Álbum

Maria Hein

KATANAPrimavera Labels, 2025

Maria Hein ha afilado su sonido. KATANA” no es solo un disco: es una construcción sonora donde cada elemento está medido al milímetro, donde la producción es un arma afilada y cada silencio pesa tanto como cada sonido. Si en “Continent i contingut” (2021) su pop intimista se movía entre la fragilidad y la delicadeza, aquí la mallorquina se adentra en territorios más oscuros, más sofisticados. Su música sigue siendo etérea, pero ahora hay una pulsión urbana que la atraviesa, un filo que la endurece sin desdibujarla. Hein refina su propuesta con precisión quirúrgica, afinando su lenguaje sonoro hasta convertirlo en un espacio donde la tradición y la modernidad chocan y se complementan.

El título no es un adorno. Como la espada de Hattori Hanzo en “Kill Bill”, “KATANA” no es una herramienta de destrucción sino de control, de disciplina. Hein no canta desde el grito de la rabia, sino desde la concentración del guerrero que mide cada golpe. Aquí la venganza no es solo un ajuste de cuentas: es justicia personal, un acto de reafirmación, una forma de esculpir el propio destino con precisión. En ese sentido, Hein se sitúa en una línea de creadoras como Rosalía o Maria Arnal, artistas que no ven la tradición como una prisión sino como un material vivo, moldeable, preparado para el choque con la contemporaneidad.

Desde la primera nota de “EL JORN FINAL”, Hein establece las reglas de su nuevo territorio sonoro. No hay prisas, no hay estridencias. Como un cineasta que no teme al silencio, construye una atmósfera que se expande lentamente, como si cada sonido necesitara su propio espacio para respirar. Su voz flota sobre bases minimalistas, se desliza con la nitidez de un cuchillo envuelto en terciopelo. Hay en su fraseo un aire fragmentado, simbólico, casi ritual, que la emparenta con la Rosalía de “El mal querer” (2018), pero sin perder su propia identidad.

Si en lo sonoro “KATANA” es un paso adelante en ambición y producción, en lo narrativo también supone una evolución. Hein introduce en su discurso una seguridad que antes no estaba tan presente. “BETTA” es la muestra más clara: una canción de desamor que usa la metáfora de los peces betta –agresivos, territoriales, imposibles de convivir– para hablar de una ruptura con crudeza inusual en su repertorio. “Que te quede grabado, Hein siempre va delante”, canta con una confianza que marca un punto de inflexión en su narrativa.

Pero si “KATANA” tiene un punto fuerte es su capacidad para moverse con fluidez entre la herencia cultural y la electrónica de vanguardia. “ALENAR” es un ejemplo clave: Hein revisita la icónica canción de Maria del Mar Bonet con un enfoque que la acerca a las nuevas generaciones sin traicionar su esencia. No es la primera vez que el tema resuena en la música contemporánea –Manel ya lo sampleó en “Per la bona gent” (2019)–, pero aquí Hein lo reinterpreta desde la sutileza, dotándolo de una textura que oscila entre la nostalgia y la reinvención.

La tradición, sin embargo, no es un ancla para Hein, sino un punto de partida. Su conexión con el folk mallorquín está presente, pero no como un ejercicio de preservación, sino como un diálogo con lo contemporáneo. En “DE NIT” y “ALENAR”, la colaboración con Roots, bexnil, Joan Lupi y Camil Arcarazo introduce un color diferente sin quebrar la cohesión del disco. Y en “LA SIBIL•LA”, la tradición se vuelve liturgia: Hein recupera “El canto de la Sibila”, un drama litúrgico medieval con raíces gregorianas que aún hoy se interpreta en la Misa del Gallo en Mallorca y en la catedral de Alguer (Cerdeña). No es solo un guiño al pasado, sino una declaración de intenciones: la música de Hein no pertenece a un tiempo concreto, sino que flota en una dimensión propia, donde lo ancestral y lo moderno coexisten sin fricciones.

Esa conexión con lo atemporal es lo que hace que “KATANA” sea un disco que se instala en la memoria. Hein no necesita la sobrecarga sensorial para impactar: apuesta por la precisión, por la economía de gestos, por una claridad que, en tiempos de saturación auditiva, se siente como un manifiesto. Su feminidad no es impostada, no es una pose, sino una forma de habitar el sonido con una sensibilidad profunda, con una visión afilada.

Aunque el minimalismo extremo es una de sus grandes fortalezas del disco, también puede generar la sensación de que nunca alcanza un gran momento de explosión emocional. Hein ha logrado reinventarse sin perder su esencia, pero su apuesta por el control y la contención puede hacer que, en algunos momentos, “KATANA” parezca no alcanzar el clímax que algunos oyentes podrían esperar. Su estilo es preciso y refinado, pero la cuestión es si, a medida que siga evolucionando, este minimalismo tan radical podría limitar el impacto emocional de su música. Tal vez, si el minimalismo se mantiene demasiado rígido, podría perder algo de fuerza, ya que los momentos de gran intensidad también son importantes para cautivar al oyente. ∎

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