Las obras más significativas del canadiense Guy Delisle (Quebec, 1966) están relacionadas con los viajes que ha realizado, tanto por su labor profesional en el mundo de la animación como acompañando a su pareja, miembro de Médicos Sin Fronteras. Su autobiografía nos sirve de vehículo con el que adentrarnos en culturas y sociedades muy diferentes a la nuestra, como China, Myanmar, Israel o, muy especialmente, la hermética Corea del Norte, de la que hizo un gris e irónico retrato en “Pyongyang” (2003; Astiberri, 2005).
Pero Delisle ha demostrado ser un autor bastante inquieto, tanto en la forma como en el fondo. Ha cambiado de registro para confesarnos con humor sus experiencias paternales en los cuatro volúmenes que forman la “Guía del mal padre” (2013-2018; Astiberri, 2013-2019) o el testimonio desgarrador del secuestro de un gestor de una ONG médica en el norte del Cáucaso en “Escapar. Historia de un rehén” (2016; Astiberri, 2016). Ahora, en “Una fracción de segundo” (Astiberri, 2024; traducción de María Serna) nos relata, como dice el subtítulo, la azarosa vida de Eadweard Muybridge, pionero del cine y la fotografía. Y lo hace con un despliegue formal propio de un experimentado contador de historias que sabe adecuar los recursos narrativos al tema que trata, desde el expresivo y sutil empleo del color hasta la acertada puesta en página, con un dibujo pulcro y sintético que no necesita hacer alardes de virtuosismo. Delisle explica la persistencia retiniana, base del cinematógrafo, usando algunas páginas del cómic como un flip book, y salpica el libro con reproducciones de las fotografías originales que enriquecen una crónica por la que desfilan personalidades como Tesla, Daguerre, Baudelaire, Lumière, Rodin, Edison, Degas, Meissonier, Méliès, Géricault, Alice Guy…
La vida del inglés Muybridge, desde su partida hacia Estados Unidos en 1855 hasta su fallecimiento en 1904, sirve de apasionante recorrido didáctico por la historia de los inicios de la fotografía. Trabajando como librero en San Francisco un amigo le descubre el daguerrotipo, que fascina a los ciudadanos y transforma el negocio de muchos pintores retratistas en fotógrafos. Efusivo emprendedor, Muybridge decide salir del artificioso estudio y busca plasmar la realidad. Sus imágenes del aún virgen Valle de Yosemite le dan fama internacional y comienza a realizar reportajes por encargo. Leland Stanford, magnate de los ferrocarriles que lo contrata para fotografiar su mansión, le propone captar el movimiento del caballo a galope, algo imposible en la época debido a los dilatados tiempos de exposición. Muybridge consigue reducir estos tiempos y diseña un veloz obturador en forma de guillotina. Pero los resultados no son suficientemente satisfactorios ni conclusivos.
Mientras tanto, el protagonista de la historia, trastornado e impulsivo, tiene tiempo de asesinar con su pistola Smith & Wesson al amante de su esposa infiel, saliendo milagrosamente indemne en el juicio celebrado en 1875 con veredicto de “no culpable, por homicidio justificable”, “todos habríamos actuado de la misma manera”, afirma un miembro del jurado. Tras esta delirante experiencia, en un momento de inspiración, se le ocurre usar doce cámaras simultáneamente para hacer una panorámica de 360º y consigue emplear la misma idea para congelar el movimiento del caballo, demostrando que hay un instante en el que queda suspendido en el aire sin que ninguna pata toque el suelo. Esta técnica, denominada hoy en día bullet time shot, es la que se empleó en los efectos especiales de la película “The Matrix” (Hermanas Wachowski, 1999).