Envuelto en una portada digna de Iván Zulueta, nos llega el ansiosamente esperado
“Coming Up”. O, mejor dicho, las diez canciones con que Brett Anderson ha evitado los quebraderos de cabeza que supone el difícil tercer disco –sobre todo, después de perder a uno de los mejores guitarristas de la década–. El britpop amenazaba seriamente con sepultarlos en el olvido y él ha presentado batalla con la mejor arma del enemigo: el pop energético y contagioso, donde el culto a la inmediatez hace perdonar cualquier posible plagio.
Atrás queda el músculo y el veneno de
“Suede” (1993), un debut donde usaron y abusaron de “Ziggy Stardust” para llevar al extremo las paranoias sexuales de los Smiths. Atrás también
“Dog Man Star” (1994), en el que su lado más grandilocuente emergió para ofrecernos una oscura y majestuosa obra maestra. Ahora, con su álbum más accesible,
Suede continúan derrochando glamur sobre el lado salvaje, sacando partido de un legado que identificó en su día a Edith Piaf, Marc Almond, Jean Genet o el propio Bowie. “Coming Up”, expresión usada para designar el subidón de cualquier droga, viene también marcado por la producción más excesiva del habitual Ed Buller, chillona incluso en
“Filmstar”. Y esta peligrosa maniobra podría caer en el ridículo de no ser por la solidez compositiva del triángulo completado por Richard Oakes y el recién incorporado Neil Codling –cofirmante de
“Starcrazy” y
“The Chemistry Between Us”, dos de los mejores cortes de la historia del grupo–.
Escuchando las diez historias de “Coming Up” se hace evidente que el dos-contra-el-mundo es la única forma de amor respetada por Brett Anderson. Su grupo irradia ahora el desesperado romanticismo de los artistas que, despreciando la debilidad del vínculo entre amigos, convierten a todos los suyos en amantes –fans incluidos–. Es quizá esa misma lógica, ese orgullo casi incestuoso del
gang, lo que puede desembocar en una seria adicción a sus canciones. Pero son solo estas, todo un antídoto contra el hooliganismo imperante, las que han vuelto a poner en su sitio al pelotón de los mediocres. ∎