Por múltiples motivos, David Byrne lleva unos días acaparando la atención en redes sociales. Está claro que podría empezar por lo obvio, que es su aparición por sorpresa en el Governors Ball Festival del pasado fin de semana… Pero eso sería pasar por alto que la última semana ha pertenecido por completo a este artista que ha puesto sobre la mesa las fechas de su próxima gira a la vez que anunciaba un nuevo disco titulado “Who Is The Sky?” que se publicará el próximo 5 de septiembre y que avanzaba con un primer single titulado “Everybody Laughs”.
Claro que habrá quien piense que el verdadero motivo del pico de popularidad de Byrne tiene más que ver con la deliciosa extravaganza que ha supuesto el lanzamiento del vídeo oficial de “Psycho Killer” de Talking Heads. Pero ¿qué me estás contando? ¿Que semejante temón se ha pasado cinco décadas sin clip oficial? Pues va a ser que sí, pero la espera ha valido la pena para disfrutar de una pieza dirigida por Mike Mills (“Thumbsucker”, “Beginners”…) y protagonizada por Saoirse Ronan. Aunque, si me preguntas a mí, y pese al subidón de esto último, te diré que el verdadero motivo del interés en Byrne ha sido que el tío por fin tiene TikTok y lo ha inaugurado con un bailecito papichulo de los suyos.
Porque, en verdad, tú y yo sabemos que David Byrne es eterno y que siempre volverá a nosotros de una forma u otra. Lo que probablemente no esperaba nadie, sin embargo, era que el tío saliera en medio de la actuación de Olivia Rodrigo en el Governors Ball Festival de Nueva York del pasado 6 de junio para, juntitos y bien divertidos, marcarse un “Burning Down The House” que dejó a la peña preguntándose: “ARE YOU FUCKING WITH ME RIGHT NOW?!”.
Al fin y al cabo, Byrne apareció con una gozonería encima que no te la acabas, además de con un mono rojo que demuestra que quien es viejo es porque le da la gana y deja de divertirse a la hora de escoger la ropa, entre muchas otras cosas. Porque los pasitos de baile estaba claro que los clavaría, pero es que el tío incluso tuvo tiempo para lanzarse a tocar la guitarra.
Así que, entre pitos y flautas, las redes sociales se han obsesionado con David Byrne y llevan unas jornadas en las que lo más habitual es toparse con imágenes tan históricas como esta o con gifs tan reconocibles como este. El ídolo incluso ha servido a algunos para apuntarse al trend del momento con eso del “without downloading any new pictures where are you mentally”. Aunque, ya para cerrar con este tema, si hay una imagen que sintetiza este revival, es esta y solo esta.
En la esquina del cuadrilátero contraria al buen rollo de David Byrne, esta semana encontramos el mal rollo del que obviamente es el divorcio del año. No hace falta extenderse con explicaciones ni contextos porque absolutamente todo el mundo se ha enterado de que a Trump y Elon Musk se les gastó el amor de tanto usarlo. Y que, de hecho, lo anunciaron en una rueda de prensa que tenía las mismas vibras que ese momento en el que el profesor casca un suspenso a un proyecto grupal y pregunta quién fue el responsable.
Teniendo en cuenta el importante papel que juegan las redes sociales en las existencias por separado de la power couple yanqui, estaba claro que esta iba a ser una de esas parejas que, una vez se han separado, se dedican a intentar embarrar a su ex a base de tuits o stories o lo que sea. El primero que abrió fuego (y de qué forma) a este respecto fue un Musk que tardó cero coma en dejar caer una bomba informativa: los llamados “Epstein files” (ya tú sabes: esos archivos en los que constan los nombres y apellidos de los asistentes a las fiestas de Epstein en las que se festejaba por encima no solo de la decencia, sino también de la ley) no se han hecho públicos porque, presuntamente, el actual presidente de Estados Unidos aparece en ellos. Elon no echó el freno con las acusaciones y, a continuación, afirmó que el ingrato de Trump ganó las elecciones gracias a él y que su exnovio político ya podía esperar sentado cualquier tipo de disculpa.
Por alusiones (y porque la respuesta marrullera le gusta más que a un tonto un lápiz), Trump no tardó en entrar al trapo para comentar que se iba a deshacer de su Tesla y para lanzar una amenaza seria a su ex: si a Musk le daba por asociarse con los demócratas, habría consecuencias. El subtexto de estas declaraciones está claro: no puede dejar de pensar en Elon, por mucho que vaya diciendo por ahí que el jefito de Twitter / X es un drogadicto como si nos estuviera descubriendo algo. Como si no hubiéramos visto a Musk ciega como una pioja en el mencionado anuncio de la separación.
El cruce de insultos hizo que muchos se hicieran preguntas tan interesantes como la que sigue: ¿quién ganaría una pelea de cuchillos entre Donald Trump y Elon Musk? Spoiler alert: todos aquellos que nos hemos pasado todos estos días siguiéndolos atentos. Porque es que incluso los reporteros trumpistas se metieron en el ajo con palabras mayores y con la intención de retratar el movimiento final de Elon como si de un documental de National Geographic se tratara.
¿Y cuál ha sido el movimiento final de Musk? Fundamentalmente, huir con la cola entre las piernas en el momento justo en que Trump amenazó con romper todos los contratos gubernamentales con las múltiples empresas del techno-bro por excelencia. Un acto cobarde que llegó a la cima del bochorno con un tuit en el que formalizaba la disculpa que unos días antes dijo que nunca llegaría y que muchos ya están señalando como una nueva maniobra de distracción de Trump. Sea como sea, mientras algunos empiezan a estar un poco cansados de todo este rollito, yo no puedo evitar imaginar ya el siguiente episodio de este culebrón.
En los últimos días, y a tenor de la pataleta que la derechona está articulando alrededor de su perruna por ni escuchar hablar ciertas lenguas que no sean el español muy español, me ha dado por pensar que, a lo mejor, qué sé yo, lo que ocurre es que en nuestro panorama político tenemos algunos profesionales que no solo están infracualificados para su trabajo, sino que incluso sacan pecho al respecto de sus carencias. Porque, a lo mejor, qué sé yo, si a un chavalín le piden cuatro idiomas para entrar en La Casa de las Carcasas porque va a trabajar de cara al público, lo normal sería que a un político le exigieran todos los idiomas oficiales del territorio en que va a desarrollar su trabajo.
Y, a lo mejor, qué sé yo, si eres un político español y te vas a ir a Francia sin hablar francés, pues das tu brazo a torcer con las oficialidades absurdas y le pides a un intérprete que haga su magia para que no parezcas tan gilipollas como Santiago Abascal hablando en francés en un mitin organizado por la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. No resulta para nada extraño que las redes se hayan obsesionado con los clips de este desastre lingüístico que solo puede defenderse en estos términos:
Tampoco resulta para nada extraño que las reacciones hayan transitado del enfado silencioso al horror ostentoso. Mientras unos han tirado del chascarrillo fácil convertido en meme clásico, otros han subido las apuestas respondiendo a los que afirman que “Abascal va de políglota ahora” con la siguiente cita de Borges: “Se manejaba con fluidez e ignorancia en varias lenguas”. Por su parte, montajes diversos como este o este otro han dejado clarísimo que lo de este maestro de la comedia es en verdad todo un homenaje a Tip y Coll.
Y, aunque el mejor chiste alrededor del francés de este señoro sea este que no me atrevo a reproducir aquí en su totalidad, la lección que se extrae de este despropósito es que “Abascal tiene menos vergüenza que años cotizados”. Porque, en resumidas cuentas, a lo mejor, qué sé yo, lo que pasa es que Santiago le ha pegado una buena patada al diccionario francés. ∎