Álbum

J Spaceman & John Coxon

Music For Williams Eggleston’s Stranded In CantonFat Possum, 2024

En 2015 Doug Aitken comisionó en el Barbican londinense el festival multimedia Station To Station, un evento de un mes de duración dedicado a instalaciones, happenings y proyecciones de películas que entrarían en la categoría de “culto”.

Ahí se pudo ver, en julio de ese año, “Stranded In Canton”, un filme en blanco y negro filmado en 1973 y 1974 por William Eggleston (Memphis, 1939), el fotógrafo –y músico: atiendan a “Musik” (2017) y “512” (2023)– conocido por su magistral uso del color –admiren las portadas de “Radio City” (Big Star), “Soul Serenade” (The Derek Trucks Band), “Tanglewood Numbers” (Silver Jews) y “Give Out But Don’t Give Up” (Primal Scream), entre otras–.

Aitken le propuso a Jason Pierce, aka J Spaceman, la creación de una banda sonora en directo –originalmente, en la película sonaba música a cargo de Furry Lewis y Jim Dickinson, entre otros–, y el hombre de Spiritualized aceptó el encargo, ejecutado con la colaboración de John Coxon y Tony Foster (guitarras) y Rupert Clervaux (batería), músicos implicados tanto en Spiritualized como en Spring Heel Jack, el proyecto electrónico de Coxon.

Casi diez años después podemos disfrutar de la grabación oficial y debemos estar muy muy agradecidos: “Stranded In Canton” es un álbum extraordinario, un sonodrama que, utilizando a su antojo diálogos del filme y sonidos ambientales, logra transportarnos a los callejones y bares de Memphis y Nueva Orleans, con su desfile de losers, músicos y soñadores. Un auténtico ejemplo de cinéma vérité, filmado con una Sony Portapak, que encuentra en la traslación musical su complemento perfecto en diez escenas sonoras que parecen despojos del “Exile On Main Street” (The Rolling Stones, 1972), tal y como bien explica Richard Williams en el libreto en un texto publicado originalmente en su blog en julio de 2015: música cruda y recia que parece envasada en cualquier tugurio del sur estadounidense, rock ungido en blues, country y bourbon con la tríada de guitarristas en pleno trance eléctrico. Un soundtrack por el que mataría Bobby Gillespie y que es, desde ya, uno de los desvíos más disfrutables en el extenso currículo de registros del Spiritualized y ex Spacemen 3. ∎

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