Era difícil pronosticar la excelencia de esta reválida. Yo no la esperaba. Como para verla venir. Creo que ni siquiera el propio David Balfe –responsable único de For Those I Love– fue capaz: siguiendo el ejemplo de Bon Iver, Will Oldham y otros ilustres ermitaños ocasionales (con quienes apenas tiene nada que ver en lo estrictamente musical), se alquiló una villa en Leitrim, al norte de Irlanda, para encerrarse a cal y canto durante un mes –solo habló con una persona un día, dice– y comprobar si el bloqueo creativo que arrastraba desde hacía casi cuatro años tenía solución. Llegó a pensar que el sensacional “For Those I Love” (en digital en 2019 y en físico en 2021) sería su único disco. Y es lógico, porque fue uno de esos trabajos que, haciéndose más grandes que la vida precisamente por nutrirse directamente de la muerte (el suicidio en 2018 de su amigo Paul Curran, compañero en el proyecto Bunt Out), se erigía en uno de esos tour de force ante los que se supone que no queda nada más que añadir. Emocionante hasta decir basta, punzante en su forma de aunar lírica urbana en modo spoken, beats obsesivos y resabios del continuum de la electrónica británica de las últimas décadas: el duelo a través de la rave. Un maravilloso disco –vómito tras cuya deposición uno solo puede quedar vacío por dentro–. Así me lo imagino.
Como por ensalmo, “Carving The Stone” mantiene aquel nivelazo. No cuenta con el factor sorpresa y reincide en una dinámica de crescendos –instrumentales y declamativos– que ya conocemos, pero amplía considerablemente el foco y recurre con éxito al socorrido tránsito de lo personal a lo colectivo porque lo íntimo también es político: nos habla de la puta gentrificación que desfigura nuestras ciudades, de la pérdida de identidad, de los precios abusivos, de las jodidas perspectivas de futuro que aguardan a una juventud con la salud mental zarandeada, de la necesidad de reforzar los lazos comunitarios que nos unen y del peso de la nostalgia y los estragos del paso del tiempo. Balfe tiene 32 años, ojo ahí. Me dice un amigo –a quien se lo acabo de descubrir– que le parece un cruce entre Fred again.. y Arab Strap. Sin restarle un gramo de razón (el debut de Fred Gibson fue otra de las revelaciones de 2021), me permito añadir a The Streets, a quienes ya brindaba un par de alusiones en su debut. De hecho, la contundencia de “No Scheme” me recuerda muchísimo a la de “Blinded By The Lights” de Mike Skinner hace algo más de dos décadas, aunque esta vez no lo cite. El sonido de For Those I Love forma parte, en cualquier caso, de esa nueva Irlanda que –en lo musical– nos toca tan de cerca por saber transmitirnos verdades como puños desde la universalidad de lo local. Con la mandíbula apretada y esa dicción tan particular, mascullando fonemas con la misma contundencia que los mensajes que expiden. La misma Irlanda de Fontaines D.C., The Murder Capital o KNEECAP, en esencia.
Y es precisamente esa veta gaélica uno de los factores diferenciales de esta sobresaliente (de nuevo) colección de composiciones: la voz sampleada de la folksinger Neilí Ní Dhomhnaill en “No Quiet”, el violín de resonancia celta de Cathal Caulfield apuntillando la sensacional “Of The Sorrows” (fue el primer adelanto) y las gaitas que truenan al final de ese extraordinario cierre que es “I Came Back To See The Stone Had Moved”. Incluso la mención a Thin Lizzy cuando nos cuenta la historia de “The Ox / The Afters”, dedicada a un personaje ficticio llamado John Martin, subrayando la denominación de origen de otro disco apasionante que no se puede concebir (ni encajar) sin la convicción de que el medio y el mensaje son lo mismo. Para el final me dejo mi favorita personal, pese a que veo que en Spotify es la tercera de las nueve que menos escuchas acumula: no dejéis escapar –no dejéis escapar nada, qué puñetas, pero esta menos– “Civic”, un precioso tributo al arte y a la amistad como elementos de redención vital que comienza sobre ambientación jazzística y desemboca en un tribal y contagioso remate entre el dubstep y el drum’n’bass. Reverencia. ∎