La vejez está de moda, al menos en las plataformas online. En los dos últimos años se han estrenado cuatro series protagonizadas por hombres cuya edad no se disimula, más bien se utiliza como un elemento que caracteriza al personaje y afecta al devenir de la historia. Hablo de “Outer Range” (Brian Watkins, 2022-), un interesante wéstern con elementos de ciencia ficción sobre viajes en el tiempo protagonizado por Josh Brolin; “Yellowstone” (Taylor Sheridan y John Linson, 2018-), liderada durante sus cinco temporadas por un incombustible Kevin Costner, que repite una y otra vez, magistralmente, el mismo papel; o “Slow Horses” (James Hawes, 2022-), con Gary Oldman, espía emblemático cuya mugre, mal olor y flatulencias, no le impiden cumplir puntualmente sus misiones. Por supuesto, a esta lista podemos añadir “The Old Man” (2022-), creada por Jonathan E. Steinberg y Robert Levine, y cuyo título ya indica con claridad cómo es el protagonista, un envejecido Jeff Bridges convertido en personaje de acción y cuya sola presencia ya hace que merezca la pena toda la serie.
“The Old Man” narra las vicisitudes de Dan Chase, exagente de la CIA cuyo pasado –trama arquetípica donde las haya– regresa literalmente para matarlo. Durante su trabajo como agente en Afganistán, décadas atrás, se enamoró de la mujer de un señor de la guerra y escapó con ella y su hija a Estados Unidos. Así, este antiguo enemigo, y algunos otros también de la propia CIA, no van a dejarlo tranquilo y se verá obligado a emprender una larga huida. Ya en la segunda temporada, que se estrenará el 6 de noviembre, el escenario principal será Afganistán, donde Chase irá en busca de su hija, secuestrada por su padre afgano y cuya identidad ella desconocía hasta el momento. La serie se convierte así en un drama familiar acerca de cuestiones paternofiliales.
El exagente de la CIA, acompañado por otro veterano agente interpretado por John Lithgow, atravesará el país enemigo arrastrando literalmente su cuerpo. Cada bache, cada caída, cada enfrentamiento serán una agonía. Pero lo interesante aquí es ver cómo Bridges logra dar peso a su personaje. El peso de los años, de la vejez, no se disimula, no se trata de falsificar, como suele ser habitual en el cine enmascarando su edad física y decadencia. Lejos de mostrar una imagen de eterna juventud que impera en el ámbito audiovisual, donde se espera que nadie tenga arrugas, exceso de peso y que no se agote tras una larga carrera, sus golpes y sus movimientos son lentos, se cansa, pero sigue adelante. De hecho, durante la primera temporada al actor le fue diagnosticado un linfoma que obligó a detener el rodaje durante varios meses. Sin embargo, siguió. Hay así una lucha contra la muerte en “The Old Man” y, a pesar de su estructura un tanto convencional, es precisamente su vejez, su dolor, lo que permite que por momentos la serie transmita algo más profundo y sincero que va más allá del género en que se enmarca. La corporalidad de Bridges, su extraordinario rostro, se hacen aquí más presentes que nunca. Y lo digital permite vislumbrar un cuerpo auténtico, real. ∎