a sensación de ver a Pony Bravo en directo en su Sevilla natal es bastante más intensa que en cualquier otro lugar. Allí, en la Sala X, iniciaron el 13 de abril la gira de presentación de su quinto álbum, “Trópico” (Telegrama, 2024), y uno disfrutó mucho como testigo de la conexión generacional y espiritual entre la banda y su público, cómplice y partícipe del particular universo que los multinstrumentistas Daniel Alonso, Pablo Peña y Darío del Moral vienen desarrollando desde 2006, con el apoyo en los últimos años como cuarto pony de Raúl Pérez (bajo y guitarra en directo, además de productor y músico de estudio).
Dos días antes, el trío base había quedado para el ensayo general en los locales del Pasaje Mallol, uno de los centros de resistencia que todavía quedan en el centro de su ciudad. Les decidí citar al lado, en el Huerto del Rey Moro, otro espacio autogestionado que aún sobrevive frente al rodillo gentrificador. Resulta significativo pensar que cuando Pony Bravo grabó su tema “Turista ven a Sevilla” en 2013, aquella crítica aún estaba comenzando a formar parte de una conversación que ahora es central y omnipresente. Aquel poni turistificador que entonces empezaba a galopar ahora ya es como el caballo de Atila.
Pero los autores de “De palmas y cacería” (El Rancho, 2013) han actualizado su idea de cultura crítica a través del humor (y el baile) en este nuevo álbum con un concepto que han definido como “exótica distópica”. “La exótica es como un género inventado, que no responde a un folclore local determinado”, explica Daniel Alonso. “Y nos dimos cuenta también a mitad de proceso de que Sevilla tenía también un elemento de la exótica desde lo tradicional, ese crear una ciudad de marca, el turismo y el flamenco, el rock andaluz… Ante la imposibilidad de hacer discos tan maravillosos como los de Martin Denny y los surgidos tras su influencia, de pronto vimos que lo podíamos transformar en eso”.
“Musicalmente tiene también un punto selvático, salvaje, de vuelta a los orígenes pero con un punto futurista también. Crean un mundo”, añade Darío del Moral. Los visuales también juegan muy bien con esa idea. En el directo, por ejemplo, provocaron bastante hilaridad las imágenes de filmes clásicos de ciencia ficción en los que se introducían de modo surrealista símbolos locales. Un ejemplo: los simios de “2001: una odisea en el espacio” (Stanley Kubrick, 1968) adorando la Giralda en lugar del Monolito.
El concepto de exótica puede ser un poco controvertido. Lo exótico es lo de fuera, lo lejano, visto desde una perspectiva etnocéntrica. En el tema “Chichén Itzá” cantáis “sobrevive el que más arrasa”. ¿Hay una reflexión sobre el colonialismo ahí?
Daniel: Esa es la gran ausencia del género exótica clásico, el introducir esos elementos de análisis historicista crítico que, en este caso, también tiene que ver con el pasado de España. Hay esa parte selvática, como decía Darío, y también la más humanista, de hablar de invasiones o de crueldad. Podemos tender a romantizar el pasado, pero por otra parte no deja de ser una reconstrucción más bien artificial, y también jugamos un poco con ese absurdo.
Las letras parecen sencillas, pero se intuye que detrás hay mucho ejercicio de depuración.
Darío: Dani siempre trae mucho material, y lo que se plasma en el disco puede ser a lo mejor un diez por ciento de ello, que pueden ser textos escritos a lo largo de… ¿tres años?
Daniel: Es un proceso lento. Comenzamos trabajando a distancia y luego hay una labor de integración. También hay un fuerte nivel de exigencia interno para que todo ello esté muy trabajado, y muchas veces somos inconscientes de que esa exigencia nos viene del entorno también. Al final, con los amigos que más música oyen, casi sin darte cuenta, se crea una especie de subcultura.
Pablo: Cuando estamos grabando siempre pienso: “¿Esto le gustará al Curro? ¿Le gustará al Perla, al Fran?”, a los colegas que han sido siempre como nuestros gurús musicales.
Me llama mucho la atención lo de los amigos que os descubren música, porque lo decís a menudo en las entrevistas. Es algo muy importante para vosotros, ¿no? Transmite una idea del compartir influencias en comunidad frente al mito del creador que busca su inspiración en solitario.
Pablo: Realmente para nosotros ha sido uno de los pilares desde el principio. Al juntarnos para hacer música ya teníamos alrededor a colegas con los que montábamos fiestas, había mucho intercambio de discos que se pinchaban y luego los locales de ensayo siempre han sido compartidos con otros músicos y con artistas de otras disciplinas, como la danza o el teatro, que también te abren otros caminos y enfoques. También nos gustaba hacer conciertos en nuestro local e invitar a colegas a que tocaran allí, que es algo más íntimo y hay un intercambio muy grande.
El tema “Jazmín de Megatron” habla de unas de esas fiestas que hacíais vosotros.
Pablo: Traíamos a gente como Za!, Fluzo o los hermanos Junquera (Marcos y Fernando, implicados también en grupos y proyectos como Betunizer, Negro o Estrategia Lo Capto!…), a quienes mencionamos en la letra. En realidad, todo comenzó antes con un colectivo que teníamos que se llamaba Dance Usted. Montábamos raves debajo de un puente o pillábamos una casa en el campo e íbamos treinta personas o así y, de hecho, uno de nuestros primeros conciertos se produjo en una fiesta de estas. El Megatrón fue ya un intento de abrirlo a más gente, irían a lo mejor 200 personas, pero la música era siempre lo más importante.
Daniel: Megatrón, digamos, fue un microfestival de fin de semana, muy desastroso al final, porque daba mucho trabajo y al final siempre perdíamos dinero.
Antes hablabais de vuestro local, el Establo. ¿Qué pasó con él?
Daniel: Nos fuimos. Era imposible, tenía goteras, era un horror.
Darío: Estuvimos ahí 13 o 14 años. En la última época se hablaba de que los dueños iban a arreglar el edificio y al final no se ha hecho nada.
Daniel: Es que Sevilla… Este espacio en que estamos hablando ahora es una excepción a nivel de especulación urbanística, y el fin del Establo tuvo también que ver con eso. Ahora curramos a distancia: Pablo está en Madrid, Darío en Barcelona y Raúl se ha llevado su estudio nuevo a Granada. Yo soy ya el único que vive en Sevilla.
¿Y cómo hacéis ahora para juntaros para ensayar?
Darío: Pues de nuevo tiramos de amigos. Vera Fauna nos dejan su local alguna vez, por ejemplo.
Pablo: También vamos haciendo quedadas. Nos vimos una época en Barcelona, estuvimos un mes trabajando en casa de Darío y en un local que nos dejaron allí Los Ganglios, que también son colegas. Hemos cambiado mucho la dinámica de trabajo, porque antes era vernos prácticamente todos los días, íbamos al local como si fuese una oficina casi, y ahora lo concentramos todo más.
En este disco percibo una menor presencia de lo local. ¿Es por la distancia de vivir fuera?
Daniel: En mi caso diría que hay una parte de cubrir ciclos. Llevamos más de quince años y tengo ganas de trabajar otros géneros. También es cierto que cuando empezamos a hacer esto era como cubrir un vacío, veníamos de una tradición muy fuerte de rock andaluz en los años setenta, luego hubo una época de indie pop que coincidió con los inicios del Pony, y entonces era un poco una respuesta diferencial a eso. Ahora casi que es todo lo contrario, pero, aun así, hemos intentado tener una visión crítica de la tradición y el folclore, que es algo que se diferencia de otras aproximaciones. Ante la masificación de propuestas tan folcloristas, quizá la misión para que la música andaluza evolucione es intentar tirar por otros caminos. Aquí confluyen intereses institucionales y comerciales, el turismo, y al final se crea un Godzilla de andalucismo con el que tampoco es que estemos nosotros muy de acuerdo.
Pablo: Estábamos dentro de esa historia de finales de los noventa. Aquí en Sevilla había un rechazo muy fuerte precisamente a todo lo que había habido antes. Todos cantábamos en inglés y toda la influencia era movida britpop o movida Seattle. Estaba todo el mundo con eso y nosotros también, pero justo es verdad que cuando empezamos con el Pony estábamos un poco saturados ya. Yo estaba empezando a componer en castellano y buscando otra cosa.
Daniel: Justo en ese momento yo había empezado también a hacer temas en inglés, con una parte más imitativa. No fue hasta el segundo disco de Pony (se refiere a “Un gramo de fe”, publicado por El Rancho en 2010) cuando empezamos a decir: “Venga, vamos a intentar trabajar obra propia”.
Y de ahí a resetear el rock andaluz. Fuisteis pioneros de una tendencia ahora muy en boga con Califato ¾, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, los propios Vera Fauna…
Daniel: Cuando empezamos había una cantidad sorprendente de grupos de versiones, y mucho respeto y afición por el flamenco, pero creo que también algunos complejos. Diría que todo cambió con el comienzo de internet para que los grupos empezasen a meter más referencias. Pero Andalucía tiene también esa identidad, es tan difícil, están tan desarrollados los canales comerciales con el flamenco que durante muchísimos años han sido prácticamente los únicos músicos que podían tener una carrera, circuitos internacionales financiados con dinero público… En fin, había una serie de tradiciones sobre cómo se gestionaba la cultura y faltaban otro tipo de propuestas.
El nuevo andalucismo ha servido, en cierto modo, para sacudirse esos complejos y, por utilizar un término de moda, para empoderarse, pero ¿corre el riesgo de terminar siendo utilizado? Tenemos el ejemplo de marcas comerciales que parece que se están intentando apropiar de él.
Daniel: Bueno, hay una sinergia quizá. Con los años, nuestra crítica al sistema no es tan salvaje, porque las marcas y la publicidad tienen su derecho a existir, cumplen su función, pero la reflexión iría en torno a si la música independiente va a perder su elemento de contracultura. Hablando con Hevi, de Fluzo y Malandrómeda, él decía que vivía el mismo proceso en Galicia, que había una alegría de comprobar que cada vez había más diversidad de propuestas, pero él siempre decía que ese elemento contracultural había que cuidarlo.
Darío: También hay grupos a los que les ha servido para conseguir financiación, visibilidad, y aun así pueden hacer la música que ellos quieren y estar a gusto con ello. Además, con las redes sociales hay muchas herramientas para mover tu obra y llegar a mucho público.
Daniel: Otro fenómeno interesante es que ahora hay grupos demográficos que antes no estaban representados, y eso es superpositivo.
Pablo: Puede que haya marcas que, como tú dices, estén intentando aprovecharse de eso, pero donde muchos ven un monstruo hay que tener en cuenta que dentro de él hay gente trabajando a quien realmente le gusta la música y propone a esos grupos porque prefiere proponer cosas buenas que una mierda. Nos solemos olvidar que hay personas dentro de la industria que intentan cambiar las cosas desde dentro, y creo que debemos romper una lanza por esa gente.
También fuisteis pioneros en otra cosa: el primer grupo grabado por Raúl Pérez, uno de los productores más demandados en los últimos años.
Pablo: Sí. Él tenía un estudio portátil, iba por ahí grabando a gente, grabando bolos, desde jovencito. Nuestro primer disco, “Si bajo de espaldas no me da miedo (y otras historias)”, publicado en 2007, lo hicimos con él en un cortijo que nos prestaron, lo montamos todo ahí, siempre quisimos tener esa experiencia de irnos a convivir a una casa durante un mes y estar ahí componiendo y tocando.
Darío: En el último disco ha intervenido mucho a nivel compositivo, de arreglos y estructuras.
Pablo: Y también es un poco como nuestro periscopio, porque él está todos los días grabando a grupos y tiene muchas más referencias que nosotros. Le pilla muy bien el pulso a la escena, te dice quién está haciendo qué, a quién te puedes parecer…
También fuisteis de los primeros artistas nacionales que pusisteis vuestros discos en libre descarga, con licencia Creative Commons. Siempre habéis sido muy optimistas con respecto a internet. ¿Seguís siéndolo?
Daniel: Ya no.
Pablo: Yo siempre le he visto un doble filo. Ha ido creciendo toda esa parte de las mierdas de algoritmos que te van metiendo cada vez más, pero también está la parte maravillosa de las radios online, plataformas como Bandcamp…
Daniel: Estaba ese mito al principio de internet de que ibas a tener toda la información a tu alcance e iba a haber un crecimiento positivo a todos los niveles. Ahora mismo hay gran cantidad de información, de entretenimiento, y la fuerza del algoritmo tanto en términos de música como de debate está creando una inercia de homogeneización y de enfoque prevalente del marketing. Es David contra Goliat.
Hablando de David contra Goliat, vuestra canción “Piedra de Gaza” supongo que la escribisteis antes de que estallara todo este follón actual.
Pablo: Sí, realmente es un tema que nos ha interesado desde hace tiempo porque además hemos tenido amigos que han estado viviendo allí y hace bastantes años nos contaban ya toda la movida muy en primera persona, de barbaridades de las que no se hablaba aquí.
Daniel: A nivel de análisis histórico lo que está pasando ahora es, evidentemente, horrible, pero es algo que ya existía. Hay historiadores que, hablando de la Nakba de 1948, recogen testimonios de los abuelos, que fueron los primeros expulsados. Hay un cierto elemento en su cultura que no es nostalgia, es el simple recuerdo de épocas mejores y es algo transgeneracional. La canción se centra en esa época, que desde occidente la vemos como de una especie de calma, pero, evidentemente, no la habido. Coincidió todo esto por accidente, pero teníamos ganas de grabar esa canción y decidimos sacarla.
¿Hubo debate interno a la hora de publicarla al tener en cuenta la situación actual? Conversaciones sobre si se debía cambiar algo en el texto o miedos de que el tratamiento pudiera resultar frívolo.
Daniel: Hubo conversaciones sobre eso, sí, pero nos parecía interesante mantener ese enfoque porque habla de un momento clave. No es que haya habido una especie de paz y ahora haya una guerra, sino que ha sido un continuo. Algo parecido nos había pasado antes con “Eurovegas”, que cuando se publicó en 2013 ya se había cancelado el proyecto de Sheldon Adelson, y recuerdo que un amigo nos preguntaba que por qué no la habíamos actualizado. Mantuvimos la idea de que, desde el momento en que en el disco se va a quedar la foto de un momento en concreto, es mejor sacarla tal como estaba. ∎