Yendo al asunto de la dependencia tecnológica, mantienes un perfil bajo en redes sociales. Hace un rato he visto que una fan te preguntaba directamente en tu muro de Instagram si no pensabas posicionarte públicamente sobre el sangrante conflicto entre Israel y Palestina, generando un alud de respuestas por parte de otros seguidores. ¿Crees que la opinión del artista está sobrevalorada?
Sí, tengo una visión un poco distópica sobre todo esto. Creo que los músicos ocupamos una cámara de eco. Que predicamos para el coro. Creo que muchos de mis fans sienten lo mismo sobre esto: que el genocidio no está bien y que todo lo que está ocurriendo allí es una terrible desgracia. Yo también lo creo. Pero siempre intento mantenerme al margen hasta saber exactamente qué causa conviene promover. Sí, dispongo de una plataforma, pero sería muy superficial y vacío por mi parte publicar cosas apoyando causas a las que ni siquiera he contribuido con una donación. No soy hipócrita. Siempre lo hago todo de forma muy metódica y me tomo mi tiempo para ver cómo se sacuden las cosas, porque vivimos en una época de desinformación radical, que demanda que nos demos un respiro para saber lo que está pasando y de qué cambios podemos participar como espectadores muy lejanos. Como alguien que no está allí. Vi el comentario que mencionas y generó preguntas en mi cabeza sobre lo que puedo hacer al respecto. Creo que es importante hacer algo que tenga impacto, pero también que la idea de postear un artículo o una información ofrece una falsa sensación de haber hecho algo al respecto. Hacer una donación de dinero sin que el público lo sepa o formar parte de ello es mucho más consecuente que compartir un enlace a un artículo. Mucha gente cree que compartir sus ideas políticas en su perfil de Instagram va a ayudar en algo, cuando siempre es autobombo. Es delicado saber cómo utilizar, para bien, una plataforma como esa.
Creciste en un entorno familiar profundamente cristiano, cuyas creencias más arraigadas luego te fuiste cuestionando, pero me da la sensación de que tu música da vía libre una cierta espiritualidad, que posiblemente no tenga mucho que ver con la religión institucionalizada.
Creo que eso tiene que ver con el concepto de la gracia y la salvación, que en general son muy fluidos y cambiantes pero ambos muy valiosos, y tienen poco que ver con este movimiento de autoayuda que lo impregna todo y que está tan basado en el consumismo y en el capitalismo. Como la astrología, que es perfecta para eso, diciéndole a la gente que si eres un determinado tipo de persona deberías hacer esto o lo otro. Como si no fueras nadie, como si el concepto de uno mismo estuviera condicionado por esos factores. En la realidad, todo el mundo necesita gracia y empatía para sobrellevar la incerteza de nuestra existencia. Pero la gracia no combina bien con el capitalismo. Y creo que es importante tomar partido por ella. Esta es mi forma de hacerlo.
¿Te cansa o te molesta que se mencione tanto últimamente el sonido de Laurel Canyon y a Joni Mitchell cuando se habla sobre tu música?
Es la música con la que crecí, y claro que hay similitudes. Pero esta idea de que los setenta fue un tiempo muy lejano es una especie de mito. En cierto modo aún vivimos en la era de los grandes éxitos del siglo XX, la cultura del siglo XXI se basa mucho en esa nostalgia y esa sentimentalidad prevalece, al igual que esas canciones con cambios de acordes, con estructuras más complejas que las de la melodía pop básica. Y para mí es una forma más adecuada de tocar emocionalmente al oyente. Usar una música que podemos considerar clásica para describir ideas que son extremadamente modernas, muy de nuestro tiempo, es como el azúcar que ayuda a que la medicina se digiera mejor. Pero si tratara de ser completamente innovadora… Vivimos en una época posmoderna, y si pretendiera hacer algo nuevo o innovador me dedicaría a hacer música noise de estructura libre. Pero creo que la gente prefiere estructuras más arquetípicas para procesar esas emociones. Y creo que el songwriting clásico es eso.
¿Y no crees que el mainstream actual se centra más en el ritmo que en la melodía?
Sin duda. Está pensado para bailar en su mayor parte. Lo cual es fantástico. A mí me encanta bailar. No estoy en contra, en absoluto (risas).
Pones el foco en la gente, diciendo que vas a llegar mejor a ella desde el punto de vista emocional con esa clase de canciones, y eso me recuerda a una cosa que comentaste en una entrevista para ‘Pitchfork’, en la que decías que lo que realmente te hace feliz no es necesariamente componer o actuar en directo, sino cosas más prosaicas como enamorarte, comer o nadar. ¿Podrías vivir sin la música?
No sé cuándo dije eso (risas). Debió de ser cuando acababa de publicar el último disco y supongo que echaba de menos estar enamorada (risas). En general vivo y transpiro música. No podría vivir sin cantar. Es algo que hago habitualmente, solo para divertirme. Extraigo mucho placer del hecho de escribir música. Incluso aunque solo fuera para mí. Es mi principal forma de procesar la realidad y de destilar mis experiencias, de tenerme alejada de todas las mundanas incertezas que al final no tienen ningún sentido. Es una bonita representación de la realidad.
¿Te influyó en algo tu colaboración con Lana Del Rey? Creo que tu último disco tiene mucho en común con ella, esa forma de destilar clasicismo y contemporaneidad a las que antes aludías.
Me encanta lo que hace Lana, por supuesto, y conocerla fue muy inspirador. Pero antes de conocerla ya había crecido escuchando a Judy Garland y a muchos otros clásicos. Mi voz siempre va en esa dirección. Simplemente llegó un punto en el que tuve que admitir que no iba a ser una cantautora al estilo de Taylor Swift, sino algo más al estilo crooner. Y conocer a Lana fue inspirador. Pero ambas llegamos a conclusiones similares.
También has colaborado con Perfume Genius o con John Cale. ¿Hay alguien con quien te haría especial ilusión hacerlo?
Obviamente, con cualquier boomer que se va haciendo mayor tengo esta sensación de que ojalá pudiera compartir algo con ellos antes de que se vayan para siempre. Con Paul McCartney, por ejemplo. O con Joni Mitchell, de quien hablábamos antes, a quien he conocido y para quien toqué su “Woodstock” en una ceremonia de entrega de premios, los TEC Awards de 2020, en los que le concedían el premio Les Paul. Canté justo delante de ella y no fue una colaboración, pero lo sentí como algo muy emocionante. Significó mucho para mí. Estoy abierta a colaborar con músicos más modernos, pero estoy tan centrada en lo que hago que… en este punto de mi carrera creo que antes colaboraría con algún cineasta, alguien que trabaje en algo que requiera acompañamiento musical.
¿Te gustaría hacer alguna banda sonora?
Sí.
De hecho, lo último que has publicado es una canción para una serie, aunque es una versión de “When You’re Smiling”, el clásico popularizado por Ella Fitzgerald, Billie Holiday o Frank Sinatra, para la serie “Una pequeña luz. Protegiendo a Ana Frank”.
Me comentaron que estaban grabando una serie sobre Ana Frank, una historia increíble, me dijeron que trabajaban con canciones clásicas, me asignaron esa y me encantó ralentizar la canción a mi velocidad, que es tortuosa (risas). Fue divertido. ∎