunque su voz esté rota y la lucidez perdida en algún remoto lugar de su mente. Llegó a pedir que cerraran la puerta de los garitos nocturnos que hay frente al recinto, que menuda escandalera montaban. Se empezó a torcer el asunto cuando intercambió guitarra por bajo (y micro: el cruce de cables a punto estuvo de trastabillar a su compañero) para abordar la crepuscular “Style”. Y llegó el lanzamiento de púas, el olvido de letras, las peroratas ininteligibles, el autosabotaje porque se debe aburrir de sí mismo, las caras de póquer de bajo y batería que lo dejaron solo para un tramo acústico caprichoso pero con chispazos de genio como las versiones de “The Outdoor Type” (Smudge), “Some Might Say” (Oasis) y “Different Drum” (Mike Nesmith), a las que no maltrata quizá por no ser suyas: siempre tuvo un talento simpar para relecturas muy propias de material ajeno. Ni siquiera con una de sus últimas canciones, “Deep End”, evitó cagarla para volver a empezar. Pero como dijo alguien en el Facebook del festival, hay más verdad en diez minutos buenos suyos que en carreras enteras. Y “Big Gay Heart” y “Favourite T”, canciones intimistas que le permiten un tono vocal bajo sin desentonar como un bellaco, sonaron a gloria. Lástima que el carisma no lo sea todo: solo tenemos un cuerpo y una vida, conviene cuidarlos. Entre el público también hay quienes deberían saberlo.

The Lemonheads en la cuerda floja. Foto: Luis Pérez Contreras
The Lemonheads en la cuerda floja. Foto: Luis Pérez Contreras

Los británicos Echobelly, al igual que Buffalo Tom un día antes, demostraron que su directo no ha perdido propiedades nutritivas, aunque tengan que recurrir fundamentalmente a sus dos primeros discos, como es lógico. No gozaron en su momento del primer plano mediático de otros compañeros de generación, pero su habilidad para el melodrama pop (“Something Hot In A Cold Country”, “I Can’t Imagine The World Without Me”) y la factura de singles con pegada (“Great Things”, “King Of The Kerb”), unidas a la radiante e inoxidable jovialidad de una Sonya Aurora Madan que siempre se bate el cobre a fondo, muy bien secundada por la guitarra de Glenn Johanson, hace de ellos una dignísima opción para engrosar la letra media de un festival de estas características.

Echobelly: ráfagas de dignidad. Foto: Luis Pérez Contreras
Echobelly: ráfagas de dignidad. Foto: Luis Pérez Contreras
Como también lo son Chucho, única presencia nacional este año, artífices de un set que fue de menos a más en todos los sentidos, por rodaje y por repertorio (a ver quién le tose a “Magic”, “Revolución”, “La mente del monstruo” o el siempre intenso cierre con “Inés Groizard”), con recuerdo incluido a la barbaridad de Gaza en una “Piedras de Palestina” cuya temática parece superada, como bien dijo Fernando Alfaro, por la desoladora actualidad. ∎

Chucho: Alfaro nunca falla. Foto: Luis Pérez Contreras
Chucho: Alfaro nunca falla. Foto: Luis Pérez Contreras
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