ace poco una astróloga vasca muy simpática me leyó la carta astral y me dijo que su alto contenido emocional le recordaba al concierto para piano nº 1 de Chaikovski. Todavía no entiendo lo que quiso decir con aquello, pero decidí tomarlo como un cumplido.
Qué bonito sería poder crear una partitura musical de nuestra primera noche en la Tierra. Se puede, echándole un poco de imaginación. Existe un programa llamado Stellarium que te muestra un cielo realista en 3D, tal como lo veríamos a simple vista con ayuda de binoculares o con un telescopio. El software te permite recrear el movimiento de los astros de un día concreto. Se instala fácilmente en cualquier ordenador y es muy intuitivo de usar. Solo tienes que elegir una fecha exacta, introducirla en el buscador y probar…
Gracias a este programa ahora sé que la noche del 20 de mayo de 1986, el día que nací yo, se pudieron ver once cuerpos celestes desfilar por el cielo nocturno. Doce si contamos también el Sol (como las doce notas de la escala cromática). Primero apareció la Luna, seguidamente se dejó ver Venus, luego Arturo, más tarde Capella, Vega, Proción, Saturno, Urano, Altair, Marte, Júpiter y finalmente el último en llegar: el Sol.
Un ejercicio creativo para llevar a cabo la ilustración sonora de este desfile de astros podría ser asignar a cada uno una frecuencia o motivo musical, tocándolo más grave según asciende a la bóveda celeste, en su nota cuando culmina y más agudo cuando empieza a desaparecer. A cada tipo de elemento astronómico le adjudicaría un instrumento musical y la Luna estaría siempre por encima del resto. A bote pronto se me ocurre que podría ser representada por un piano, el rey de los instrumentos para algunos, y que las estrellas podrían ser guitarras eléctricas con un montón de delay.
Para adjudicar notas a los planetas podría basarme en la teoría de Kepler y su hipótesis acerca de que, en base a la armonía cósmica, a cada planeta le corresponde una nota de la escala musical: al Sol, Do; a Saturno, Re; a Mercurio, Mi; a la Luna, Fa; a Marte, Sol; a Venus, La, y a Júpiter, Si. De este modo ya podría afirmar que, en la armonía cósmica de la noche en que nací, sonó una melodía encabezada por un Fa, seguida de un La, después vino un Re, un Sol, un Si y, finalmente, un Do. Me pregunto si tocando estas notas en loop, a modo de mantra personal, acabaría por resurgir en mi mente el recuerdo de mi nacimiento.
Muchas de estas teorías de las armonías de las esferas quedaron como algo anecdótico cuando se supo que el sonido necesita un medio material como el aire, el agua o el suelo para propagarse. Sin embargo, ha renacido la idea de la música celestial gracias al descubrimiento de que las estrellas del universo, como las musicales, también cantan. Además de brillar, parece ser que emiten una especie de “canto” y que este sonido permite a los astrofísicos conocer su edad y tamaño.
Hace poco leí que se había puesto en marcha un proyecto ciudadano por parte de los científicos del Instituto de Astrofísica de Andalucía y de la Universidad de Granada donde traducirán a sonidos datos procedentes de las estrellas. El proyecto se llama “Escuchando el cante de las estrellas” y se encarga de traducir los patrones de oscilación lumínica de estas a pistas de audio que serán escuchadas y analizadas por los alumnos del Conservatorio Superior de Música Victoria Eugenia, de Granada.
Hay miles de canciones inspiradas por el cosmos: desde el conmovedor homenaje que Mecano hizo a Laika, aquella perra espacial soviética que se convirtió en el primer ser vivo terrestre en orbitar la Tierra, hasta aquellos álbumes conceptuales de Antonio Arias: “Multiverso” (2009) y “Multiverso II” (2013), ambos dedicados a la astrofísica, o el que yo misma compuse inspirada por mi tío bisabuelo, el astrónomo Lluís Rodés: “Eclíptica” (2018). Sin embargo, confieso que entre mis canciones cósmicas favoritas está “Lucha de gigantes”, de Nacha Pop. Es de escucha obligada para mis alumnos de escritura. La pongo en clase y cuando termina siempre les pregunto qué les sugiere la letra, que aunque muchos pensaran que hablaba de la heroína, en realidad era un homenaje a la astronomía.
Se ve que antes de músico, Antonio Vega quiso ser astronauta o profesor de astrofísica. En una entrevista en la revista ‘Rolling Stone’ le preguntaron de qué iba la canción y él mismo explicó: “Es un recuerdo de la ubicación de las dimensiones del ser humano en un entorno cósmico, de la relatividad entre la grandeza del hombre y su pequeñez en un entorno grandioso e infinito. Es un juego de palabras que lleva un poco a pensar en el juego relativo entre infinitud y lejanía”.
Los músicos continuamos buscando inspiración en el universo, quizá anhelando la época en que música y astronomía estaban más unidas. Hay millones de ejemplos en el repertorio popular, pero, como este año estoy celebrando el décimo aniversario de mi disco de versiones “Maria canta copla” (2014), voy a mencionar una de ellas, la que me inspiró a sumergirme en el repertorio coplero. Se trata de “El día que nací yo”, inmortalizada por Imperio Argentina en la película “Morena Clara” (1936), de Florián Rey.
Parece ser que la canción surgió de una improvisación ocurrida mientras rodaban la película. La letra ya existía previamente y, durante el rodaje, el director pensó que ese pasaje era apropiado para que la actriz/cantante interpretase una canción, y le pasó el texto a Juan Mostazo. Mientras el músico se aisló en un camerino para empezar a musicalizarla, Rey hizo traer a la orquesta. A la media hora, Mostazo volvió con la canción ya compuesta y se rodó la secuencia sin dificultad alguna.
Imperio Argentina culpa a los astros de su mala suerte en “El día que nací yo”. Se lamenta de la triste melodía que seguramente sonaría la noche de su nacimiento, como si todo estuviera escrito y nuestras vidas estuvieran regidas por las estrellas y sus cantos. Incluso hay quien cree que, además de la evidente referencia astrológica en el trasfondo de esta copla, fue también premonitoria, pues fue compuesta en abril de 1936, como si su letra pudiera presagiar la tragedia que se avecinaba en nuestro país: “El día que nací yo qué planeta reinaría, por donde quiera que voy qué mala estrella me guía. Estrella de plata, la que más reluce, por qué me llevas por este calvario llenito de cruces. Tú vas a caballo por el firmamento y yo cieguecita sobre las tinieblas, a pasito lento…”. ∎