Canción del día

For Those I Love

Of The Sorrows2025
For Those I Love, desde Irlanda. Foto: Rich Gilligan
For Those I Love, desde Irlanda. Foto: Rich Gilligan

No lo tenía, ni lo tiene fácil David Balfe. El sensacional debut de su proyecto personal, For Those I Love, puso el listón altísimo. “For Those I Love” (en digital en 2019 y en físico en 2021) fue uno de esos trabajos de darlo todo. De vaciarse por dentro. De exorcizar tantos demonios interiores que al final dudes si te queda algo por decir. El irlandés trazó una vitalista, melancólica y bailable elegía de electrónica post-rave y versos acerados, con acento marcadamente dublinés, a la memoria de su amigo perdido, Paul Curran (quien se había quitado la vida en 2018, siendo aún muy joven), quien había sido su compañero en el proyecto colectivo Burnt Out. Lo presentó en el Sónar 2022, único pase –hasta ahora– por nuestro país. Es lógico que haya tardado cuatro años en publicar una nueva composición. Debía recargarse, regenerarse.

Haciendo de la necesidad virtud, ha transitado de lo (muy) personal a lo colectivo. La gentrificación, la turistificación masiva, la pérdida de identidad, la conciencia de clase, la enajenación de una ciudadanía condenada a abandonar sus barrios, la urgencia de empeños comunitarios que eviten o palíen el desastre y la memoria de quienes ya no están aquí son algunas de las cuestiones que desfilan durante los cinco minutos y medio de un nuevo corte ante cuyo videoclip resulta complicadísimo no emocionarse. Es un fabuloso crescendo. Un absoluto subidón. Lo ha dirigido él mismo, y ante su cámara discurren lugares emblemáticos de la capital de Eire, cubiertos por una sábana blanca que simboliza su inevitable declive. Los tradicionales sudarios empleados ancestralmente en la cultura irlandesa para cubrir y honrar a sus muertos.

Y aunque nos habla de Irlanda en general y de Dublín en particular, su discurso es aplicable por igual a Barcelona, Valencia, Madrid o cualquier otra ciudad que viva bajo la amenaza de verse convertida en un estúpido escenario de cartón piedra para turistas que solo ansían llevarse unos selfis ante el enclave de moda, como codiciado botín. David Balfe quiere quedarse en su tierra, allí donde se ha criado, pero se ve prácticamente obligado a irse. Qué familiar suena todo. Y qué parecido en su condición de dolida oda a su país a lo que fue “I Love You”, de Fontaines D.C., hace tres años.

Musicalmente, la fórmula es igual de efectiva y poderosa que en cualquiera de los cortes de su álbum de debut, con el aderezo autóctono del violín (de resonancia celta) de Cathal Caulfield, apuntillando su panoplia de beats y esa emocionante verborrea con la que Balfe se presenta como un Mike Skinner del otro lado del mar de Irlanda para una nueva generación. Se rumorea que no será lo último que publique en 2025. ¿Dará para un nuevo álbum? Ojalá. Creo que no somos pocos quienes lo esperamos con mucha, pero que mucha ilusión. ∎

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