Álbum

Alizzz

Conducción temerariaWhoa!-Warner, 2024
Alizzz nació en 1984. Con 32 años producía “Antes de morirme” para C. Tangana, con el lema carpe diem “yo no quiero hacer lo correcto, pa’ esa mierda ya no tengo tiempo”. En “Conducción temeraria” el mensaje sigue siendo bastante parecido: como su nombre indica, el disco gira en torno a los coches, el peligro, las drogas y las chicas. Live fast, die young (aunque ya no vayas a entrar en el club de los 27). En la portada, una foto movida (porque el vehículo va muy deprisa) muestra al productor fumando en el asiento del conductor y a una mujer en el del copiloto. Una road movie nocturna y más cercana a “Death Proof” que a “Thelma & Louise”.

En una lectura diagonal, “Conducción temeraria” no muestra una inquietud sonora diferente a la de Tiene que haber algo más (2021), si bien la diferencia está marcada por los detalles que ya anticipó en su EP “BOICOT” (2023): es el procesado de la guitarra eléctrica de Ferran Gisbert lo que mantiene la curiosidad en el oyente. De base, Alizzz busca una versión más cruda y amoral del surf rock propio de la West Coast, como si con su nuevo trabajo estuviese corrompiendo un género que nace naturalmente puro. Los modos son demasiado menores, las letras demasiado autodestructivas y los efectos demasiado procesados, pero la personalidad de sus guitarras rítmicas obliga a pensar en The Drums o Surf Curse, solo que sin aparecer en playlists tituladas “Feeling Good” y con ansiedad crónica. Los graves y las percusiones obsesivamente a tierra son de Chromatics y, en España, solo Triángulo de Amor Bizarro combina las pedaleras con tanta locura.

Por tanto, lo innovador de su segundo largo radica en sus experimentos con las texturas de la main guitar, que discurre desde el muro más sucio hasta el trampantojo más sintetizado. La cadencia frigia de “Carretera perdida” se viste de distorsión, el riff de “Despertar” es de un “Wild Thoughts” (DJ Khaled) marciano y fuera de cobertura que aporta más personalidad que la voz de Maria Arnal. “Destellos” y “Dónde estás?”, con su desarrollo 8-bit y PC Music (generado orgánicamente), suenan a Cariño o cute girls doing cute things, un kawaii pop que trata de ennegrecer pero que perturba con el contraste de ese “labios rojos, tu culo en mis manos” de la letra de la primera. Hay espacio para el descanso más estructuralmente normativo en “Tiemblo” o “No ho sé” (con Renaldo & Clara) y, en general, cuando el resto de featurings del trabajo entran a cantar, en tanto que su presencia es fundamentalmente melódica. En otra línea del disco más cristalina, encontramos un hueco para la introspección fatalista y complaciente, como en esa ternaria “Solos tú y yo” (feat. Cuco) construida como una versión moderna de un baile de graduación tipo “In Mind” de Real Estate, o “Vuelve a disparar”, con la que cierra el álbum.

Todas sus melodías resuenan en la memoria, porque todas recuerdan a algo que has escuchado antes. “¿Esta canción ya existe?” es un pensamiento recurrente, quizá sea por lo manido (incluso por el propio autor) de su apartado lírico. Referencias constantes al tabaco (“apaga la colilla con la punta del tacón” en “Carretera perdida”; “me fumo uno y después me enciendo otro” en “Mirando al techo”), las femmes fatales (“tiene el corazón negro y un vestío cortito”, también en la anterior) o la masculinidad más hiriente (“he pillao el coche y lo he estampao contra un muro” en “Destellos”). Así, el detallismo en el apartado instrumental del álbum no pega demasiado con la construcción superficial del main character del relato. Sin embargo, la toxicidad de los protagonistas sí casa con la producción tan martilleante, las texturas tan hiperadulteradas y el tratamiento casi incómodo de las seis cuerdas. Live fast, die young. ∎

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